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Obradoiro. Los caminantes pasaban sus vacaciones familiares en la Ruta // Madrileños, catalanes y una polaca unidos por el Camino TEXTO Andrés Bernárdez

Llega a Santiago tras ‘ocho años’ caminando una familia francesa

Se está acabando el verano, pero el gotero de peregrinos continúa incansable. Ayer una ligera llovizna humedecía las piedras del suelo del Obradoiro, aunque esto no fue suficiente para espantar a los muchos peregrinos que, un día más, se dieron cita allí para celebrar su logro.

Entre ellos familias, lobos solitarios y grupos de amigos que vieron en el Camino una oportunidad única para pasar tiempo de calidad juntos. De quienes ayer se sacaban fotos delante de la Catedral, sorprende una familia con una historia de peregrinación un tanto curiosa. Son franceses, y en total recorrieron cerca de 1.500 kilómetros caminando desde su pueblo natal.

La peculiaridad reside en que este asombroso camino les llevó ni más ni menos que ocho años. Los Caminantes decidieron repartir la Ruta en periodos de ocho días, que realizaban durante sus vacaciones familiares anuales. Cada año viajaban hasta el lugar en el que lo habían dejado para continuar desde allí. Algunos de los integrantes del grupo ni siquiera se acuerdan de la primera vez que se pusieron las botas de caminar debido a la corta edad que tenían, por lo que ayer todos celebraban orgullosos la conclusión de esta gran aventura.

Ya un poco más tranquilo tras el ‘subidón’ inicial, el patriarca se apoyaba en el inglés de uno de sus retoños para explicar que su intención es pasar un par de días en Santiago. Después, cogerán un vuelo de vuelta a casa. “Como dato curioso podemos contar que hace cinco años nos encontramos a unos peregrinos con los que volvimos a coincidir el año pasado. Ellos repetían Camino y nosotros aún seguíamos realizando el mismo”, explica el padre.

Cuando muchos visitantes se repartían ya por los restaurantes del Franco en busca de un lugar en el que comer, en el centro del Obradoiro un numeroso grupo de peregrinos llamaba la atención por su euforia. “Aquí cada uno viene de un sitio diferente”, explicaba una de las peregrinas. “Yo soy catalana, por allí tenemos a varios madrileños, andaluces y hasta una polaca”, destacaba otro integrante.

Todos comenzaron la ruta en solitario o en pareja, aunque a lo largo de los días la Ruta los fue uniendo hasta llegar a formar un grupo muy heterogéneo, pero también muy unido. “Venimos juntos desde Sarria, la experiencia fue espectacular, pero lo mejor fue la comida al entrar en Galicia”, señalaba un peregrino antes de ser interrumpido por otro compañero, “¡lo mejor las borracheras al terminar las etapas!”, le gritaba desde lejos.

Otro lugar de excepción para quienes les guste sentarse a observar la gran variedad de personajes que alcanzan cada día la ciudad es la Oficina del Peregrino, por donde pasan buena parte de quienes alcanzan la meta. Allí, sentados y matando el gusanillo con una botella de zumo y un poco de pan, Conor y Marc, dos caminantes holandeses llegados desde Saint-Jean-Pied-de-Port, esperaban su tuno para recoger la Compostela. “Lo que más nos llamó la atención fue el espíritu de ayuda al peregrino que se vive en todas las etapas del Camino”, explicaban.

Señalaban, en especial, un suceso que los marcó y que se llevarán de vuelta a casa: “No recuerdo en que pueblo sucedió, pero llovía muchísimo y nos quedamos sin sitio en el albergue. No sabíamos dónde dormir y al ver nuestra situación, el encargado del hospedaje nos llevó a una iglesia en la que pudimos pasar la noche envueltos en nuestros sacos de dormir”, concluyó el holandés visiblemente emocionado.

28 ago 2020 / 00:30
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