Primeras multas a autocaravanistas, indignados por esta “discriminación”

La Policía Local de Santiago tramitó este miércoles las primeras multas a autocaravanistas instalados en la zona urbana de la capital gallega. Tras la denuncia de varios usuarios de la ORA, que criticaban la invasión de viviendas rodantes en el Campus Vida en los últimos días, ocupando plazas de estacionamiento que, como recoge la ordenanza municipal, no están destinadas a este tipo de vehículos, Raxoi indicó a EL CORREO que se intensificarían los controles en la zona universitaria, así como en otros puntos de la ciudad.

Pues bien, los agentes del cuerpo municipal ya emitieron este miércoles las tres primeras denuncias a autocaravanistas por estar estacionados en espacios que no les corresponde, tal y como se recoge en el parte de incidencias que hizo público ayer el Concello de Santiago. Los infractores fueron sancionados en el transcurso de una ronda de vigilancia que la Policía Local realizó por varias zonas de la capital gallega, entre otras, el Campus Vida, donde surgió una polémica que ha ido a más a raíz de la denuncia publicada por este periódico, que ha tenido considerable repercusión y ha sido muy comentada en la edición digital y en las redes sociales.

En este sentido, cabe recordar que la prohibición de estacionamiento y sobre todo de acampada está prohibida por la Ordenanza general de circulación y uso de la vía pública, que en su artículo 37 recoge que “queda prohibido o estacionamento de autobuses, autocaravanas, remolques, tractores, vehículos especiais e ós camións cun peso máximo autorizado (PMA) superior a 3.500 quilogramos, en todo o casco urbano, salvo nos lugares habilitados para facelo, así como furgóns e demais vehículos voluminosos que, sen prexuízo do seu PMA, oculten fachadas de edificios ou faciliten o acceso ó seu interior”.

Pero lo cierto es que sobre el estacionamiento de autocaravanas hay un cruce de competencias, dándose la posibilidad de normativas tanto locales como autonómicas junto con la estatal. En conversaciones con este periódico, Manuel Fernández-Arruty, presidente de la Asociación Galega de Autocaravanistas, recuerda que el Ministerio del Interior aprobó en 2008 la Instrucción 08/V-74 de la Dirección General de Tráfico, en la que se trata de definir la diferencia entre acampar y estacionar. Así, se indica que una autocaravana está estacionada cuando “está aparcada de forma correcta y solo está en contacto en el suelo a través de las cuatro ruedas, sin patas estabilizadoras, sin el escalón desmontable y por supuesto sin ningún elemento del vehículo, como toldo, ventanas o puertas, desplegado”. En este caso, según la instrucción, lo ocupantes de la autocaravana podrían dormir dentro de la casa rodante, puesto que se trataría de un vehículo más. Otra cosa es la acampada, solo permitida en espacios reservados para este uso, donde el vehículo podría desplegar todos sus elementos.

En el caso de Compostela, esta instrucción quedaría a expensas de la ordenanza municipal, que limitaría estacionamiento y por supuesto acampada a los espacios reservados para lo mismo, como la explanada de Salgueiriños o los camping.

“No estamos de acuerdo con que se discrimine a las caravanas por el simple hecho de serlo. La norma de Tráfico es bien clara: pueden aparcar donde quieran o donde puedan siempre que no desplieguen ningún elemento. La ordenanza municipal, que es de 2006, es injusta y contradice la instrucción del Ministerio del Interior”, subraya Fernández-Arruty, antes de criticar la explanada habilitada por el Concello para el estacionamiento de autocaravanas en Salgueiriños. “Es un recinto sin servicios y está alejado. Es como si llegas a un hotel y te encuentras con que no tiene aire acondicionado. Además, el precio es elevado: la entrada 3,50 euros, pero si te quedas por la noche hay que sumar otros 12”, señala.

Por otro lado, lamenta el rechazo a los autocaravanistas. “Parece que algunos no se dan cuenta de que son turistas como otros cualquiera. Que llegan a la ciudad y consumen; y que se les debería recibir como a otros visitantes que llegan por el Camino de Santiago, en tren o en avión”, concluye Fernández-Arruty.