Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Plegarias y lamentos de siempre

Cada época del año tiene su propia tonalidad y sonoridad. La naturaleza con sus estaciones bien lo muestra. Lo mismo sucede con la liturgia de la iglesia: colores, ritos y músicas varían en función de lo que se conmemora en cada momento del Año Litúrgico.

Las quejas y clamores que resuenan hoy por todas partes en un mundo asediado y sumido en temores, salvando las lógicas diferencias, no están lejos de las Lamentaciones que se cantan o leen en la Liturgia de las Horas en Semana Santa. Atribuidas al profeta Jeremías, son elegías de una Jerusalén destruida, cuyos habitantes desolados y abatidos lamentan sus desgracias.

Desde el medievo numerosos compositores recurrieron a estos textos. De carácter patético y vívidas expresiones, transfieren profundos sentimientos que conmueven y permiten orar con mayor intensidad. Son extensas, cierto, pero comparadas con novelas o ficciones de ahora, se hacen breves y asumibles para melómanos y público en general. El repertorio existente es tan amplio que omito citar algún ejemplo. Más breves las más antiguas y suntuosas las barrocas, son igual de bellas.

Es también propio de este tiempo un poema del s. XIII, del que conocerán sus primeros vocablos: Stabat Mater Dolorosa, plegaria que contempla el dolor de María ante la Crucifixión de su Hijo. En latín o castellano y con ligeras variantes, ha copado igualmente la atención de cuantiosos músicos. Ninguna versión deja indiferente a nadie. Y, por lo mismo, eludo señalar la más hermosa o fervorosa.

Este prefacio viene a cuento de algo peculiar que, una vez más, está semioculto en nuestra catedral. Un dos en uno, diríamos: una Lamentación basada en la melodía de un Stabat Mater. Sus protagonistas, dos maestros con orígenes y trayectorias bien diversas: J. Haydn (1732-1809) y Melchor López (1759-1822).

La portada autógrafa de esta obra pone sobre aviso: Lamentación primera / para la tarde del Jueves Santo / a 4 y a 8 voces / sacada del Stabat Mater del Sor. / Hiuseppe Haydn y añadida / Por D. Melchor López Ximenes. / Año de 1796.

Haydn compuso su Stabat Mater en 1767. Por entonces M. López, músico precoz, formado desde los 8/9 años en el Real Colegio de Niños Cantores de S. Majestad con los mejores maestros de la corte, bien pudo apreciar ahí el estilo sinfónico –y quizás vocal– de Haydn. Nombrado maestro de capilla de Santiago en 1784, el viaje a su tierra (Hueva-Guadalajara) en 1794 y las remesas de música nacional y extranjera que adquiría la catedral, fueron cauces seguros para mantenerse al día de las novedades de su época. Es lo que se deduce del examen de sus obras y documentos que se conservan en el archivo compostelano.

Por entonces, la capilla de música gozaba de su máximo esplendor. Todo a favor. Hasta que lentamente comenzó un declive del que ya nunca se repuso, al menos según los parámetros de antaño.

M. López compuso otras 13 Lamentaciones, tan excelsas como extensas, destinadas al culto del templo. Incluso las revisó e hizo acotaciones y modificaciones (no se canta por ser larga; está cortada) indicando cómo interpretarlas mejor a tenor de las circunstancias.

Siendo el más célebre y prolífero maestro de nuestra catedral (rebasa el millar de piezas), dotado de una extraordinaria personalidad artística, eslabón en la renovación de la estética en la transición del XVIII al XIX hispano, apóstol del estilo galante en su música sacra y sensible a la lengua y ritmos de la música gallega, no sorprende que en sus obras hallemos siempre nuevas luces y matices.

Admirador de Haydn, sus obras rezuman estilo mozartiano, siendo el más clásico de los clásicos gallegos. Nuestro Mozart gallego. No hay retratos, pero se sabe que no tenía buen porte sino una representación inelegante. Poco importa: la perfección no existe. Su pulcra y minuciosa escritura denotan sumo orden y mesura, más allá de su figura.

Alimenten esta sana curiosidad de conocer los secretos e intríngulis de nuestros músicos. Y, si es posible, peregrinen a la tumba de M. López, bien visible en el claustro de la catedral. Quizás sea hora de reparar esa marmórea lápida –sobrepuesta en 1909– o de hacerle un monumento: casi 40 años al servicio de la catedral merecen reconocimiento. ¡Por dar ideas que no sea!

Como coda, un pálpito: ¿y si fuese Chiodi, su predecesor en el cargo, el eslabón real entre López y Mozart? Pudieron coincidir en 1770, en el viaje de Mozart por Italia en su paso por Lodi, donde terminó su primer cuarteto. Ahí y en ese año firmó Chiodi su contrato con el cabildo de Santiago. Imagino la escena... Otra pista para rastrear: tomen nota por si interesa.

16 may 2021 / 01:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito