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Solo Él es el Señor

    En la antigüedad los diversos pueblos tenían sus ídolos, por los que intentaban acceder a lo que ellos por sí mismos no conseguían alcanzar. Según fue avanzando la historia, cada nación daba culto a sus dioses, en los que se apoyaban para luchar contra los de las otras naciones. Llegó un momento en que algunos pueblos tuvieron fe en que su dios podía conseguir aquello que ellos no podían, en otras naciones que tenían también sus dioses. La fe en el Dios vivo, que no es como los ídolos fruto del trabajo de las manos del hombre, es algo que va mucho más allá de los otros dioses: Él es el único Señor.

    La 1ª lectura de la Misa de hoy muestra al Dios creador con dominio sobre otras naciones. El profeta Isaías, en nombre de Dios, presenta a Ciro el Persa, rey de Babilonia, como su Ungido, a quien Él lleva de la mano. Hará que se le abran todas las puertas, y que nadie pueda con él. Dios llama a Ciro por su nombre, aunque él no lo conociera. Dios se presenta como el único Señor: para que, de Oriente a Occidente, sepan que no hay otro Dios fuera de Él.

    El Evangelio muestra a un grupo de herodianos y a fariseos que intentan poner a Jesús en un aprieto. Le hacen la pregunta de si procede pagarle el tributo al César. La respuesta era comprometida: si respondía que no, le acusarían de negarle el tributo; y, si decía que sí, podían considerarle un mal judío. Jesús pide que le muestren la inscripción aneja a la imagen, y pregunta de quién es aquella inscripción. Al decirle que es del César, les dice que den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. No solo responde a la pregunta, sino que se pronuncia sobre Dios, que lo merece todo, y nosotros hemos de darle lo que le corresponde.

    Comenzamos a proclamar hoy, como 2.ª lectura, la 1.ª Carta de San Pablo a los Tesalonicenses. Se trata del escrito más antiguo del Nuevo Testamento. El Apóstol les dice que da gracias a Dios porque ellos, los cristianos de Tesalónica, rebosan fe, esperanza y caridad. Es el fruto de la fuerza del Espíritu Santo, que, cuando se proclamó el Evangelio, los llevó a una honda convicción acerca de Jesucristo, el Señor.

    18 oct 2020 / 00:00
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