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Excelente acogida a unos Fuegos que llenaron de luz y color todos los rincones

La nueva modalidad, con seis puntos de lanzamiento, llegó a más vecinos // En general, se cumplieron las medidas de seguridad

a.oca/s.martínez

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Muchos se habrán preguntado estas últimas semanas cómo sería este año la noche del Apóstol. Y, pese a las dudas de si Santiago mantendría la magia de una de sus grandes noches, la ciudad consiguió vestirse de largo pese a las restricciones por la pandemia sanitaria. Lo principal, los Fuegos, con un modelo renovado y sin la Catedral como protagonista, convencieron a la mayoría. La apuesta de llevar las luces de la Pirotecnia Zaragozana a ocho puntos de la ciudad, que finalmente fueron seis, hizo que muchos vecinos disfrutasen de varios lanzamientos a la vez. “Los Fuegos los vimos en Teo, se veían muy bien, incluso varios puntos. Eso nos gustó, fue un acierto total, aunque obviamente en el Obradoiro el impacto es diferente”, contaba un grupo de amigos. La promesa de teñir de más de 100 formas el cielo compostelano, se cumplió. Corazones, truenos, estrellas y otros dibujosconsiguieron mantener el ritmo de unos fuegos más altos de lo habitual.

“É a primeira vez que os vemos tan cerca, estamos contentos, a sensación xeral é positiva. O de facelo en diferentes sitios permite que os poida ver moita xente, e con tranquilidade”, comentaban otros jóvenes desde la Alameda. Ubicaciones como la Cidade da Cultura o el Pedroso permitió disfrutar de hasta tres y cuatro puntos.

Una familia de Barcelona, que está pasando unos días de vacaciones en A Coruña, se acercó a Santiago para disfrutar del espectáculo pirotécnico: “Nos ha gustado mucho, especialmente por las formas que se dibujaron. A los niños se les ha hecho corto, pero volveremos un año en el que todo sea más normal”.

LA FIESTA DE DESPUÉS. El otro dilema de la noche era el después de los Fuegos. El Campus Vida cedió su protagonismo habitual en estas fiestas a las terrazas de los bares de la Plaza Roja. Sin botellón entre las facultades, sin gente en gradas, sin barra y sin la música del Festigal, el campus se vació en cuanto terminaron los Fuegos. “Dar una vuelta, ver el ambiente, y para casa. De discotecas nada. Nosotros solíamos ir a los conciertos del campillo con nuestros amigos de la universidad”, explicaban tres amigos que vieron los Fuegos de Santa Susana. Otros estaban decidiendo todavía cómo acabar la noche mientras tomaban algo en las terrazas cercanas a la Plaza Roja: “Bastante ben pese a todo, normalmente estariamos nun grupo máis grande. Hoxe iremos a algún bar a ver que hai”.

La zona vieja fue la que concentró más ambiente. La mayoría de los asistentes al espectáculo pirotécnico que se situaron en las zonas de Xoán XXIII desde donde se verían los fuegos de Monte de Deus y de Granxa do Xesto, ambos cancelados, recibieron las luces algo más lejanas desde otros puntos y terminaron su jornada en las terrazas de la zona vieja, que ya estaban preparadas para acoger a los espectadores provenientes de los diversos puntos de la ciudad tras los Fuegos.

A pesar de las diferencias con años anteriores y las precauciones necesarias a la hora de celebrar y relacionarse, el espíritu festivo se mantuvo. A las 00.00 h. todos aquellos dispuestos a celebrar la noche ya se situaban en el casco viejo, buscando sitio en los bares o tomando ya las primeras consumiciones. Unos jóvenes que se encontraban en una de las terrazas de Rúa Nova admitían tener preferencia por los espacios abiertos a la hora de tomar algo.

Además, también señalaban que este año la dispersión de los Fuegos había sido un acierto dado que impedía las aglomeraciones. “Había buen ambiente aunque con menos gente de la habitual. Nos sorprendió conseguir mesa cerca de Cervantes”, contaba una de las asistentes, que añadía que se cumplieron las normas de seguridad. Eso sí, otros advertían de que muchas personas llevaban la mascarilla mal puesta. En lo que hubo consenso general fue en la amplia presencia policial, con furgones repartidos por toda la ciudad.

La predilección por los espacios abiertos en unas fiestas tan particulares, que ya quedan para la historia colectiva de Santiago, permitieron mantener una escena festiva a la par que atípica de la noche del Apóstol: las terrazas llenas y las calles a rebosar pero, esta vez, con una fiel compañera: la mascarilla.

26 jul 2020 / 00:00
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