Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

La fundadora del convento de Carmelitas

Memorias de personas de bien. Las personas consagradas a Dios no acostumbramos a publicar nuestras Memorias, al parecernos demasiado pretencioso. Sin embargo, quien dirige tu espíritu a veces te lo pide, por considerarlo conveniente. Lo que el consagrado envía a su director espiritual, no suele publicarse; pero, con el tiempo, lo que no es objeto de confesión, llega a ver la luz.

Algo así aconteció con los 1414 folios de la Madre Mª Antonia de Jesús, fundadora del Carmelo de Santiago, escritos entre 1754 y 1755. Mª Antonia escribió sobre su vida cuando era seglar, y también durante su vida consagrada. En esta última, se refirió a “las luces y favores recibidos del Señor”. Ahora no sale a la luz lo que han dicho de ella, sino lo que ella misma escribió. De ese modo, su testimonio puede ser útil a quien lee sus escritos.

Una mujer en la vida ordinaria. Hija de un matrimonio de cuatro hijos, ante las duras correcciones de su padre, Mª Antonia veía todo como obra de Dios, que la iba haciendo madurar. Llegó a casarse en 1722 con Juan Antonio Valverde, de cuyo matrimonio nacieron un hijo y una hija; vivió con su marido y también lejos de él, pues este se marchó a Cádiz por tres años. Era remisa en acoger a quien llegaba a su casa en ausencia de su marido. Nuestro Señor Jesucristo era para ella el punto de referencia para su vida. Lo bueno que recibía lo consideraba un don del “Señor de su alma”.

La respuesta a la llamada de Dios. Llega un momento en que el marido y la esposa hacen el noviciado y profesan en una Orden del convento del Corpus Christi. Su hija Leonor ingresa en las Dominicas recoletas de Loeche, y su hijo Sebastián en el Colegio de San Esteban, de Salamanca. Le pedirá al Señor que le deje ir a predicar a Filipinas. Mª Antonia, en 1750, será priora de la comunidad carmelita de Santiago de Compostela, y vivirá consagrada a Cristo hasta su muerte, el 10 de marzo de 1760.

Los primeros años de vida en religión. Ante la soledad, confió siempre en la Virgen. Profesa el día de San José, y se encarga de la ropería, con gran paciencia. Al cambiar de director espiritual, se somete a su disciplina, y tanto destruye el relato de su vida, como lo vuelve a escribir, si él se lo pide. El Señor le proporciona una luz fuera de lo normal, elevándola a un alto grado de perfección. Aunque ella padece, Él la acoge en su corazón. Se le comunica incluso cuando está dormida, y está cerca si sufre.

Considera que debe hacer una fundación en Santiago, de cuyo lugar le ofrece una visión el Señor. Aunque su bienhechor D. Miguel quiere hacer las escrituras, el Secretario General no admite las condiciones, cosa que a ella la turba. Solo cuando la elijan priora conseguirá hacerlo. Su actitud, en medio del sufrimiento, la hace subir al matrimonio espiritual del que hablaba San Juan de la Cruz. Entra en su interioridad y se siente pecadora, a la luz de San Pablo, San Agustín y otros santos. En su camino hacia Dios, considera su alma como un huerto cerrado, y sellado con el sello del divino amor, acogiendo en ella las virtudes que el Jardinero celestial plantó.

Salida del convento del Corpus Christi, de Alcalá de Henares, hacia Santiago

El 5 de septiembre de 1748 sale hacia Santiago, pasando por Ávila, Medina de Rioseco y Valladolid. Seis compañeras y dos religiosos irán con ella. Saldrán hacia Astorga, para llegar a Santiago el día de Santa Teresa. Antes de entrar en su futuro convento, dedicado a la Virgen del Carmen, visitan a las señoras de San Pelayo y a las de Santa Clara. El 16 de octubre tomarán posesión. El arzobispo de Santiago era entonces Don Cayetano Gil de Taboada. Ella padece a solas, y reflexiona sobre los caminos de Dios. Una hermana de velo blanco le ofrecía cierto consuelo. Entran unas novicias.

Ante ciertos problemas, el Señor la consuela y le dice quererla allí. La eligen priora. Se muere su protector, D. Miguel, y se acoge en el convento a dos sobrinas del testador: la una profesa, y la otra lo deja, por estar enferma. Después tiene dificultades con la fundación. No es extraño, pues los planteamientos de los hombres son distintos de los que las almas consagradas a Dios tienen. De todos modos, no falta quien aliente al atribulado. Al fin, la palabra del Señor se deja sentir, y el consagrado encuentra la paz de su espíritu.

22 abr 2021 / 01:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito