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Loa a una vida sabia, plena y buena, bella

    Pasaron los días, vuelve el buen tiempo, pasó el invierno y la oscuridad. Vamos a la normalidad. Es el nuevo himno, símbolo de otra era, fin de una pesadilla, un canto a la vida en plena primavera. Falta ponerle banda sonora. La primavera de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi sería muy básica, a no ser que le demos un toque moderno, o un invento “post” de los de ahora. Menos bucólica y más lejana sería La consagración de la primavera de Stravinsky, más transgresora y acorde con los tiempos de ahora. Aunque, pensándolo bien, basta respirar aires de nuestra campiña, de la mano de la 2ª Sinfonía de Andrés Gaos En las montañas de Galicia. Entre alboradas y muiñeiras, con un lenguaje entre la tradición y la modernidad, remite a un mundo de recuerdos, una tierra vista, imaginada o recreada desde otra lejana mirada. No sé si así el fotograma o nuevo lienzo cobraría más vitalidad, pero tratándose de acompañamiento musical, siendo bueno no puede ir mal. Aun así, no olvidemos que hay bordes y lindes. No vaya a ser que los rebasemos y todo quede en un ensueño de algo que no se convierta en realidad.

    Adormecidos o reprimidos, pensamientos e historias que cada uno lleva dentro, cual caracoles que salen al sol, ahora comienzan a aflorar relatos de episodios reales, de los de verdad, que salen solos y no por empeño de los medios o por forzar justas reivindicaciones, ni dar voz de alarma ante la adversidad. Pienso en todo y pienso en nada, porque hay tanta carga de vida acumulada, arrastrada o metida en esa mochila al borde del desborde, que difícil resulta retener ya apenas nada. Además, reflexionemos: ¿para qué? Es pasado. ¿Se puede cambiar? Depende, quizás. Más bien, me temo, reinterpretar. Algunos ya lo han hecho en apenas días. A otros les costará más, porque seguirán viendo los efectos de ese algo que ya pasó y sigue estando. Ha aflorado también un arsenal de nuevas habilidades. Llama la atención el mundo de emprendedores de todas las edades, o el de reinventados actores que, puestos a prueba, han sabido y querido y podido, activar su lado creativo. Son, o quizás sean ya, ejemplos a imitar o animar -que todo hace falta- para toparse con el perfil amable de una tragedia mundial. Verdad hay en ello. Las mejores obras de arte, refrendadas por la legitimidad que les otorga el paso del tiempo y no tanto por empeño de su hacedor, el esfuerzo del mecenas o el de instituciones con fecha de caducidad, proceden de escenarios de hecatombes de calibre o de crisis individuales.

    En resumen, unos dan por perdidos años, o toda una vida y sale el lamento. No es para menos, pues la embestida ha sido grande y los horrores y secuelas se ven tan cercanos, tan en uno mismo, que ni falta hace poner el pie en la calle. Otros, aun mirando con recelo, sacan beneficio de la productividad y aprendizaje que les ha proporcionado súbitamente este mal sueño. Incluso auguran, esperan -y comprenden ahora- que les servirá como lección de vida, bien aprendida de aquí a la eternidad. Ojalá. Vamos, o ya estamos, hacia la normalidad. No sabemos si a la vieja, a la nueva o a eso que nadie sabe qué es en sí misma la normalidad. No es un problema de la RAE, ni de limitaciones lexicográficas. Es cuestión de más calado que, por mucho que se analice, no llegaremos a precisar. Se abre la veda. Buena noticia. Hora era. ¡Albricias! Y con ello, nuevos hábitos, nuevos planes. Despertar del letargo, airearse, ir y venir. O permanecer sentados dejando volar la mente con sugerentes lecturas (no de cocinillas ni de prensa rosa ni amarilla) sino de los clásicos de antes, o los de ahora, que lo serán. O recorrer escasos metros para dejarse embaucar por el arte de plazas, parques, monumentos... ¡Tierna y esperanzadora estampa ver, guía en mano, a quienes miran absortos el Pórtico de la Gloria, descubriendo un paraíso multicolor y de rebosante belleza!

    Si para todo esto y más, ha servido este santo -o maldito, para algunos- “castigo divino”, esta prueba o este sinsentido, bienvenido sea. ¡Viva la belleza genuina, natural o artesanal: la insondable bondad de la vida! Suerte tenemos por poderla apreciar, viendo cómo otros traspasan en segundos el sutil umbral... Pero es un paso más. Forma parte de un final y el inicio de una existencia que, seguro, no defraudará a quien supo caminar ya antes con sabiduría y bondad. ¿Se entenderá más allá en qué consiste la “normalidad”? Con sus notas y vivencias, empiécenos a relatar, maletín a un lado, pluma en mano, comience ya...

    Dedicado a D. José Carro Otero. Q.E.P.D.

    26 abr 2021 / 01:00
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