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Gobernando el negocio de la muerte

    como si no hubiera asuntos más urgentes y de menos dudoso encaje ético que el ponerse, a toda prisa, a legislar en asuntos relativos a la muerte. Y lo hacen con osadía temeraria, hurgando en la duda y la conciencia del humano ser viviente que se enfrenta al dolor insoportable de sus días, desnudado, en cuerpo y alma, de esperanza y de consuelo. Sí, manejando la conciencia, que es escasa y la que falta era verde y se la comió un burro, cual decía, jocoso, mi maestro, en la escuela del rural, siendo yo niño. Promulgaron y aprobaron esa infame ley de la eutanasia que es dejar los portillos abiertos a la duda y la ausencia de valores franqueados a la inepcia generada por la falta de creencias y el auxilio de cuidados paliativos. Cuando el hombre es capaz de creerse un diosecillo con poderes indebidos que le llevan a dictar su justicia sobre asuntos de conciencia, lo que hace es enturbiar la tranquila confianza en el poder, sembrar dudas y agitar las angustias de los últimos momentos de la vida que no es del hombre y sí de Dios que la creó. La eutanasia de morir bien tiene bien poco. Solo es una falsa aplicación de un término que no elude, sino cambia, la cuestión de enfocar el suicidio y silencia la existencia de otras clases de cuidados que rebajan el dolor, espolean la esperanza, piden vida y amor de cristiano y, por tanto, buen morir. Eso es lo que debiera ser la eutanasia. Y no nos pongan en la duda de que existan solapadas intenciones de negocio, de equilibrio económico y de ajuste de balanza en la edad, maliciando que en cuestión de mayores y de enfermos, cuantos menos, mejor renta y, además la pandemia, nos ayuda a la eutanasia. Por abajo está el aborto que elimina al nasciturus y reduce el aumento de la nómina procurando un bienestar que no sabe de conciencias, una vez más. Esta es la otra parcela donde juega la injusticia con la muerte, pues lo es el aborto, aunque la inopia no lo entienda y prosiga la matanza del que aspira a ser bebé y no le dejan. Nos envuelve la cultura de la muerte. Y lo hace con la ayuda del gobierno que, además, en las fúnebres listas del pandémico desastre, nos ofrece una astuta rebaja de los muertos. El aborto, la pandemia, la eutanasia, y la búsqueda de muertos vilmente asesinados por las fuerzas de un país en guerra. Nos rebasa el tema de la muerte que alimenta tanto afán gubernativo, mientras sufre el paisanaje la penuria de la falta de trabajo, nos acecha el final del paraguas de los ERTE, proliferan los okupas y no hay pan. Mientras tanto el gobierno pone leyes al asunto de la muerte.

    30 mar 2021 / 00:32
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