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La otra pandemia

    EL AZOTE de esta pandemia que no cesa, esparciendo por el mundo dolor y mortandad, trae, cada día, a nuestras mentes, el fantasma del miedo, la incertidumbre y la inseguridad. Enemigo mortal y poderoso, el virus que nos ataca ensombrece nuestras vidas, daña la economía y arruina cualquier previsión de bienestar. Ya se escuchan voces apocalípticas que excitan los miedos, encienden las alarmas y quieren ver en esta pandemia una plaga punitiva; algo así como aquellas que recoge el relato bíblico, acaecidas en el antiguo Egipto. Tal es la desesperación y el desconcierto que se ve cómo el hombre, tan suficiente y poderoso él, llegado el momento, se vuelve hacia la autoridad divina y pide, sin pedir, el fiel socorro y la sanación del miedo. El hombre teme a todo lo que hiere y duele, y a lo desconocido. Más tranquilo y trascendente estaría, si se dedicara a poner en claro sus ideas y a meditar cómo su ser es antológicamente bueno y solo deja de serlo, cuando su moral contradice a sus conciencia y obra el mal, lo que le hace moralmente malo. ¿A qué, entonces, tanto miedo? El COVID-19 es una plaga, como son todas las pandemias que en el mundo han sido. Pero hay otras muchas calamidades que, sin ser de naturaleza vírica, erosionan la vida en paz a que aspira el hombre. Las lleva incrustadas en su ser, generadas por su propia voluntad y crea hábitos que son vicio y rebeldía. Es el ser humano enfrentado a su propia felicidad por culpa de sus malas obras. Es una guerra de conciencia, facultad indeleble y jueza soberana de todo delito. Pequeñas plagas que amasan el dolor y lo endurecen, a medida que van en aumento los errores en los que el hombre se envuelve y se queda empantanado en la miasma del placer y el egoísmo y no reacciona. Señalemos el odio y la venganza, la soberbia y la tiranía, la avaricia y la injusticia, la mentira y el engaño, la envidia y el rencor, el maltrato y el hedonismo. Todas estas condiciones negativas, y otras más, son las que crean, en el ser humano, un comportamiento de confrontación, desafío e indisciplina ante la naturaleza, la secretaria de Dios, que dijo el místico. Y no es así. Las catástrofes humanas son del hombre y no de Dios. Dios no se dedica a promover matanzas. Es el hombre, en sus afanes de grandeza, quien declara las guerras, manipula biología y química, vive endiosado en sus pretensiones de inventar la vida, que ya está inventada, agrede a la naturaleza y sus leyes, provocando la otra pandemia. La que pertenece al orden de la ley moral.

    15 feb 2021 / 01:00
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