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ENTREVISTA
Venancio Salcines Economista, empresario, profesor y filántropo

“Solo es rico aquel que puede llegar a darles a los otros algo de lo que tiene”

Libre, luchador y honesto. Esas son las palabras que mejor definen al economista, empresario, docente, y filántropo Venancio Salcines, un persona con una historia de superación brutal.

Comencemos. ¿Me da unas pinceladas de su vida?

Nací, literalmente, en una casa del barrio coruñés de Monte Alto, pero a los tres años mi familia montaba una pequeña fábrica de colchones en Almeiras, cerca de O Burgo y nos mudamos allí. Ahí estuve hasta los trece años, a esa edad esa fábrica arde. Mi padre se sitúa cerca de la ruina y en paralelo los médicos le diagnostican una enfermedad mortal. Consigue superar ambas, la ruina económica y la enfermedad; pero no olvido sus días de tristeza y dolor. Con toda seguridad esas escenas hicieron que me refugiara en la Universidad y en su conocimiento, y con ello escapara de la empresa. No deseaba sufrir como él había sufrido. Las incoherencias que observé en la Universidad pública, de la que soy profesor titular, despertaron mi lado emprendedor, el que se había taponado por una adolescencia compleja. Me siento feliz de ser académico y empresario, los dos mundos que me apasionan.

¿Y su etapa madura?

La he pasado en Cambre, pronto me mudaré a la ciudad de A Coruña; por tanto, siempre me defino como un hijo de la Gran Coruña.

Usted es filántropo. ¿Qué satisfacción le genera?

Solo es rico aquel que puede llegar a darles a los otros algo de lo que tiene. Hace años que he alcanzado esa posición; por tanto, aun siendo más pobre que muchísimos amigos y colegas, me siento más rico que aquellos que se olvidan de los demás.

Creé mi fundación, que actualmente opera como una Fundación Universidad-Empresa, para ayudar a los colectivos de los que más me impactaba su dolor. El primer objetivo fue formar e insertar a mujeres víctimas de trata de blancas. Fue muy frustrante saber que no podría ayudarles. Es tal lo que sufren que su recuperación requiere de medios que no poseo.

Desde hace cuatro años, y cada mes, proveo de alimentos y productos de limpieza al Padre Javier Taibo. Esta es una de las acciones que realizo que más satisfacción me proporciona.

Además, fue concejal en Cambre. ¿Por qué lo dejó?

Dimití al cabo de dos años porque descubrí que no tenía madera para la política y además sufría en exceso ante los ataques injustificados. Cuando mis vecinos se enteraron de mi intención de dimitir, convocaron una rueda de prensa, en donde dieciocho asociaciones se reunieron para pedirme que siguiera en el Ayuntamiento y algunos fueron más allá y me pidieron que me presentara a alcalde. Esa reunión, totalmente improvisada, me emocionó y lo sigue haciendo. Siempre me gusta pagar mis deudas, tengo una permanente con Cambre. Mi banco de alimentos intenta pagar esa deuda.

¿Con qué sensación es comparable su labor de ayuda?

Con la sensación de que la vida tiene sentido. Adicionalmente, soy una persona en búsqueda constante de Dios, al que algunas veces encuentro y muchas más veces pierdo. Al ayudar, construyo en mí los muros éticos y morales que podría haber edificado una fe de la que carezco. Sin esos muros no se puede ser persona, y cada uno debe pensar como los quiere construir.

En estos momentos de pandemia, y teniendo en cuenta que se dedica a un sector tan importante como el educativo, ¿cómo la sobrellevan?

Preocupado. Toda nuestra apuesta educativa pivota sobre la educación presencial. Tenemos cuatro enseñas educativas y arrancamos el curso con el máximo celo y muy atentos a la evolución del virus.

“Cumplen sueños, construyen carreras profesionales”. Poder decir esto desde Galicia es un orgullo.

Así arranqué en 2000, creando un Master en Finanzas que, por su calidad, los estudiantes ya no se veían obligados a formarse en Madrid. Hoy, tenemos cerca de una decena de Masters similares. Pero lo que tenemos, y creo que es nuestra gran diferencia, es un equipo de personas que todos los días están en la calle viendo a los directores de recursos humanos de las cien principales empresas de Galicia. Los escuchamos y después intentamos que nuestra educación se adapte a sus necesidades. Es muy simple, pero parece que en Galicia solo lo hacemos nosotros. Por ello, no paramos de crecer.

¿Cómo hace para rodearse de los mejores?

Cuando la sociedad ve que tu proyecto es serio, honesto e impacta en la cualificación profesional de los gallegos, suele atender a las llamadas de colaboración. Por otra parte, la sociedad civil sabe que soy un funcionario que abandonó, en plena crisis económica y por rebeldía ante su sistema educativo, todas sus zonas de confort para crear un proyecto educativo diferente.

¿Podría decirme qué relación tiene con la empresa Venancio Salcines Home & Living, en Culleredo?

Es el negocio que fundó mi padre y que posteriormente él cedió a mis hermanas. Ellas se veían en la tesitura de modernizarlo o cerrarlo. Lo primero parecía complejo porque estaban rondando la edad de su jubilación. El cierre, a mi juicio, hubiera destrozado a mi madre, acostumbrada a llegar allí todos los días y preguntar: “Cómo está la tienda”. Es mayor y creo que no lo hubiera soportado, así que decidí comprárselo a mis hermanas y someterlo a un cambio radical. Su volumen solo cifra el 7 % de la facturación de mi grupo, y me ha obligado a meterme en una actividad, la decoración, que me era ajena; pero estoy feliz porque mi madre sigue yendo allí.

¿Y cuál es su mayor deseo?

Emular a Leyland Stanford y crear una Universidad que sea, por un lado, ampliamente reconocida a nivel internacional y por otro, sea capaz de ser una fuerza tractora para el desarrollo económico y social de Galicia. Parece que es un sueño imposible, pero ahí estoy, cargado de energía y con el apoyo de algunos de los empresarios más relevantes de Galicia. Luchare día a día y ya veremos hasta dónde llego.

Momentos

1 Un cuadro. Cualquiera de los que pertenecen a mi pinacoteca, pero resaltaría uno pintado por Chuca Garrote.

2 Un libro. ‘Bienvenido Mister Chance’, de Jerzy Kosinski.

3 Una película. ‘El gran Torino’, de Clint Eastwood. Nunca lloré tanto viendo una película.

4 Un recuerdo inolvidable. Cuando abrí un sobre de un radiólogo que indicaba que tenía un tumor cerebral que era incurable. Afortunadamente lo que tuve fue otra enfermedad, también importante, pero que se solucionó. A pesar de ello tardé un mes en saber que ese diagnóstico no era correcto.

5 Una persona. Tengo varias, esencialmente mi hija, a la que pido consejo en cada decisión empresarial; mi hijo, al que al verlo me veo a mi mismo a su edad, y mi padre fallecido. Cuando existe algún conflicto en la familia me pregunto qué hubiera hecho él.

08 sep 2020 / 00:00
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