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Gobierno para rato

    Hace unos días al impulsivo vicepresidente, señalado experto en metamorfosis de coletas, a raíz de la aprobación de los presupuestos, se le calentó la boca y proclamó, urbi et orbi, que, visto lo visto, los resignados españolitos tendríamos Gobierno para rato. O sea, que nos toca aguantar, según las palabras pronunciadas con manifiesto recochineo, por el susodicho parlamentario. A esto los gallegos le adjuntamos un “depende” y dejamos el tema para estudio, evitando un calentón repentino de neuronas. Pensemos que el anuncio de semejante plaga obedece, más que nada, a un ataque de entusiasmo, al calor de la euforia triunfal, de una votación de presupuestos. ¿Y si es una amenaza? Porque lo bueno no suele asegurarse, a tan largo plazo, mientras que lo malo acostumbra ser producto de irreflexiva inquina y mala fe. Y, en todo caso, no conviene olvidar que el cambio de los vientos, en política, es especialmente sorpresivo, sobre todo, cuando suenan truenos de tormenta política y, en medio, andan personajes poco expertos en enfrentarse a tempestades, por lo que los cálculos de supervivencia conviene realizarlos con prudencia y no “poner el carro antes que los bueyes”. La cosa tiene lecturas variadas. Incluso aquella que nos recuerdan los refranes “mientras dura, vida y dulzura”, “que me quiten la bailado“ o “ya vendrán otros para arreglarlo“, si la cosa se tuerce y no sale el proverbial “tenemos gobierno para rato“. Tal como se vislumbra la cosa, en el momento, no hay un claro lugar para el optimismo: pandemia, pobreza, economía maltrecha, estabilidad de gobierno, dependencia de apoyos extremistas, todo ello adobado con notable falta de humildad y transparencia da como resultado un gradual aumento de descontento en el pueblo que llevará, en su día, al voto negativo en las urnas.

    Y entones, fallará el Gobierno para rato. Llegado el caso, solo quedará el lamento para unos y para otros haberse acercado a la conquista de los cielos, tal como prometieron en tiempos pasados. Y habrá otros que se conformarán con haber conseguido poner sus posaderas en los sillones de La Moncloa. Entonces quedará, no lejos, el día en que hubo fiesta con reparto de simulacro de besos y abrazos y casi baile entre los sillones del Parlamento. Por todo lo cual, ¿Gobierno para rato?: Depende. Al final, siempre tiene el pueblo la palabra.

    19 dic 2020 / 23:38
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