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Mulleres na ruta xacobea (XVII)

Las reinas olvidadas en el Panteón Real de la catedral de Santiago

El interés de Alfonso IX por la catedral compostelana como capilla regia, como lugar de enterramiento de los reyes, y sus medidas de protección del camino de peregrinación le hacen digno continuador de la tarea de su padre

El 27 de febrero de 1120 una bula papal hizo realidad uno de los sueños más queridos de Diego Gelmírez, obispo de Santiago: que el título del arzobispado correspondiente a Mérida y que se encontraba vacante al estar la región ocupada por los musulmanes, fuese trasladado a Compostela. Se convertía así en el primer arzobispo de Santiago y sus objetivos de convertir su sede en una de las más importantes de la cristiandad avanzaban con paso firme, tanto en el ámbito eclesiástico como en el del poder temporal. Con la reina Urraca mantuvo a lo largo de toda su vida una complicadísima relación de muchos altibajos, pero cuando ésta falleció en 1126, fue sucedida por su hijo Alfonso VII, el primero de la dinastía borgoñona constituida a raíz del primer matrimonio de la reina con Raimundo de Borgoña.

Gelmírez creía que el trato familiar que mantenía desde niño con Alfonso -criado en Galicia en casa de don Pedro Froilaz, conde de Traba y principal noble gallego- favorecería la primacía de Santiago sobre todas las otras sedes del reino, y que el señorío catedralicio se vería aumentado con la generosidad del monarca para con la iglesia más importante de su tierra natal, en la que se había bautizado, había sido educado e incluso había sido coronado rey, en un extraño episodio de los muchos de la tortuosa relación de Urraca con Gelmírez.

Cierto es que el arzobispo vivió aun catorce años en los que consiguió numerosas prebendas del rey, pero su pretensión de hacer de la catedral compostelana el lugar de enterramiento de la familia real no se vio satisfecha completamente. Alfonso VII le prometió ya en 1127, recién llegado al trono, que se sepultaría en la catedral compostelana, en la que ya estaba enterrado su padre, Raimundo de Borgoña -no así su madre, Urraca, que se enterró en León-.

En 1140, ya fallecido Gelmírez, el rey prometió nuevamente a su sucesor que tanto él como su esposa Berenguela se enterrarían en Santiago. Y asi fue en el caso de la emperatriz, que falleció en febrero de 1149 en Palencia. Su cuerpo fue trasladado a León, y de León a Santiago la comitiva fue presidida por el arzobispo compostelano Pedro Elías, que se encontraba precisamente en León para participar en la consagración de la iglesia de San Isidoro. Nada nos dicen las fuentes de dónde fue ubicado en la catedral, el sepulcro de la reina, ni de cómo era originariamente; tardarán casi un siglo en darnos noticias sobre la localización exacta de las tumbas reales. Pero la ubicación de los restos de la reina en la catedral tendrá una decisiva importancia para que sus sucesores, hijo y nieto, continúen eligiendo Santiago y conformando en su catedral un panteón real del reino de León.

Al morir Alfonso VII en Fresneda en 1157, cuando volvía de la toma de Almería, sus restos fueron trasladados no a Santiago, como había prometido, sino a Toledo. El reino, hasta ahora uno, vuelve a dividirse entre sus dos hijos varones, Sancho III, el primogénito, que gobierna Castilla, y Fernando II, el segundo hijo, al que corresponde León. La situación de Santiago en el nuevo reino, más reducido, cambia sustancialmente, ya que se convierte en la única sede arzobispal y ciudad principal en la jerarquía eclesiástica leonesa, sustancial no sólo para las cuestiones religiosas, sino también para las políticas, en una sociedad en la que el poder temporal y el eclesiástico se confundían en las personas de nobles, obispos y abades. En el reino castellano, esa posición la ocupa Toledo, que verá además cómo el rey Sancho III, fallecido prematuramente un año después de su llegada al trono, descansa eternamente al lado de su padre Alfonso VII.

El nuevo rey Fernando II de León, que gobierna de 1157 a 1188, apoya decididamente a la sede compostelana como corazón de su reino y esa disposición a hacer de la catedral un lugar primordial la vemos en el contrato establecido con el Maestro Mateo en 1168, absolutamente singular, en el que se compromete a otorgarle anualmente una pensión de cien maravedíes a lo largo de su vida, para la dirección de las obras de la catedral (magisterium). En 1188, veinte años después, los dinteles del Pórtico recogen el nombre del Maestro Mateo una vez más y confirman la fecha en la que fueron colocados por quien dirigió la obra "desde sus cimientos". Investigaciones recientes vinculan el programa iconológico del Pórtico de la Gloria, con la famosa imagen de Santiago en el parteluz representado como un monarca sentado en el trono del reino de León, a la voluntad del rey de consolidar el panteón real en la catedral compostelana. Tan sólo dos meses antes de la fecha que se esculpe en los dinteles, el 22 de enero de ese 1188, había fallecido el rey en Benavente, siendo trasladado el tres de mayo a Santiago para ser enterrado al lado de su madre doña Berenguela, y de su abuelo, el conde Raimundo de Borgoña. De nuevo el lugar elegido para la ubicación de la sepultura no nos es conocido, aunque suponemos que sería el mismo, o próximo, para todos los sepulcros.

El hijo mayor de Fernando II, el rey Alfonso IX, tiene que hacer frente a graves problemas en el comienzo de su reinado, por el interés de su madrastra Urraca en hacer rey a su propio hijo en detrimento de Alfonso, el primogénito. Viene como rey a Santiago por primera vez precisamente acompañando el cadáver de su padre, y en la catedral puede ver ya, sino la terminación de las obras del Pórtico, al menos un gran avance. Según Lucas de Tuy, autor del Chronicon Mundi, al rey Fernando se le enterró "cerca de la tumba de su madre y de donde está sepultado el conde Raimundo su abuelo". El interés del nuevo monarca por la catedral compostelana como capilla regia, como lugar de enterramiento de los reyes, y sus medidas de protección del camino de peregrinación le hacen digno continuador de la tarea de su padre, colaborando en el engrandecimiento de la sede compostelana y su iglesia.

En 1211, se produce la consagración de la nueva catedral, un acontecimiento extraordinario en el que se da por terminada la obra. Con la presencia del rey Alfonso y de su hijo el infante Fernando Alfonso, así como de los nobles y eclesiásticos más importantes del reino, y bajo la presidencia del arzobispo don Pedro Muñiz, hombre culto al que persiguió la fama de "nigromántico", se colocaron las doce cruces con inscripciones latinas que aún hoy pueden verse a lo largo de las naves laterales y se procesionó para dar gracias a Dios y al Apóstol por la culminación de la basílica. Es en este momento cuando tenemos noticia de la existencia de una capilla dedicada a San Lorenzo y consagrada durante el pontificado de don Pedro Muñiz, que aparece mencionada posteriormente como "capela dos reis", es decir, el lugar de enterramiento real. Se trata de una capilla en el brazo norte del transepto, el que mira hacia la Puerta Francigena, por la que entraban los peregrinos, la actual Azabachería. En ella se enterró en 1214 el infante Fernando Alfonso, heredero al trono de León, en el que debería haber sucedido a su padre y continuado la independencia del reino. Serafín Moralejo, hace unos años, formuló la hipótesis de que el sepulcro tradicionalmente considerado como del conde Raimundo de Borgoña, podría ser el de este infante.

Asimismo, habrían sido traídos a esta misma capilla el resto de los enterramientos, y de esta fecha se cree que es la yacente que corresponde a la tumba de la emperatriz Berenguela, una pieza de bella factura que el padre Flórez describe de la siguiente manera: "muy bonita, de suerte que en aquella tierra, cuando quieren ponderar a la que se prende con esmero para parecer bien, es adagio decir que está hecha una Berenguela"

En 1223 muere en Sarria Alfonso IX, cuando viajaba hacia Santiago para dar gracias al Apóstol. Continuó el viaje ya muerto para su enterramiento solemne en la catedral, junto a su padre, su hijo, su abuela y su bisabuelo. Con la sucesión en la persona de Fernando III, los reinos de León y Castilla se unen de nuevo y el panteón real de los reyes de León de Santiago de Compostela, que sabemos ya que en esta época estaba ubicado en la capilla de San Lorenzo, quedará cerrado, salvo por una insólita e inesperada última incorporación, la de Juana de Castro, reina por un día, al haber contraído matrimonio con el rey Pedro I de Castilla, un matrimonio ilegítimo pues el rey ya estaba casado. Juana, hermana de la famosa Inés de Castro, protagonista también de una legendaria historia en el reino de Portugal, se intituló reina el resto de su vida por este matrimonio fallido y de esta manera fue enterrada en la catedral compostelana en 1347, donde su padre, el famoso don Pedro Fernández de Castro, don Pedro de la Guerra, había fundado una capilla para su enterramiento y de su familia legítima, situada cerca del coro, y dedicada a San Jorge, Santa Úrsula, los 10.000 mártires y las 11.000 vírgenes.

Es decir, el panteón de la familia Castro creado por su padre y en el que él mismo fue enterrado, disponía que Juana fuese enterrada en la catedral de Santiago, y quizá por esta razón se le destinó un emplazamiento al lado de los reyes y reinas anteriores.

En 1535 se decidió trasladar los sarcófagos del panteón real a una nueva ubicación, la capilla de los Reyes, posteriormente llamada de las Reliquias, próxima al claustro nuevo. Ese traslado se realizó efectivamente en 1641. Tradicionalmente se ha considerado que las cinco tumbas, con sus yacentes, correspondían a Raimundo de Borgoña, Fernando II y Alfonso IX, además de la emperatriz Berenguela y la reina Juana de Castro. Junto con ellas, se encuentra el sepulcro de don Pedro Froilaz, conde de Traba y ayo de Alfonso VII, cuya estatua yacente es obra del siglo XX y nada tiene que ver con las demás. Sin embargo, las investigaciones de Serafín Moralejo pusieron en duda las tradicionales atribuciones, argumentando que la figura considerada como de Raimundo podría corresponder al infante Fernando Alfonso, hijo de Alfonso IX, e incluso que los yacentes de Fernando II y Alfonso IX podrían estar intercambiados.

La actual configuración de la catedral de Santiago y de sus museos limita el conocimiento sobre el panteón real. Su ubicación junto con las reliquias e innumerables tesoros en la misma capilla, cerrada con una reja, hace prácticamente desconocido para compostelanos y peregrinos la existencia de un panteón real en el que descansan, callados y desconocidos, pero no olvidados, reinas y reyes que eligieron Santiago para su reposo final, al abrigo de la casa del Apóstol de Galicia.

17 sep 2019 / 22:16
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