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ENTREVISTA
JOSÉ MANUEL LÓPEZ VÁZQUEZ / Catedrático de Historia del Arte de la USC

“Goya frente a un megalómano como Napoleón, equiparable hoy a Putin”

Para la época de Goya, la guerra era un castigo divino a causa de los vicios de la sociedad

El catedrático de la USC José Manuel López Vázquez lleva más de media vida dedicado a glosar la figura del inmortal Francisco de Goya. A raíz de su nueva aportación basada en los emblemas a “Los Desastres de la Guerra” surge esta entrevista. Presenta a un Goya actual, ya que aquellas lejanas obras realizadas hace más de dos siglos reflejan el presente de manera viva. Goya fue un precursor y visionario, el primero en darse cuenta de que la época contemporánea nacía con grandes defectos y algunos “iluminados” sufrían delirios de poder. El imperialismo de Napoleón coronándose a sí mismo emperador para acabar con las monarquías europeas equivaldría hoy para reflejar los desmanes de Putin y sus ansias de expansionismo. Saturno devorando a su hijo podría ser una metáfora surgida de la paleta del genial aragonés para caracterizar al desmadrado Putin.

Cuando López Vázquez imparte docencia, según afirma una de sus discípulas, consigue llevar a los alumnos al momento histórico que narra. Ha escrito varias monografías sobre esta joya de la plástica: El programa neoplatónico de las pinturas de la Quinta del Sordo (1981), Los Caprichos de Goya y su significado (1982), Declaración de Las Pinturas de Goya (1999), Goya Sueños y Caprichos (2004), además de numerosas contribuciones en Congresos y revistas especializadas. El artista sigue dando juego, como así se constata en esta reciente publicación.

¿Por qué un compostelano dedica una línea de su investigación a la obra de Goya?

Todo empezó allá por 1978 cuando tenía que preparar una clase sobre las Pinturas Negras y las interpretaciones que había entonces no me convencían. Pero, en realidad, yo me estaba moviendo en un área que no era ajena a los investigadores gallegos. Yo soy discípulo de Otero Túñez y este lo había sido de Sánchez Cantón, quien en su época era considerado como uno de los principales estudiosos de Goya.

Dice que Goya, como pintor filósofo, lo que pretende es “enseñar deleitando”, ¿las enseñanzas que expone en Los Desastres de la guerra son válidas para hoy en día?

Sí, salvando las diferencias de contexto están de plena actualidad. Piénsese que hoy estamos en una guerra provocada por un megalómano como es Putin, y aquella lo fue por otro llamado Napoleón. El primero quiere reconstruir la gran Rusia, el segundo, quería reconstruir la gran Francia, tras la crisis que supuso incluso territorialmente para este país la Revolución de 1789, ampliándola mucho más allá de los límites de Luis XIV. No debemos olvidar que el título que Goya dio a Los Desastres fue «Fatales consecuencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte». Como los ucranianos hoy intentan parar a Putin, muchos españoles intentaron y consiguieron parar a Napoleón. Pero Los Desastres no van de una guerra contra un invasor, su reflexión es mucho más profunda, atañe como la vida de la gente, incluso de cada individuo, esté en el bando en que esté, sea en el de los afrancesados o en los de los serviles (hoy algunos dirían progresistas o conservadores) pende de los principios morales que conforman la sociedad en la que se insertan.

¿Esto es lo que nos enseñan Los Desastres?

Sí, los desastres son exvotos para el desengaño, y que con él todos podamos dar en la verdad y trasformar nuestra sociedad. Esta no es una enseñanza privativa de Goya. Ni tan siquiera es original de él. Es la de la ética del desengaño, la cual aporta un carácter original al neoestocismo español con Quevedo y Gracián.

¿Cómo Goya nos trasmite esta enseñanza?

En la primera parte, que comprende hasta la estampa 39, Goya nos muestra que las escenas de guerra y ajusticiamiento de prisioneros son tan solo aperitivos de los grandes males que todavía están por acontecer a los españoles. Para la época, la guerra era un castigo divino a causa de los vicios de la sociedad. Goya, como ya he dicho, era un neoestoico en la línea de Quevedo, Gracián y Saavedra Fajardo, y, para él eran los propios hombres, en este caso los españoles, los que se castigaban a sí mismos con la mayor crueldad valiéndose para hacerlo de sus aliados, los franceses e ingleses, dependiendo del bando en que militaran. En las enseñanzas que podemos extraer para nosotros, tendríamos también que analizar si en nuestra sociedad las virtudes aparentes triunfan sobre las verdaderas, si hemos abandonado los principios de la modernidad basados en la razón y en la verdad, por los de la postmodernidad, en los que la razón y la verdad ya no son una norma para la vida, sino un estorbo. De hecho, la verdad ha dado sido sustituida en nuestros días por la posverdad, que se basa fundamentalmente en la opinión, que radica en el “yo” de cada individuo y no necesita de demostración.

¿Cuál es la enseñanza de la segunda parte?

En la segunda parte que comprende las estampas entre la 40 a la 64 Goya nos muestra cuales son los grandes males que todavía estaban entonces por acontecer y que no son otros que los que siempre supusieron las guerras: el hambre, los desplazamientos de las gentes, las enfermedades epidémicas, es decir, los males que padecen en las guerras fundamentalmente las clases más bajas de la sociedad y de los que gentes sin escrúpulos obtienen siempre beneficios ingentes. ¿esto no suena a los está ocurriendo o ha empezado a ocurrir en nuestros días con la guerra de Putin en Ucrania? Desgraciadamente, si las cosas no cambian, el próximo invierno va a ser espeluznante para una gran mayoría de europeos que carecen de medios, pero también para africanos y americanos.

¿Y la tercera parte, qué nos aporta?

Goya es un ilustrado, y por lo tanto él lo que pretende es transformar la sociedad basándose en la educación. No debemos confundir, como hoy se hace muchas veces, educación con conocimientos. Goya cree que la educación española de su tiempo —que estaba fundamentalmente en manos de la Iglesia y particularmente de los obispos— había dejado de educar a las gentes en la virtud fomentándoles toda clase de vicios.

Para Goya, el error de la iglesia estriba en la mala elección de los obispos, y nos va mostrando los errores que se producen al elegirlos, como es seleccionar principalmente a los de origen noble por las virtudes que pudieron tener sus antepasados; a los dados a devociones trasnochadas e incluso aberrantes plasmadas en liturgias que ofenden a toda razón; a los vanidosos que durante toda su vida no han hecho otra cosa que nada; a los poltrones que están como muertos en vida y a los que
le chupan a sangre los vampiros
que son los aduladores y lisonjeros; a los ignorantes que, sin embargo, son picos de oro elevados por un auditorio de necios; a los jóvenes que sin conocimientos ni experiencia, gobiernan guiando a sus gentes
en un constante dar vueltas en un subir y bajar, por un territorio
yermo; o a los que fomentan las guerras en propio beneficio, etc. Todos ellos terminan enterrando a la verdad. ¿Le parece que esto puede ser extrapolable a quienes nos gobiernan y tratan de educarnos a nosotros y a nuestros hijos hoy en día?

¿Cuál es la enseñanza final de Los Desastres?

Los Desastres terminan con una cuarta parte, que es un epílogo que comienza con resurrección de la verdad. La resurrección de la verdad es un topos desde Grecia, pues la verdad siempre es desvelada o desenterrada por el tiempo. Pero Goya tiene la visión escéptica que muestra Gracián en El Criticón. Y cuando ella está resucitando, está siendo atacada por una muchedumbre que no quiere que resucite, porque temen perder sus privilegios o que, incluso, su vida empeore a pesar de lo poco que tienen. Sin embargo, la verdad termina resucitando y, como es sabido desde la antigüedad, ella da luz a dos hijos: uno es la el “fiero monstro” de la estampa 81, que es el odio y otro que es el “desengaño”, que es “lo verdadero” como dice la estampa 82. Este solo será alcanzado por los que son mansos de corazón, pues los que no lo son, terminaran avivando nuevamente el odio y dando lugar a todo tipo de guerras.

Con lo cual seguiremos siempre en un circulo vicioso en que la justicia humana que es vengativa, como dice el refrán, seguirá generando odio. Por eso es muy posible que Goya terminara por añadir en un momento determinado, quizá tras la represión de trienio liberal, los tres grabados de prisioneros, que aparecen como remate del Álbum Ceán, que es la única copia que nos ha llegado completa impresa en vida de Goya, pues Los Desastres como hoy los conocemos, fueron editados muchos años después de su muerte por la Academia de San Fernando.

Todo esto parece muy complejo...

En realidad, no debía de serlo para aquellos que en la época no se quedaban en las apariencias y se dedicaban, tuvieran mayor o menor entendimiento, a reflexionar sobre los sucesos de los que eran testigos. Goya, como otro aragonés que era Gracián, sabe que cada lance de la vida tiene muy distintas lecturas. El caso es tener la contracifra, para desentrañar la más atinada, entre todas las posibles. A veces, los gallegos tendemos a considerar a los aragoneses, como tercos, muy dados a un modo de actuar simple y recto. Recuerdo el ayudante aragonés del inspector Leo Caldas, el prudente protagonista de la trilogía del recientemente fallecido Domingo Villar, al que le sentaban muy mal nuestras respuestas indefinidas o ambiguas a sus preguntas. Goya, por el contrario, juega siempre con la ambigüedad y hace del no desverlarse su principal estratagema para mostrar su ingenio y originalidad. Al fin y al cabo, esta era otra enseñanza de Gracián.

10 jul 2022 / 00:00
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