La opulencia de los arzobispos de Santiago de Compostela en el siglo XV
Según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, la opulencia sería la “abundancia, riqueza y sobra de bienes” y la ostentación se trataría de la “magnificencia exterior y visible”. Su combinación ya se rastrea en las páginas de la Historia Compostelana, cuando se afirma que, en el transcurso de la primera mitad del siglo XII, el arzobispo Diego Gelmírez, “puesto que el palacio en el que vivía en Compostela no era suficientemente idóneo, y allí se reunían reyes, cónsules y otras personalidades, que acudían de todas partes a la ciudad de Compostela, convenía tener un palacio adecuado e incluso propio de un rey, como correspondía a un arzobispo de Santiago y legado de la santa iglesia romana. Y así construyó un palacio junto a la iglesia de Santiago, amplio y elevado, apropiado y regio, suficiente para acoger, como conviene, a un gran número de príncipes y de gentes”, añadiéndose que era “un palacio episcopal de triple bóveda con una torre”.
Con todo, las muestras de grandeza, lucimiento y boato del período gelmiriano, se convierten en nimiedades frente a la jactancia y vanagloria de los arzobispos de Santiago de Compostela del siglo XV desde el episcopado de don Lope de Mendoza (1400-1445). En este sentido, los interrogatorios generados en el contexto del litigio sostenido entre don Juan Pardo de Tavera, arzobispo de Santiago de Compostela, y don Alonso de Fonseca [III], arzobispo de Toledo, ofrecen la imagen de arquitecturas olvidadas, dañadas o destruidas durante los años de dominio de la ira “fusquenlla” (1466-1469). Con motivo de la conmemoración del trigésimo aniversario de la declaración oficial del Camino Francés de Santiago como Patrimonio Mundial de la UNESCO, traemos a colación dos monumentos vinculados al señorío compostelano, que los hermandinos y el tiempo transformaron en patrimonio invisible.
Por una parte, el doctor Pedro de Cisneros pregunta a los declarantes “si saben que los palaçios que dizen biejos donde agora es la huerta e xardin de los palaçios arçobispales de Santiago questan juntos a la iglesia al tienpo y saçon quel Rvmo. Señor Don Alonso de Fonseca, arçobispo que fue de Santiago y despues Patriarca de Alexandria ubo el dicho arçobispado de Santiago estaban llebantados e muy bien hedificados de obras curiosas y de grandes y fermosos edefiçios e que en ellos abia quatro quartos altos y baxos con sus salas, camaras y recamaras e sus corredores altos e baxos todo cubierto de madera dorada e pintada y entresuelos e caballeriças y bodegas y otras pieças ansi de serbicio como de aposiento y que a la parte de afuera azia donde agora esta el Gran Hospital Real tenia la dicha casa unos corredores de sol grandes e muy espaçiosos y en el patio a la una habia un çenadero grande y hermoso y capilla donde se dezia misa y el patio con sus naranjos e todos los suelos de las salas, corredores, patios y çenadero y capilla estaban ladrillados de azulejos y todas las paredes de la dicha casa pintadas de fermosas pinturas de pinzeles y que azia la parte de San Françisco en derecho adonde agora es el campanario de San Martin estaba en la dicha casa una grande torre que llamaban la torre nueba, la qual dize que hizo y hedefico de nuebo el arçobispo Don Rodrigo de Luna, que hera mayor, mas alta y mas fuerte que la torre de la Plaça mas que ninguna de las del cuerpo de la dicha iglesia de Santiago la qual tenia quatro sobrados y alderredor de las almenas tenia su corona y guirnalda labrada toda la dicha torre de piedra de grano y que tal como dicho es bino la dicha casa a poder del dicho señor Patriarca y la poseio muchos años y hasta que la derribaron y que por ser la dicha torre nueba tan fuerte el dicho señor Patriarca dormia en ella de noche e ansimismo doña Catalina su madre por estar seguros”.
Esta sorprendente descripción se completa con las declaraciones reunidas en las probanzas testificales. Así, por ejemplo, Pedro Gómez señala que “vido los palaçios arçobispales de la santa Iglesia de Santiago e que hera una de las mayores casas de todo el Reino de Galizia de aposientos y cosas con sus azulejos toda ella porque dize que tenia quatro quartos con una huerta de naranjos en baxo en el patio y entre los naranjos con sus carreras de azulejos e pintadas las paredes e sobre los dichos corredores abia aposientos de salas y camaras y chamineas”, agregando Gonzalo García de Vaamonde que “abia en el patio de los dichos palaçios de una parte un çenadero hermoso e el patio con sus naranjos debajo de los quales andaban pabones”.
¿Quién se imagina un gran palacio arzobispal sito en el corazón de Santiago de Compostela, de cuatro alturas, con edificios decorados con “pinturas de pinzeles” en su interior y azulejos vidriados en su exterior, con un claustro que incluía una capilla y un cenador entre naranjos y pavos reales, con una recia torre de cuatro andares, coronada con un pretil almenado, que un canónigo jacobeo calificaba como “una de las mayores casas de todo el Reino de Galizia”?
Por otra parte, yéndonos al “mar de Padrón” rosaliano, el doctor Pedro de Cisneros inquiere “si saven que la dicha Rocha Blanca de par de la villa de Padrón antes y al tienpo quel dicho señor Patriarca ubo el dicho arçobispado de Santiago e despues mucho tienpo estubo llebantada en pie y era casa fuerte y de plazer y la mas hermosa e deleitosa que abia en todo el reino e que tal bino a su poder y la tubo mucho tienpo e que abia en ella una bara de casa muy alta y muy fremosa con sus sobrados y rico aposiento, tellada, almenada y engalanada con sus casas y barbacanas alderredor y muchas torres, cubos y baluartes y garatas en la çerca todas almenadas y enguirnaldadas y labradas de piedra de grano y con sus puertas y conpuertas y ponte lebadizas y dentro y de fuera de la dicha casa abía muchos hedifiçios y aposiento y serbiçio altos y baxos, ricos y fermosos dorados y pintados e ladrillados todo el suelo de azulejos y con sus huertas, naranjales, bosque, fuentes y estanques y otras cosas para deleite y fortaleza y muniçion de la dicha casa”.
A su vez, Jácome Alonso recuerda que “tenia tres torres alderredor e que hera çercada alderredor de una çerca e que la dicha çerca e torres hera todo ello almenado alderredor, no se acuerda el testigo de que piedra hera e que el dicho testigo bido que tenia dentro casas e salas, no se acuerda que tantas heran, e dize que hera de dentro ladrillada por algunas partes de ladrillos de colores blancos e colorados por el suelo e que de la otra parte tenia naranjos e una fuente que traian del monte por canales de madera que benia alta, altura de una lança, e dize el dicho testigo que la bido ansi como dicho tiene en tienpo del arçobispo don Rodrigo de Luna y que tanbien la bido ansi estando en Santiago don Alonso de Fonseca”.
¿Cuánta suntuosidad en una fortaleza que contaba con una torre circular encalada, decorada con azulejos coloreados y vidriados originarios de los alfares valencianos, con una cerca perimetral reforzada con torreones adosados, una barbacana y un foso salvado con un puente levadizo, que atesoraba en su interior un bosque, huertas y naranjales, una fuente y un estanque, elementos que, como sintetiza Alonso de Jesús, convertían a esta “casa fuerte y de plazer” en “la mas fremosa casa que el testigo cree que abia en Galizia entonçes”.
Como anécdota y conclusión, recuperamos una carta que don Lope de Mendoza escribió al rey Alfonso V de Aragón, sobre las cualidades de los “alanos e sabuesos” que el arzobispo de Santiago de Compostela criaba en la Rocha Blanca de Padrón. Se habían terminado las existencias de alanos “fechos e encarnados”, que se había llevado el infante Enrique de Trastámara, gran maestre de la Orden de Santiago, cuando había peregrinado al santuario compostelano. Contaba con una camada reciente [“son nuevos e non encarnados”], que una vez “sean bien encarnados”, serían enviados “a la vuestra merçed por la mar en el primero navío que de aquí fuese a Valençia”. ¡Ultreia et Suseia!