Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Equipo de
INVESTIGACIÓN

El vecindario añora “la vida que aportaban al barrio” // Señalaron no haber vuelto a verles desde marzo, aunque los casos de covid bajasen significativamente en verano

A los tres meses que aguantamos confinados, como consecuencia de la crisis sanitaria provocada por el covid-19, se suman hasta ahora otros cuatro para todos los pacientes del Hospital Psiquiátrico de Conxo, quienes llevan sin pisar una calle más de medio año. Vecinos y trabajadores del barrio confesaron añorarles, afirmando su relación e incluso cuestionando si el centro, último manicomio de Galicia, es la “solución” que necesitan.

La rúa Campo de Conxo, cerca de esta institución tan controvertida, se ha vuelto fría. El rocío, transformado a veces en lluvia, salpica los adoquines de una calzada que cuenta con menos tránsito del habitual. Las charlas residenciales son disipadas por el ruido que emiten los operarios y sus excavadoras, encargadas de una reforma urbanística centrada en remodelar la antigua plaza, contigua al centro. Es otoño. Desde octubre faltan hojas en los árboles. Desde marzo se ausentan los enfermos mentales que solían pasear allí.

Normalmente, aquellos considerados “aptos” podían salir al exterior del recinto sanitario para tomar una bocanada de aire fresco y socializar con la comunidad, como si fuesen uno más. Esta libertad era temporal y limitada: debían cumplir el horario establecido e ir siempre a zonas próximas del psiquiátrico. Algunos aprovechaban sus horas para tomar algo. Otros fumaban. Cuando se decretó el Estado de Alarma todo desapareció. Desde entonces, ningún vecino les ha vuelto a ver.

El portalón principal permaneció cerrado durante el tiempo que duró el enclaustramiento, así como otras entradas anteriormente accesibles al público. Una vez abrió, tras el término de este, parecía que sus inquilinos saldrían escopeteados y se pedirían aquellos cafés, limonadas o bocadillos que solían comprar en los establecimientos locales. No fue así.

Esta tónica contrasta con la realidad acontecida algunos días de verano. Jornadas con menos de 10 casos positivos por coronavirus en el Área Sanitaria de Santiago de Compostela, cuya estructura organizativa de xestión integrada (EOXI) incluye a una población total de 450.136 habitantes registrados con tarjeta sanitaria a diciembre de 2014, última vez que se actualizó esta información en su página web.

Pese a lo que pueda parecer, antes del confinamiento predominaba la tranquilidad en el barrio. Aunque hubiese algún incidente puntual, no siempre culpa de los pacientes, sus habitantes convivían en harmonía, habiéndose adaptado desde críos a este escenario: algunos acostumbraban pedir dinero para permitirse comprar algo, otros lo ganaban aparcando coches en el parking (ahora también levantado por la obra ). Nadie hacía daño, pero todos buscaban ser libres.

RELACIONES VECINALES. “Ahora que por el coronavirus les han encerrado y la verdad es que se les echa muchísimo de menos”, manifiesta una dependienta del Autoservicio Conxo, un ultramarinos que funciona como frutería, pescadería, carnicería y charcutería, entre otros, ubicado en la Rúa Campo de Conxo a pocos metros del reconocido hospital psiquiátrico.

Allí acudían rutinariamente los dolientes mentales, asegurándose de llevar consigo el dinero que obtenían por la calle para poder adquirir distintos alimentos y bebidas disponibles en esta pequeña tienda. Con la inocencia propia de cualquier niño, algunos incluso dejaban propinas de céntimos (aquello que les sobraba). Pasados unos días, si se veían apurados, utilizaban estas como descuentos, reclamándoselas a los trabajadores o incluso solicitando que se las devolvieran.

“De los que no estaban encerrados salían casi todos’’, explica su compañera, destacando que “muchos están ahí por drogas o alcohol”. Según esta profesional, era frecuente verlos en cantidad: “Sobre 20 o 30 solían deambular por la plaza y los comercios más próximos al área residencial”. El tiempo hizo que fuesen creando vínculos más estrechos con ellos, conociendo sus gustos, aprendiéndose sus nombres y observando determinadas carencias.

Muchos de estos pacientes se quejaban fundamentalmente de tener hambre, según estos testimonios, algo incomprensible teniendo en cuenta que dentro del complejo deberían poder satisfacer sus necesidades alimenticias. En este sentido, la sorpresiva visita que realizó el Defensor del Pueblo en 2018 ya había puesto de manifiesto la “distancia excesiva” entre las cenas y los desayunos del centro, cuyo intervalo superaba las 12 horas.

“A veces llegaba para abrir a las 17.00 y tenía esperando en la puerta a diez personas”, señala en esta línea la primera fuente entrevistada, destacando que estos le decían “no tenemos nada, danos un bocadillo”. En otras ocasiones acudían para consumir algún refresco o alguna pieza de fruta: “A mi no me cabe en la cabeza, se supone que esa es su casa, no es normal que no tengan algo para llevarse a la boca”.

En la misma vía, un poco más adelante, se encuentra el café bar A da Chara, un antiguo establecimiento también frecuentado por los usuarios del Hospital Psiquiátrico de Conxo, donde a menudo pedían cafés o pillaban tabaco. “Solían venir bastante y la verdad es que le daban mucha vida”, relata su dueña, afirmando que “sí se nota su ausencia”.

Allí diariamente entraban muchos de ellos, lo que hizo que también se crease una relación con el resto de vecinos, quienes destacaron que “en general son muy educados” pese a que algunos días pudiesen estar “algo rebotados”, pero como cualquier otra persona. Un factor vital de esta unión es, lamentablemente, el tiempo que los enfermos están internados en este centro: una estancia media de 14,2 años, según se constató en la última inspección.

Esta cifra “tan elevada” ha hecho que algunos se convirtiesen en caras conocidas del barrio. “Ya son como de casa, tenemos una amistad porque se les coge cariño”, señala la propietaria de esta cafetería, que lleva allí diez años, reconociendo que varios aún están en la institución: “Tenían unas horas de entrada y salida pero había muchísimos de ellos que estaban solos (hecho que también reconocieron las dependientas del ultramarinos) y comían aquí”.

Sobre los “líos” que pudieron propiciar alguna vez, estas fuentes prefirieron no entrar en detalle: “Hubo algún pequeño problema, pero no quiero comentarlo porque saldría en el periódico”.

¿DEBEN ESTAR AHÍ? Frente al Hospital Psiquiátrico se encuentra el Centro Sociocultural Aurelio Aguirre, entidad que realiza numerosas actividades a las que (antes del covid) iban algunos pacientes, tales como talleres de recorte y confección, informática, pilates o yoga, entre otros. “Aquí ven xente de maneira totalmente normalizada, son como calquera máis”, comenta Xulio Noia, director del centro, destacando que “antes a maioría saían libremente e se repartían pola cidade según os seus gustos e preferencias”.

Además de todas estas ocupaciones, también organizan en navidad una exposición colectiva de los trabajos que distintos usuarios elaboran a lo largo del año. A sabiendas de que este igual no se puede celebrar, la tradición era realizar una especie de “mercadillo” con todos los productos manufacturados para venderlos a cambio de “algo simbólico” y poder hacer una cena o una fiesta para todos ellos.

“Moitos deles forman parte deste barrio, todo o mundo os coñece”, afirma Noia, explicando que “varios veciños o sobrelevaban peor porque algúns eran moi efusivos pedindo sempre, pero outros vamos, se me dis a min non sei diferenciar o cordo do que está en verdade sano”.

Aun así, algún que otro percance ocurre de forma esporádica. Según este testigo, siempre hay alguien que escapa, haciendo que la Guardia Civil deba acudir a los alrededores del municipio para localizar al fugado, que posteriormente es devuelto al psiquiátrico. En este sentido, la última desventura la habría producido antes del confinamiento uno de ellos, tras amenazar a la dueña del estanco con un cuchillo.

Estos conflictos puntuales rodean un debate en el que seguramente muchos vecinos hayan participado alguna vez: ¿Es normal que salgan sin supervisión? Y especialmente, tras los avances en el campo psiquiátrico: ¿Deben estar ahí? “É moi difícil, algunhas persoas que están aí levan tantos anos que non concibirían outro tipo de vida normalizada fóra deste, opina el director, señando que “o peor ven de fora, as drogas e este tipo de sustancias que lles chega a eles, porque aí hai drogadictos e moita xente enganchada”.

La sugerencia que fue enviada en su momento (hace ya dos años) al manicomio, después de la inspección realizada por el Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, vinculado al Defensor del Pueblo, debían haber supuesto una inflexión hacia la modernización y la mejora del tratamiento, con el objetivo de beneficiar a sus receptores. Sin embargo, según la web de este comisionado, hasta ahora esta recomendación ha sido “aceptada, pero no realizada” por parte de la Xunta de Galicia y el Sergas.

“Isto é un proxecto a extinguir, na parte ambulatoria hai moi pouca xente que entra aí, eu diria que lle quedan anos contados”, manifiesta por su parte Xulio Noia con relación al futuro de este centro, apuntando que “existe un problema xeral dende o punto de vista sanitario que afecta no plano da saude mental, o foco está aí (comenta refiriéndose a nuestra sanidad) e ese conflito vai repercutir na nosa sociedeade”.

dolencias psíquicas
¿Cuantos afectados hay en galicia?

··· Los últimos datos emitidos por la Federación de Asociaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Galicia (Feafes) señalan que 66.748 personas poseen un certificado de discapacidad por enfermedad mental en nuestra comunidad, principalmente relacionados con trastornos de afectividad (53%). Estas son en gran medida mujeres (60%) y mayores de 59 años (57%).

Según esta información, los dolientes se concentran en la provincia de Pontevedra (28.160), seguida por A Coruña (25.076), Lugo (7.353) y Ourense (6.159). En este sentido, las causas de estas minusvalías fueron esencialmente físicas (55%), aunque las enfermedades mentales ocuparon el segundo puesto (18%). Tras ellas, las incapacidades sensoriales (14%) e intelectuales (13%).

inspección sorpresa
un centro “obsoleto”

··· Sin datos exactos desde la Consellería de Sanidade, se estima que actualmente 200 personas reciben tratamiento en el Hospital Psiquiátrico de Conxo, que saltó a la fama durante 2018 tras haberse demostrado “una serie de irregularidades” en una inspección realizada por el Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, vinculado al Defensor del Pueblo.

··· A lo largo de la visita, que tuvo lugar aquel 29 de noviembre, cinco profesionales se presentaron sorpresivamente en estas instalaciones. Allí se entrevistaron con miembros del equipo directivo, trabajadores sanitarios y los restantes empleados. Además, indagaron en los expedientes e historias clínicas de cada paciente, teniendo también citas privadas con estos.

··· Algunas de los aspectos más relevantes y preocupantes que pudieron observar los dos días que llevaron a cabo esta supervisión, incluidos posteriormente en un informe que abordó posibles soluciones para cada uno de esas carencias fueron, por ejemplo, la insuficiencia general de recursos adecuados para la atención de los pacientes; o la ausencia de un registro que incluyese sus historiales legales y administrativos.

··· Asimismo, también constataron el estado “obsoleto” de estas instalaciones cuyas habitaciones mostraban “aspecto impersonal” sin enseres ni pertenencias; casos de sobremedicación; falta de cámaras en las habitaciones; carencias de personal; o las denuncias de algunos enfermos por haber sido castigados mediante “contenciones mecánicas”, entre otras cuestiones.

tras 135 años
los inicios del manicomio

··· Antes de este sanatorio, los gallegos “habían sido muy tolerantes con las personas que presentaban dolencias mentales”, quienes normalmente vivían libres aunque, en ciertos casos, llegaban a ser encerrados en la cárcel. El manicomio de Conxo se inauguró en julio de 1885, siendo el único de toda la comunidad hasta 1953 y nuevamente desde el pasado 2012, cuando cerraron los centros psiquiátricos ubicados en Castro de Ribeiras do Lea (Lugo) y Toén (Ourense).

··· El complejo fue construido en el extremo conventual del Monasterio de Santa María, una parte que permanecía inhabilitada, cuando era arzobispo Miguel Payá y Rico. Para llevar a cabo su ejecución se compensó a los monjes mercedarios, anteriores dueños del inmueble, reformando y reacondicionando el Monasterio de Poio, su nuevo hogar, además de darles una indemnización por este traspaso.

12 oct 2020 / 00:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
TEMAS
Tema marcado como favorito
USC
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.