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Hermanando el Vaticano con Santiago por Gounod y sus himnos

Los himnos nacionales son obligados en actos protocolarios, competiciones deportivas, ya sean ligas de fútbol o Juegos Olímpicos. Cada uno, por decirlo claro, son de su padre y de su madre. Nacieron en momentos diferentes y, con o sin letra, ligados a la idiosincrasia del país al que representan.

El himno de la Ciudad del Vaticano no es el más conocido. Es posible que ni nos venga a la mente. No importa. Al oírlo un par de veces enseguida lo recordaremos.

Fue compuesto por Charles Gounod (París, 1818-Saint-Cloud, 1893) cuya melodía más conocida es el Ave María (Meditation), realizada sobre el primer preludio de J. S. Bach. Es pieza recurrente en toda ceremonia de postín o simple fiesta religiosa que se precie.

Gounod, tras formarse con su madre pianista, ser alumno aventajado del Conservatorio de París y becado con el Grand Prix De Rome, máximo galardón para cualquier joven artista de entonces, se convirtió en un referente musical de su época.

Compuso un poco de todo, que a la postre suma mucho. A destacar, su ópera Fausto, sobre el texto de Goethe, y Romeo y Julieta, inspirada en Shakespeare.

Lo que me ha trastocado los esquemas es haber visto y palpado en el archivo de la catedral de Santiago 5 obras de este autor. Tres conocidas: un Himno solemne a Sta. Cecilia y el Ave María, editadas por la germana casa Scott, y una Misa solemne a Sta. Cecilia, impresa en Le Beau de París.

Las otras dos son un enigma: un Ave verum (La Beau, París), motete del que hizo varias versiones, aunque el de la catedral de Santiago es una acomodación de esa melodía a un himno dedicado al Apóstol: Defensor alme Hispaniae. Tal cual está versionado, no se conoce otro ejemplar similar al de Compostela.

Lo mismo pasa, pero a mayor escala, con su Iesu, salus mortalium. No es un texto ignoto pues aparece en el himnario gregoriano. La novedad estriba en que lo transforma en un Himno al Apóstol Santiago, ensalzando su figura y su labor evangelizadora en España. No está fechado ni aparece en ningún catálogo de Gounod de los que tenemos noticia.

Es una pieza solemne, no muy larga, en latín, para cuatro voces (SATB), violines, viola, flauta, clarinetes, trompas, fagots, violoncelo, contrabajo y órgano (sin melodía alguna).

¿Cómo y cuándo llegó a la catedral? ¿Qué uso se hizo de él? Y, lo más interesante ¿se podría recuperar? En esto último confío, pues habiendo partitura manuscrita, pulcra y en perfecto estado, y particellas de voces e instrumentos, si no es a gran orquesta, se haría con solistas y acompañamiento.

Al vuelo del botafumeiro esas notas renovarían el entorno, asombrando a lugareños y forasteros, sin desmerecer al que tenemos (el Santo Adalid, de Soler y Barcia) que, habiendo cumplido ya un siglo, reposaría por un tiempo.

Gounod, aunque compuso una docena de óperas, música sinfónica y canciones profanas, desde joven vivió una transformación interior, humana: una experiencia religiosa. A punto estuvo de ordenarse sacerdote. Nunca lo hizo, sino que, se casó y se consagró a la música.

Influyó en sus colegas y su huella es patente en compositores franceses como Bizet, Saint-Saëns y Massenet. Incluso Debussy llegó a considerarlo “necesario” en la encrucijada de la música del tránsito del XIX al XX.

De temperamento atormentado y por épocas depresivo, “hiperromántico” según Fanny Hensel (gran pianista y amiga suya, hermana de F. Mendelssohn), independiente y rebelde a jerarquías, vivió un cristianismo donde la hermandad entre los hombres era para él más fuerte que la piedad profunda.

Hermanar el Himno Pontificio, con letra de A. Allegra, estrenado en 1869 ante Pio IX y oficializado desde el Año Santo de 1950 por Pío XII, con este Himno al Apóstol Santiago, de la mano de tan excelso músico, sería un gran logro.

Así dice el italiano: Roma immortale di Martiri e di Santi,/ Roma immortale accogli i nostri canti:/ Gloria nei cielo a Dio nostro Signore,/Pace ai Fedeli, di Cristo nell’amore.

Así dice el jacobeo: Iesu, salus mortalium,/nobis ades dum dicimus/laudes Patrono Hiispaniae/tuam canentes gloriam. Es decir: Jesús, salvación de los mortales,/acompáñanos cuando decimos/alabanzas al Patrón de España/mientras cantamos tu gloria.

Si a ello añadimos que Gounod encontró fuente de inspiración en Goethe, a quien se atribuye el lema Europa se hizo peregrinando a Compostela, recuperar ese himno sería una buena gesta y fiesta sonora en el doble Año Santo jacobeo.

No consta que este músico universal haya transitado el camino de Santiago, Calle Mayor de Europa, pero se ve que su fama y obra han llegado a Compostela ¿Qué más queremos? Pues... gozar de su himno, contemplando tan brillante y renovada catedral.

10 dic 2021 / 01:00
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