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María Z

Hace muy pocos días les hablaba de ella. Comentando un libro de Vanessa Montfort, les decía que las había conocido a las dos, juntas, en la promoción literaria que habían hecho de los Premios Ateneo de Sevilla de 2010. Vanessa había ganado el senior. María Zaragoza (pues de ella se trata, hoy), del notable y cervantino sitio de Campo de Criptana, se alzó con el Ateneo Joven por Dicen que estás muerta. Sin conocerlas previamente, me habían parecido algo como un milagro. Conjunto. Impresionante. Me quedé con el modo de expresión de las dos. Y luego medité en cómo había tenido tanta suerte de haber sabido, de una sentada, de ambas muestras de genio tan dispares, y, sin embargo, con tantos puntos en común. Ahora mismo, sin ir más lejos, militan en el colectivo artístico Hijos de Mary Shelley. Desde entonces, logré tener más contacto con María que con Vanessa (ésta solía residir en Nueva York, ciudad a la que voy sólo cada diez años; a Sevilla voy anualmente, a la entrega del galardón ateneístico), y fui consciente de sus progresos, sus andanzas como residente, primero, y tutora de literatura, más tarde, de la Fundación Antonio Gala. Y de las joyas que publicaba de vez en cuando, como aquél glorioso y nunca bien ponderado Avenida de la luz, o como Sortilegio. Pues bien, señoras y señores. Nuestra amiga ha vuelto a publicar. Y a coronarse...

BABA YAGÁ. Este nombre les suena. Seguro que sí. Sobre todo, si son aficionados a la música clásica. ¿Recuerdan Cuadros de una exposición, de Modesto Moussorgsky? Ahí lo tienen. El compositor titula así una de las piezas, que hace referencia a un mito popular del folklore ruso. Y María lo utiliza para bautizar su última narración. Se trata de un cuento. Lo ha publicado Aristas Martínez, y lo ha ilustrado, con un lujo insólito, El Rubencio. Me atrevería a decir que es un cuento clásico, en el sentido de que está destinado a ser, desde el principio, un arquetipo. Porque uno comienza a leer y detecta elementos que están integrados o implícitos en legados anteriores. Por motivos que, confieso, son, simplemente, afectos personales, uno ve, claramente, referencias a lo más duro de Jack London. Sí. El de Las muertes concéntricas, por poner un ejemplo. Y ve excelentes distopías de los tiempos presentes. Concretamente una, tremenda y enormemente efectiva, incluida en la serie Black Mirror, donde las abejas han de ser sustituidas por otras mecánicas (aunque en este caso no sean abejas, sino pájaros). Y cómo nada es lo que parece. Y cómo, al final, nos quedamos con una sonrisa de oreja a oreja, absolutamente maravillados... Sí. Por la gloria inmensa de ver la belleza en estado puro...

28 dic 2020 / 00:00
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