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ENTREVISTA
FELIPE CRIAO-BOADO, arqueólogo y director del Incipit

“No sé si los investigadores somos conscientes de nuestro papel como constructores de ciudad”

“Me preocupa la desestructuración de la carrera científica. Estamos creando una situación insostenible”

Es usted uno de los investigadores que desarrollan en Santiago un proyecto ECR, ¿en qué consiste y qué le llevó a plantearlo?

Nuestro proyecto se titula Mentes Materiales. Estudiará cómo los objetos culturales influyen, a través de los estímulos perceptuales que producen (sobre todo los visuales), los procesos cognitivos y en particular la capacidad de anticipación de nuestra mente. El proyecto aúna neurociencia fundamental y ciencias cognitivas con la arqueología y la antropología. Su originalidad es plantear el estudio con perspectiva histórica y transcultural. Para mí inicialmente fue una extensión de mis estudios sobre arqueología del paisaje y construcción del espacio humano que desarrollé durante toda mi carrera. Pero el proyecto se hizo mucho más complejo. Por eso fue financiado por la convocatoria Synergy Grant del ERC, que apoya investigaciones que, por su complejidad, deben ser realizadas en grupo.

¿Qué financiación ha obtenido y cómo se distribuye?

Son 10,3 millones de euros para seis años de investigación. Somos cuatro investigadores principales, Luis M. Martínez, del Instituto de Neurociencias del CSIC, especialista en cognición visual; Andy Clark, de la Universidad de Sussex, autor del paradigma de la Mente Extendida; Johannes Müller, de la Universidad de Kiel, arqueólogo especializado en complejidad social y su relación con el paisaje y el medioambiente; y yo, que, desde el Incipit CSIC, planteé y coordino el proyecto. El Incipit recibirá para su realización 4,2 millones de euros.

¿Cuánto empleo ha generado en Santiago?

Generará de partida 15 contratos. Pero es más gráfico indicar que el proyecto financiará en Santiago una carga total de trabajo equivalente a 75 años de una sola persona.

Háblenos de la calidad del empleo que generan las grant ERC y de su equipo.

Un total de 40 personas. De ellas, 32 son investigadores posdoctorales y técnicos de investigación de alto nivel, brillante currículo y procedencia totalmente transdisciplinar. Todas ellas deben ser capaces de trabajar de forma original, en grupo, generosa y rompiendo los límites de las disciplinas. Como en cualquier investigación de frontera. Lo específico de nuestro proyecto es que atraviesa y agrupa disciplinas muy distintas.

¿Qué beneficios en términos de formación aportan estos proyectos de investigación?

La gente que trabaja en un proyecto de este tipo aprende un lenguaje que permite conectar disciplinas diferentes. Aprende a superar la perspectiva concreta, a menudo ensimismada, de su propia disciplina para atacar problemas importantes del conocimiento que a menudo son también problemas sociales o culturales. El proyecto financiará ocho contratos predoctorales para que gente joven se forme en lo que es una nueva línea de investigación. Pero sería erróneo vincular la capacidad formativa sólo a las tesis doctorales. En el contexto de una investigación de este tipo, las personas participantes nos formamos unas a otras, aprendemos juntas y revisamos lo que damos por seguro. Eso nos prepara para afrontar la incerteza, algo importante en estos tiempos en los que se hace obvio la tremenda fragilidad de las sociedades complejas. Cuando tenemos suerte, eso también modifica nuestro entorno inmediato y nuestras propias organizaciones. En el fondo el proyecto va sobre esto, precisamente.

¿Y en términos científicos?

Cada disciplina implicada resolverá cuestiones concretas. En mi caso, por ejemplo, espero que el proyecto muestre las relaciones entre las formas de construir nuestro medio y de entender el espacio, nuestros modelos mentales y cognitivos y las relaciones sociales. Pero todos los integrantes confiamos en que podremos aclarar algunos aspectos novedosos sobre cómo se conforma la conciencia humana y se relaciona con nuestro medio que es, desde hace milenios, un medio cada vez más artificial.

¿Tendrá beneficios industriales?

Preguntarle a la ciencia por los beneficios industriales es tan necesario como complicado y a menudo confuso. Sin embargo, estamos convencidos de que nuestros resultados serán útiles en todos los ámbitos en los que necesitamos relacionarnos con los objetos y diseñar objetos artificiales dotados de capacidades autónomas e inteligentes. No puedes dotar de visión artificial a un organismo autónomo sin tomar en cuenta que no vemos sólo con los ojos, sino que la vista implica a todos los sentidos, la experiencia, la memoria... Depurar este conocimiento sin duda será de utilidad en ese tipo de aplicaciones.

¿Tiene el proyecto un impacto económico inmediato?

Como digo, los investigadores que lideramos el proyecto confiamos en que éste tiene implicaciones para desarrollos tecnológicos en robótica, inteligencia artificial y tecnologías de la atención, además de en la moda y el diseño. Que sea antes o después, no sólo dependerá de nuestra capacidad, sino de la apropiación que otros sectores hagan de nuestros resultados. La sociología de la innovación y la arqueología saben que no existen procesos de innovación sin apropiación social del conocimiento y la tecnología. Quien no sabe eso es la política de patentes y buena parte de la industria.

¿Cuál es el impacto social de un proyecto de este tipo y qué reporta a una ciudad como Santiago?

Piénsese en Santiago, una ciudad de 100.000 habitantes, en un momento como este. Piénsese en la financiación que el proyecto trae a la ciudad y los puestos de trabajo de alta cualificación que genera. Y ahora multiplíquese por toda la investigación que se hace en los centros de investigación radicados en Santiago. La investigación hace ciudad, y aporta a Santiago una cualidad complementaria de su destino cultural universal. Pero yo no sé si los y las investigadoras somos conscientes de nuestro papel como constructores de ciudad, y estoy casi seguro de que la ciudad y sus vecinos y vecinas no lo saben. En nuestro caso, la central experimental del proyecto estará en el Incipit, y esto ofrece la oportunidad de radicar en Santiago una línea de investigación potente e innovadora a nivel mundial.

¿Cree que la sociedad es consciente del importantísimo trabajo que realizan los investigadores?

Sí, es consciente. Todas las encuestas de percepción social de la ciencia así lo indican. Y la situación COVID ha incrementado esta conciencia. Pero el tema es más complejo. Para empezar aquí todo el mundo es consciente de la importancia de muchas cosas hasta que llega el momento de reconocer que la financiación de esas cosas depende de nuestros impuestos. Al margen de ello, mi impresión es que la ciencia falla estrepitosamente al transmitir a la sociedad una imagen heroica, como si fuéramos a arreglar todos los problemas del mundo. La ciencia puede proponer soluciones. Pero adoptarlas es un tema político.

A nivel profesional, ¿qué le preocupa más en este momento?

Me preocupa en concreto la desestructuración de la carrera científica. Estamos creando, en todo el mundo, una situación insostenible. Necesitamos un tenure track que sea viable, limitado en el tiempo y permita acceder a puestos de trabajo estables con criterios de calidad y no endogámicos. En general me preocupa que la ciencia tiende a pensar que la política no nos entiende. Pero temo que la ciencia no entienda la política. Que crea que ella se impone sola porque es objetiva y cierta. Así perdemos capacidad para activar socialmente el conocimiento pues esto depende tanto de lo que sabemos cómo de lo que hacemos.

05 abr 2021 / 01:00
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