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Mientras vivimos, vamos crispando

    Alta frecuencia tiene el uso del verbo crispar en el momento actual en que vivimos. Es una situación anímica que surge al albur de tertulias televisivas, en los foros y reuniones financieras y, sobre todo, en el Parlamento, donde se confrontan las ideas políticas y donde, no pocas veces, el agua suele salirse de cauce. A la crispación se llega, de modo general, cuando se discute con argumentos torticeros o se pelea con la espada argumental de la mentira, como arma dialéctica. Vamos a contraponer algunos términos que participan del mismo campo significativo, o que, dicho en vulgar expresión, bailan en el mismo salón de quienes bailan movidos por los afanes de la lingüística y, más especialmente, de la semántica.

    Ponemos sobre la mesa y tratamos de diseccionar algunos vocablos que guardan entre sí relativo parentesco, como son: diálogo, discusión, y crispación. El primero, que es el diálogo, y que tanto se utiliza en el ámbito político, con más esencia, quizás, de la que realmente tiene, en la práctica. Porque se habla de dialogar y, las más de las veces, de modo rutinario e, incluso sin esperanza, de lograr el objetivo; “Nos sentamos”; suele decirse y se presupone que es a la mesa de un diálogo constructivo y no para hacer el paripé, intercambiando opiniones y argumentos impregnados de malicia, de egoísmo y poca voluntad. Como consecuencia, no hay acuerdo. Hay diálogo de sordos. Se oyen , pero no se escuchan. Organizan mesas de diálogo que se hacen famosas por la inacción y el olvido, como ocurre con una que anda por ahí perdida que fue acordada entre el gobierno central y el separatismo catalán y que sale a colación, de cuando en cuando, para recordar compromisos que nunca se han de cumplir.

    Luego viene la discusión que es otro concepto , a veces malentendido, en lo que pertenece al diálogo. Porque aclarar, argumentar, razonar es algo positivo y no una refriega dialéctica en la que brotan, como hongos, improperios que rozan el insulto y enardecen las fiebres de la crispación . En consecuencia, entra en juego el “y tú más”; se discute quien corrompe, quien incumple, quien miente más. La mentira es lanzadera habitual en estos trances y crispa mucho. Generalmente se pretende acusar a la oposición de ser responsable de la crispación, en las sesiones del Parlamento, sobre todo cuando, con dureza y verdad, apuntala sus ataques en los controles al gobierno.

    Motivar de crispación, en política es un recurso ladino y no tan ladino. A veces, a cara descubierta y, aunque feo, práctico. Será por eso, porque todos crispamos un poco, mientras vivimos.

    30 oct 2020 / 00:00
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