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Hospital antiguo para peregrinos a Santiago, en San Salvador de Ybañeta (Roncesvalles)

1.- Una interesante representación gráfica de dicho hospital figura en cierto “grabado impreso”, fechable en el tránsito del siglo XVII al XVIII, que mandó hacer entonces “por su devoción” y como consta en el texto de una “cartela” existente en dicho grabado, D. Juan de Goyeneche, quien lo dedicó al “...muy Ilustre Cabildo de la misma Real Casa”, término de interpretación equívoca porque no queda claro, como veremos, si se refiere al monasterio San Salvador de Ybañeta o a la también antigua y muy cercana iglesia de Roncesvalles. Ambos edificios con famosos “hospitales” para permitir el descanso y curar a los numerosos peregrinos que procedentes de la Europa ultrapirenaica hacían el camino hacia Santiago transitando por tan geográficamente complicado lugar, helado en los inviernos.

Tres inscripciones impresas en el borde inferior del documento que hoy analizamos revelan que su placa para imprimirlo la hizo el escultor llamado J. F. L., Leonardo y también que dicha placa de grabado fue “retocada”, para avivar sus trazos, en los años 1790 y 1880, respectivamente. (Figura 1)

2.- Repertorio Iconográfico. Ocupa, en papel, un espacio de 35 x 22,6 cm (altura y anchura) y en el se diferencian dos zonas, una superior, rectangular de sólo 5,8 cm de altura y otra inferior con los 29,2 cm restantes.

En la primera y sobre un paisaje general montañoso, con arbolado, puede verse, al centro, una imagen de Cristo que luce un amplio “nimbo” tras su cabeza-cuello y porta un “orbe” en la mano izquierda. A su derecha se aprecian sucesivamente una casa y otro edificio mucho más grande, ambos explicados por la inscripción situada por encima del conjunto en lo que se dice que son la Capilla de Carlo Magno y el Real Monasterio de San Salvador de Ybañeta. Uniendo ambos puede apreciarse un tramo del Camino de Santiago por el que discurren seis peregrinos, cuyos bordones destacan claramente. Uno de tales peregrinos viaja a caballo y los restantes lo hacen a pie habiendo llegado ya dos de ellos a la puerta del monasterio desde donde hacen señas a sus compañeros.

El amplio campo inferior del grabado representa el interior de un edificio del que se ven tres arcos de “medio punto” sostenidos por dos columnas de “orden compuesto”. En la parte alta del arco central se anuncia lo que hay en su interior: “Retrato de la imagen milagrosa de Nuestra Señora de Roncesvalles” y por encima de esta inscripción, a derecha e izquierda, dos sellos circulares iguales en los que puede verse lo que significan: “insignia antigua de Roncesvalles”, cuya figura es una mezcla de báculo de peregrino y cruz.

Este arco central no es otra cosa sino el precioso retablo, limitado atrás por un vistoso cortinaje, donde se ha situado el “trono de la Virgen María”, vestida con túnica talar y manto, luciendo “nimbo” y corona real y llevando, en su colo izquierdo a el niño Jesús con túnica y jubón, cubierto por corona real con algo esférico en su mano izquierda y sujetando la derecha una especie de collar que circunda el cuello de la virgen, quien ocupa su mano libre con un ramo de flores, que parecen rosas.

A los pies del altar se amontonan dos grupos diferentes de personas: en la parte derecha, del observador se trata de un guerrero, vestido con media armadura y con un cetro liso en la mano derecha, y seis peregrinos inequívocamente ataviados como tales, traje de viajero, con sombrero de ala ancha, báculos y las insignias distintivas específicas de conchas de vieira y báculos en miniatura cruzados, más calabazas y escarcelas. Miran a la Virgen y oran con gran unción.

El otro grupo, a la izquierda lo forman siete personas muy distinguidas, a juzgar por sus vestidos y circunstancias. Rezan también de rodillas, pero sobre cojines y dos de ellos, verosiblemente matrimonio portan coronas marquesales perteneciéndoles, sin duda, el escudo heráldico que puede verse en primer término: de sus cuatro “cuarteles” dos tienen veinte “escaques”, que es la marca heráldica del señor Goyeneche, el mismo que figura como dedicante del dibujo y que fue todo un personaje en esa época ya que formó parte de la corte del Rey Carlos II, donde desarrolló muchas y exitosas actividades de renovación política y cultural de España, resultando famoso el poblado de Baztan, en las cercanías de Madrid, donde instaló un verdadero polo de expansión industrial, con múltiples fábricas y diversas industrias, que dieron empleo a numerosas personas y resolviendo gran cantidad de necesidades de la época.

Acompañando al referido D. Juan Goyeneche y esposa hay un peregrino que debe ser especial para estar en este grupo (visible su concha en el hombro izquierdo); un señor obispo con mitra, otros dos eclesiásticos, revestidos, uno de ellos delante de los demás del grupo debía ser el superior del convento y una monja conocible por su tocado.

3.- En los arcos laterales que tienen la apariencia y efecto de unos grandes ventanales vemos, en el de la izquierda, un paraje montaraz al fondo y en el una fuente al lado de la que descansa un ciervo y junto a ellos cuatro ángeles que cantan ¡salve, salve, salve!

El otro ventanal, de gran interés para lo que nos ocupa tiene volando expresivamente una tira en la que se lee “hospital” (FIGURA 2), cuyo edificio, también en el fondo paisajístico de montaña con picachos y árboles, llaman nuestra atención cinco peregrinos que muy identificables por sus vestimentas características de “túnicas cortas, esclavinas, báculos y sombreros de ala ancha” se acercan al referido hospital por un camino que lleva ostensiblemente a la puerta del mismo. Pero sucede algo muy curioso, los dos últimos de sus peregrinos, dados la vuelta están enfrentándose al ataque de sendos lobos que los acometen y a los que repelen usando sus báculos como tremendos garrotes y lanzas.

Este episodio que se repetía en numerosísimas ocasiones no era el único peligro al que debían encararse los viajeros de aquellos tiempos. Había otros muchos: reptiles venenosos; lesiones varias del aparato locomotor; ahogados al cruzar ríos; lesiones que les infligían bandidos, etc.

De ahí la importancia de los hospitales ya que no sólo acogían a los afectados por estos problemas de viaje sino a quienes llegaban enfermos de otras causas y en muchos casos congelados en los gélidos inviernos, al extremo de que los hospitales de zonas con ese problema a partir del atardecer dan toques de campana para orientar a los peregrinos que podían perderse e incluso marcan con estacas el camino cubierto por la nieve, para hacerlo visible, todo ello sin contar el darles calor de hogar, proveer su alimentación cuando era necesario y no olvidar el cuidado escrupuloso de los pies con sufrimiento máximo en estas larguísimas andaduras para lo que se ofrecían baños de aguas calientes con plantas medicinales y el arreglo eficaz de los zapatos deteriorados, etc.

Importa no olvidar que el hospital que hoy nos ocupa en Ybañeta, del que se encontraron elementos arquitectónicos en excavaciones arqueológicas recientemente hechas, puede haber iniciado su existencia en el siglo XI y el otro hospital cercano, de Roncesvalles, funcionaba muy eficazmente según textos que avalan este aserto desde el siglo XII.

13 oct 2020 / 00:00
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