Lobos solitarios en el Camino

Belgas, alemanes e italianos son los que más abundan estos días en la plaza del Obradoiro. El punto de encuentro de todos los Caminos se llena de peregrinos que, tras dar saltos de emoción, llorar, o abrazarse, caen rendidos en el suelo para observar la grandiosidad de la Catedral.

Ayer muchos de ellos hablaban de la soledad con la que, voluntaria o involuntariamente, vivieron su camino. Varios visitantes coincidían en que el Camino supone una oportunidad única para desconectar de la vida cotidiana y, quienes llevaban más tiempo fuera de casa, hacían hincapié en los efectos curativos de esta experiencia que consideran vital y que es cada vez más popular entre los visitantes europeos.

Uno de ellos es Daniel, que asegura haber escapado de las grandes concentraciones de peregrinos. Explica que, aunque al final de cada etapa intentaba conocer gente nueva, evitó unirse a un grupo que le impidiesen caminar a solas con sus pensamientos. “Hace años hice el Camino del Norte, pero este año tuve una experiencia mucho más interesante. Es cierto que en los últimos 150 kilómetros me encontré a bastante gente, pero antes de eso estuve dos semanas andando prácticamente solo”, señala.

Junto a él, descansan en el suelo de la céntrica plaza Romain, Naomi y André, tres peregrinos a los que conoció durante la Ruta y que dan fe de su apego a la soledad. Daniel se justifica, “la sociedad te dice que necesitas un trabajo, algo que te dé un mínimo de seguridad. Pero en el Camino eso no existe, solo vives el día a día. La vivencia de caminar solo es una forma de tener tiempo para conocerse mejor”.

Pero el alemán no es el único que decidió aislarse para vivir una experiencia más intensa. Fran, Abel, Manuel, Juanfran y Alberto son cinco amigos afincados en Madrid que, pese a compartir vivencias durante la mayoría de su viaje, en determinado momento decidieron separarse para cubrir una etapa en solitario. “Queríamos saber lo que sentían todos esos alemanes y belgas que vienen solos. La verdad es que es una experiencia diferente, piensas más, vas más rápido y tienes más tiempo para pararte a tomar una caña”, cuentan.

El grupo decidió hacer coincidir sus vacaciones para embarcarse juntos en esta aventura. El camino les pareció la alternativa “más segura”. Finalmente, confirmaron estar en lo cierto. El grupo explica que les sorprendió las medidas de higiene y seguridad que encontraron en los albergues y destaca la tranquilidad que ofrece caminar solos por caminos naturales “sin cruzarte con nadie en kilómetros”.

Se trata de un comentario habitual entre muchos peregrinos, también extranjeros. Charlotte, una danesa de 59 años llegó ayer a Santiago tras más de 3 semanas caminando junto a su hija, Luisa, desde Saint-Jean-Pied-de-Port. “Lo hicimos porque queríamos pasar tiempo juntas antes de que se fuera a la universidad”, explica. Ambas reconocen que tenían dudas sobre la viabilidad de viajar a España por la crisis del covid. Admiten que estaban condicionadas debido a las noticias desfavorables que llegaban a su país, aunque finalmente, la realidad no fue tan dura como se pintaba. “Ahora creo que muchas de las informaciones que nos llegan están exageradas. Intentamos protegernos lo mejor posible, pero lo cierto es que tanto en albergues como en restaurantes notamos mucho control. No hay razones para tener miedo”, aseguran.

Ambas se quedarán en Santiago un día más para visitar la ciudad. Después, les toca volver a su país natal, donde Luisa estudiará Negocios Internacionales lejos de su madre. “De esta experiencia me llevo el haber conocido a gente de todo tipo. Hay mucha diversidad en el Camino, personas de muchos lugares y con pensamientos muy diferentes”, concluye la joven.