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Una casa del Castiñeiriño ha recibido a una decena de jóvenes voluntarios dispuestos a pintar las desgastadas paredes // Se trata de un proyecto que va enfocado hacia personas mayores, dependientes o con problemas económicos TEXTO Andrea Oca

‘Painting for others’, la mano de las personas con menos recursos

Se llaman Jorge, Rafa y Juan Pablo, no llegan a los 20, y ahora mismo podrían estar en la playa o de fiesta con sus amigos. Pero han optado por cruzar España, desde Valencia a Santiago, para ayudar en la rehabilitación de una casa situada en la rúa Granxa do Castiñeiriño. Son tres de los diez voluntarios que, bajo la iniciativa de la organización Cooperación Internacional, dan un brochazo de pintura blanca a las viejas paredes de las casas más deterioradas. El dueño de esta vivienda tiene 61 años, ha padecido tuberculosis y sus pulmones no funcionan como deberían. Su discapacidad grado 1 y el hecho de vivir solo le dificultan poder asumir el lavado de cara que necesita su casa. Su perfil responde al objetivo del proyecto Painting for others. “Hay una gran cantidad de gente que necesita adecentar las casas en las que vive y que no puede hacerlo. Se trata de realizar una rehabilitación por dentro, pero también le damos relevancia al acompañamiento. Vamos a estar pintando esta casa unos tres días con voluntarios que vienen de cualquier parte de España”, explica Carlos Fernández, miembro de la organización. Sobre las diez de la mañana, todos estaban ya manos a la obra. Siempre empiezan por la habitación principal para que la persona pueda dormir esa noche en la casa, y no tenga que desplazarse a la de un familiar -si lo tiene- o pagar una habitación. “Estos chicos tienen mucho mérito porque podrían estar de fiesta, son chavales que podrían estar en la playa y están aquí”, incide Carlos, orgulloso.

Los voluntarios son compañeros del Centro de Formación Profesional Xabec, en Valencia, y no es la primera vez que realizan este tipo de acciones ya que sus profesores las organizan durante todo el curso. Juan Pablo recuerda, sin dejar de dar capas de pintura a la pared, su experiencia como voluntario en África: “Hace dos años fuimos a hacer un voluntariado de 20 días a Kenia, yo tenía 17 años. Hicimos una instalación eléctrica en un edificio social y otras tareas. Esa experiencia fue brutal. Con que les dieras la mano, cualquier cosa, se ponían muy felices”. La respuesta de la gente es lo mismo que mueve a Jorge, a quien le impactan las necesidades que tienen las viviendas a las que acuden.

Sus profesores, Javier Lázaro y Joaquín Cavestany, les escuchan sonriendo mientras recuerdan todo el trabajo que hacen con ellos durante el curso. “En la escuela, muchas veces, lo que más impacta a los chavales es que, no muy lejos de su casa, hay gente que no tiene nada. Hicimos una instalación eléctrica desde cero en una casa de Valencia que ni siquiera tenía cristales en las ventanas. Hace un tiempo fuimos a la casa de una señora que vivía con su hija, y que no tenían agua. Los alumnos aprenden el oficio en la escuela y a la vez practican en la vida real, y descubren historias”, relata Javier mientras hace un descanso.

Esta semana harán trabajos en más viviendas de Santiago, pero también hay grupos de voluntarios de Cooperación Internacional dispuestos a ponerse el mono en A Coruña y en aldeas de la Costa da Morte. Carlos, a la cabeza de este proyecto, está asombrado por los grupos de peregrinos que hacen el Camino, y a los que las piernas todavía les permiten ponerse a pintar para ayudar a quien lo necesite. Estos días llegará a Compostela un grupo que ha hecho la Ruta desde Sevilla, y que quiso unirse a la iniciativa.

Mientras responden nuestras preguntas, acaban la habitación principal para empezar con el salón, la cocina o el techo del baño. Utilizan pintura blanca y, si por medio se encuentran algún desperfecto, no dudan en arreglarlo.

Painting for others se nutre de las manos de sus voluntarios, y de las donaciones de las personas que descubren la idea y que quieren colaborar. En este momento no tienen a ninguna empresa que les patrocine. “En Madrid tenemos alguna empresa que participa con donación de dinero o material. En Galicia nos falta. Lo que tenemos es la ayuda de gente que descubre el proyecto”, se lamenta Carlos. En el caso de esta casa de Santiago, y de la mayor parte de las viviendas a las que acuden, son los servicios sociales de cada zona los que hacen de intermediarios. Con los datos de las personas que necesitan ayuda en sus domicilios, tienen también un listado del estado de las casas. Precisamente, la llegada de los voluntarios de Painting for others ha coincidido con la visita de la asistente social que acude habitualmente a ver al dueño de esta casa. “ Foi moi impactante cando cheguei e os vin a todos aquí cos monos de traballo, xa preparados e dispostos a axudar”, asegura.

Pegada a la entrada de la casa, después de los cuatro peldaños principales que sobresalen entre la hierba, está la puerta de una de las estancias más grandes de la casa. A la derecha, botellas y algo de vajilla ocupan el tradicional chinero de madera presente en la mayor parte de casas de los abuelos gallegos. Sentado en una silla, con la muleta en una mano, la mascarilla puesta, y atento a cualquier movimiento de entrada y salida, está él. Cuanto todavía podía trabajar, se dedicaba a la albañilería. Entre descanso y descanso de sus pintores particulares, les cuenta algo de su experiencia y, sobre todo, les da las gracias. “Estoy muy contento, mira cómo está quedando todo; le hacía mucha falta”.

09 jul 2020 / 00:30
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