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Sor María

    había nacido en San Martiño de Calvos de Socamiño. Se consagró a Dios como monja benedictina en San Pelayo de Antealtares. Por lo que diré a continuación, debía tener como párroco a un sacerdote que vivía su vocación. Lo digo porque, sin quitarle méritos a dos de sus hermanos, otros cuatro eran sacerdotes: uno que está en Vilariño de Cambados; otro que se ha jubilado hace poco de una de las parroquias de Vea; y dos que fueron canónigos de la Catedral. Estos últimos, además de dar clases de tema religioso en los seminarios, las impartían también en el Instituto Rosalía de Castro y en el Colegio de Doña Emma.

    Hace algún tiempo, Sor María fue hospedera, y acogía con corazón de madre a todo el que llegaba a San Pelayo. También era de las personas que más acompañaba a las enfermas a los hospitales. Su corazón latía con el de la persona necesitada de ayuda. Yo, que conozco bien a su familia más cercana, considero que ese órgano que regula la andadura de la persona, era fundamental en la vida de todos los hermanos: tenían un gran corazón.

    En el modo actual de vivir su vocación las Madres Benedictinas, Sor María tenía muchos contactos a los que enviar los WhatsApp que consideraba más oportunos. Esa amplia relación de amistades era fruto del gran corazón que tenía, y de entender que la consagración a Dios requería la entrega sacrificada a los hijos del Señor, no solo en la oración sino también en el resto de la vida.

    Hace algún tiempo que Sor María tuvo que acudir a que los médicos la consultaran, como paciente. El cáncer hizo mella en uno de sus pulmones, y se fue extendiendo por su cuerpo. Ella no cesó de manifestar que estaba en las manos de Dios, y que aceptaba como propio lo que el Señor dispusiera para ella. Y así fue dando los pasos pertinentes para hacer frente a la enfermedad, recibiendo las oportunas quimioterapias y guardando los reposos procedentes, sin dejar de participar cuanto podía en las celebraciones litúrgicas.

    Ayer, viernes, a las dos de la mañana, entregaba su alma al Señor; y este mediodía, a las doce, si Dios quiere, tendrán lugar las exequias, en San Pelayo de Antealtares.

    01 oct 2022 / 01:00
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