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ENTREVISTA
Daniel C. Lorenzo Santos / Director de la Fundación Catedral de Santiago

“Me temo que aún queda mucho para considerar concluida la restauración”

Para situar a nuestros lectores, ¿qué función realiza la Fundación Catedral de Santiago que usted dirige?

La Fundación Catedral de Santiago, creada por el Cabildo en el año 2006, centró su actividad en la procura de medios en orden a la mejor difusión y exposición del patrimonio cultural que atesora. Lo que decantó en acciones que hoy nos pueden parecer discretas pero que supusieron un impulso notable en su momento. A partir del año 2008 se produjo una cierta parálisis y, por otra parte, la aprobación del Plan Director de la Catedral, elaborado gracias a la colaboración de la Consellería de Cultura y la Catedral, puso en evidencia el estado real en que se encontraba la Basílica y el edificio claustral. Se plasmaban en un documento técnico las prioridades que debían definir y orientar los afanes del Cabildo.

Ante retos que se presentaban como auténticas emergencias y la necesidad de acometerlos con rigor y criterio técnico, se estimó que la fundación podría convertirse en un instrumento eficaz siempre y cuando se la dotase de los medios necesarios. Realmente apenas si hubo que retocar sus estatutos por lo que se refiere a los fines, que ciertamente se aquilataron y precisaron; lo verdaderamente importante era residenciar en la fundación las que entonces llamamos oficina de gestión (que debía ocuparse de procurar una administración rigurosa y eficaz) y oficina técnica (encargada de la elaboración de estudios, proyectos y seguimiento de obras); andando el tiempo, y dado el desempeño que han realizado y asumido, comenzamos a denominarlas internamente: Casa de la Fábrica. En efecto, el oficio y competencias que históricamente desempeñaron los fabriqueros con sus equipos concentraba el quehacer de la Fundación. Así como la difusión y ordenación de la acción cultural que incluía la gestión del Museo y otras acciones de carácter temporal.

Estimo que, a la vista de los resultados: sensibilización y necesidad de dedicar medios a la restauración/rehabilitación, producción de proyectos, elaboración de estudios, supervisión y coordinación de equipos, contratación de obras... se puede valorar positivamente su gestión.

Los compostelanos hemos asistido año tras año a la ingente cantidad de obras realizadas dentro y fuera de la Catedral. La diferencia es asombrosa. ¿Qué destacaría como hito más relevante?

A mi parecer, y aunque pueda parecer prosaico, los hitos fundamentales, sin los cuales nada de lo realizado, o muy poco, hubiera sido posible, vienen señalados por los convenios con la Fundación Barrié, que consumó la restauración del Pórtico de la Gloria; el convenio plurianual con el Consorcio, que permitió afrontar las primeras fases de la restauración de la fachada del Obradoiro, y los convenios que suscribieron el Ministerio de Hacienda con la Xunta de Galicia y la Administración autonómica con nosotros, que garantizaba los recursos económicos necesarios para proyectar un programa de restauración ambicioso como el que estamos finalizando. En éste último caso, el Gobierno de España, siendo presidente D. Mariano Rajoy, y la Xunta arbitraron un modelo de colaboración en el que la Fundación Catedral asumía la gestión de las obras, asistida y tutelada por las comisiones que los convenios establecieron. Comisiones en las que han desempeñado una función destacada tanto los representantes de la Consellería de Cultura como los designados por la Fundación Catedral.

El inmenso trabajo realizado en el Pórtico de la Gloria asombra y admira. ¿Qué podría usted decir sobre los artífices de esta asombrosa vuelta a los orígenes?

Si me permite una precisión, estimo que en la restauración del Pórtico no se produce una vuelta a los orígenes, eso es imposible. Lo que se ha procurado es recuperar en lo posible, sin adición de pigmentos, la policromía que se conservaba sin destruir la que en cada punto era visible, ya fuese de la primera o ulteriores capas con las que el conjunto monumental fue enriquecido.

Y digo enriquecido, no ya por la costosa y brillante primera policromía, sino por la convicción propia de aquellos momentos históricos en los que la escultura carecía de alma si no recibía el aliento vital que proporcionaba el color.

Por ello consolidar y restaurar esa policromía tiene un valor patrimonial incalculable, aunque demande especiales y atentos cuidados en su conservación. Los equipos, laboratorios, estudios, especialistas en tantos saberes, técnicos e instituciones que trabajaron en el Pórtico nos han regalado un tesoro que en su “descubrimiento” exigió una importante inversión económica y una excepcional dedicación y empeño de saberes y habilidades; un trabajo de primer orden que a todos nos obligó a derrochar paciencia.

Durante décadas algún notable arquitecto sostenía que el principal problema de la Basílica eran las filtraciones de agua, ¿cómo fue posible superar este gran escollo?

Realmente en Santiago de Compostela los efectos de las lluvias que nos riegan con abundancia y sobreabundancia a lo largo del año, potenciadas por los recios vientos del sur o suroeste, provocan problemas de conservación en todos los monumentos. Recuerdo como en el año 2009 se trataba de valorar la incidencia de la humedad por capilaridad en el Pórtico (realmente poco significativa); unos meses después se estudiaba y evaluaba la repercusión en ese ámbito de las entradas de agua por otras vías, a lo que se denominó humedad por “capilaridad-gravedad”, fijándose muy concretamente en las cubiertas sobre el Pórtico y terrazas anexas. Lo cierto es que los aportes de agua, que eran masivos en prácticamente todo el templo, provenían de las cubiertas, las canalizaciones, las cornisas y otras fábricas (el aparato barroco que envolvió la catedral románica multiplica las vías de filtración), los encuentros entre paramentos, los vanos (especialmente importantes las producidas en los ventanales de bronce latonado de la fachada del Obradoito). Todo ello ya se había puesto de relieve –con imágenes fotográficas de impacto– y señalado en los trabajos preparatorios del Plan Director un par de años antes.

El modo de hacer frente a este reto pasaba, como es obvio, por intervenir en las cubiertas, las vías de evacuación del agua, restaurar los paramentos, cuidando la ejecución de las juntas, cornisas, terrazas... instalación de nuevas carpinterías... Buena parte del esfuerzo inversor de esta campaña se ha destinado a esas acciones. Las cubiertas de las naves de la basílica se han diseñado –por parte de los dos equipos de arquitectos que afrontaron estos trabajos– con una solución totalmente nueva pero manteniendo la imagen pétrea; las de las capillas absidiales, pandas norte del claustro y este sobre la galería del Tesoro recuperaron las estructuras de madera y el acabado en teja; se ha tratado de ampliar los cauces que las aguas necesitan para que fluyan mejor y facilitar los mantenimientos.

Pero el problema de la humedad en nuestra catedral, originado por la climatología de esta tierra, no sólo depende del cuidado de las cubiertas y otros elementos susceptibles de facilitar el acceso del agua; no, la condensación –que puede llegar a ser muy importante– ha obligado a una monitorización específica del templo para su estudio y tratar de encontrar soluciones. En ello estamos trabajando en estos momentos; creemos conocer el problema, su alcance y el modo de acometerlo y controlarlo.

Las obras del interior, que concluyeron hace unas semanas, imponen. Las naves más que brillar, asombran. ¿Qué destacaría del trabajo realizado?

Ciertamente, al acceder a la catedral se percibe una atmósfera mística, espiritual, en la que el equilibrio y la sensación de calidez lo envuelve todo. Nada de esto es casual, la piedra, liberada de la capa gris-parduzca originada por la acumulación de materia orgánica y polvo, que la humedad había fijado, ha permitido recuperar el color propio del granito; eliminar los rejuntados –aplicados con no demasiado esmero– y otros plastones de cemento supuso no ya limpiar, sino calmar, serenar la visión del conjunto; la restauración de todo el aparato que configura la exuberante Capilla Mayor: policromía, madera dorada y policromada, la plata... provoca un intencionado –desde su creación– impacto sensorial que trata de introducir al fiel en el más allá del tiempo: la gloria.

La iluminación, con la elaboración de un Plan director específico y su ejecución –posible gracias al mecenazgo de Iberdrola–, ha permitido que todo el conjunto luzca, evitando los excesos, con serenidad potenciando la atmósfera a la que me he referido. El nuevo mobiliario, de diseño cuidado y sobrio, intenta que nada distraiga de lo principal.

El visitante que ya conocía y ahora vuelve a la catedral se siente especialmente impactado por la policromía de la bóveda de la Capilla Mayor; había contemplado un manchón gris-verdoso que ahora se ha transformado en una apoteosis de ocres y oros. Pero, desde mi punto de vista, el conjunto diáfano, limpio, delicadamente iluminado, en el que conviven y se destacan estilos distintos que dialogan en armonía, pues comparten un mismo discurso, aunque con lenguajes propios de cada momento histórico –que ha dejado su huella hecha expresión artística– es lo que potencia la belleza que se ha recuperado.

Fue tanto lo que se ha hecho hasta la fecha que solo cabe preguntar, ¿qué queda por hacer?

Realmente se ha hecho mucho, es indudable y salta a la vista, pero lo cierto es que queda por delante un trabajo todavía muy importante, en número de obras o intervenciones y en necesidad de recursos. Desde la Casa de la Fábrica hemos elaborado un elenco de proyectos para una segunda campaña que comprendería la necesaria renovación de las cubiertas del edificio claustral y de las capillas de la cabecera en las que no se ha intervenido todavía (siempre las cubiertas...), la rehabilitación de las mismas, la restauración de la fachada occidental del edificio claustral, del interior de la Capilla de la Comunión, de la excepcional Capilla del Pilar, de los zócalos marmóreos de la Capilla Mayor, del claustro (paramentos, bóvedas, crestería...), de las capillas (Reliquias, S. Fernando, sacristía...) adosadas a la panda sur de la nave principal, Capilla del Cristo de Burgos, renovación de las instalaciones del Archivo, restauración interior de la galería y torre del Tesoro... Además de la rehabilitación de retablos, policromías y elementos decorativos de las capillas.

Una vez concluida esa campaña, todavía habría que afrontar una tercera. Y siempre tratando de procurar acompasar la elaboración y puesta en práctica del Plan de conservación preventiva que es un gran proyecto en sí mismo.

En fin, me temo que aún queda mucho para considerar concluida la restauración de la catedral y el edificio claustral, por no referirme a las colecciones artísticas que atesora el Museo...

Nada se hubiera podido hacer sin la colaboración de las administraciones, de las personas y equipos expertos en las más variadas disciplinas que han trabajado conjuntando saberes, debatiendo y contrastando pareceres. Me gustaría que en intervenciones futuras permaneciera este modo de hacer coral, interdisciplinar y riguroso en favor del afán que nos moviliza: la catedral, que es la verdadera beneficiaria de todo este esfuerzo. Y, por ende, la sociedad toda agraciada por la presencia en nuestra ciudad y en el corazón de Galicia de este monumento único que conserva la dedicación y destino para la que fue levantada y que la impulsa con vocación universal.

Podemos afirmar que los objetivos pretendidos para esta campaña se alcanzarán pero queda todavía mucho por hacer. Si vuelvo la vista a aquel año 2009 y rememoro mi desempeño desde entonces compruebo que apenas si ha tenido relevancia; y en lo que he podido aportar siempre he encontrado el respaldo e impulso del Arzobispo y del Cabildo como auténticos valedores. Para las futuras campañas, tengo para mí, que lo importante será conservar el modelo; las personas que hemos asumido alguna responsabilidad no debemos pretender permanecer en un encargo que por su propia condición acogimos como temporal y transitorio.

04 abr 2021 / 01:52
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