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Hoy sería impensable que Castiñeiras pudiese entrar como ‘perico por su casa’ en el Archivo de la Catedral y se llevara el manuscrito medieval sin que nadie se diera cuenta// Ni siquiera los investigadores pueden tocarlo ahora TEXTO Uxío Santamaría

Tecnología puntera blinda el ‘Códice’ para evitar otro robo

Diez años después del robo del Códice Calixtino el Archivo de la Catedral no es el mismo. Han cambiado mucho en este departamento que custodia los documentos históricos propiedad de la basílica compostelana. Aquel día de principios de julio de 2011, cuando Manuel Fernández Castiñeiras entró como perico por su casa en estas dependias, alcalzó la cámara acorazada y se llevó el valiosísimo manuscrito, supuso un punto de inflexión para el Archivo.

Su responsable en aquel momento era el entonces deán de la Catedral, José María Fernández, quien tras la trágica desaparición del libro sería sustituido en estas funciones por Segundo Pérez, a quien tomó el relevo el investigador y experto en archivística Francisco Buide del Real, que actualmente es custodio del manuscrito y el resto de obras de notable relevancia histórica.

Cuando los investigadores del Cuerpo Nacional de Policía comenzaron a investigar el robo del manuscrito medieval, pocos días de sus disposición, el primer foco lo pusieron sobre el propio Archivo. El hecho de que la cerradura de la habitación donde se guardaba el libro no fuese forzada, dio paso a que la primera línea de investigación se centrase en las personas que tenían acceso a estas dependencias. Oficialmente, solo tres: el deán José María Díaz y otros dos archiveros; pero la policía poco convencida con la posibilidad de que el autor fuese alguien de este círculo tan reducido no dudó un segundo en abrir la mano.

Canónigos y otros sacerdotes, sacristanes y monaguillos, religiosas, personal de mantenimiento o el organista pasaron a formar parte de inmediato de la lista de sospechosos. Lo primero que se investigó fue sus cuentas bancarias.

Entonces era evidente que alguien más tenía en su poder una copia de las llaves del Archivo. Esa persona era Manuel Fernández Castiñeiras, el exelectricista que pese a no trabajar ya para la seo tenía juegos de llaves de casi todas las estancias del templo, seguía acudiendo a diario a la basílica para robar dinero y un día decidió llevarse por venganza el manuscrito del siglo XII.

Fue detenido el 3 de julio de 2012, un día antes del hallazgo del libro en un garaje de su propiedad en O Milladoiro. Días después, el Códice Calixtino fue restituido de nuevo a la Catedral, en un acto solemne al que acudió el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Desde el instante que la obra regresó al Archivo, ya todo fue diferente y el valioso tomo se convirtió en un documento prácticamente inaccesible para el público.

Lo cierto es que hoy en día el ladrón lo tendría mucho más difícil para hacerse con su botín. Según explica a EL CORREO Francisco Buide del Real, actual archivero, las medidas de seguridad en torno al tomo jacobeo han sido reforzadas considerablemente.

El libro apenas sale de una cámara acorazada. “Para llegar hasta la caja fuerte desde el acceso principal del Archivo hay que pasar por delante de varios dispositivos de videovigilancia que están supervisados desde un control de seguridad permanentemente”, señala, antes de indicar que en esta habitación se guardan los volúmenes medievales más valiosos, entre ellos el Códice.

DIGITALIZACIÓN DE LOS ACCESOS. Además, también se instaló un sistema de digitalización de los accesos. Así, para abrir las puertas de las diferentes estancias es preciso, además de la llave, introducir un conjunto de claves. Por otro lado, la entrada a esta habitación siempre será con doble presencia: deben ingresar siempre dos personas, el técnico del Archivo acompañado de un agente del servicio de seguridad. Ni siquiera los investigadores pueden tocarlo: ahora tienen que conformase con consultar la versión digitalizada, a la que pueden acceder desde la sala de estudios del Archivo catedralicio. Solo por motivos muy excepcionales, y con previa autorización de los responsables de las instalaciones, podrían los estudiosos palpar el tomo.

Cuando por alguna causa mayor es necesario trasladarlo a otro lugar, como el 3 de noviembre de 2017, cuando se llevó a la Sala Capitular con motivo de su inclusión en el Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco, se dispone una escolta que garantice su seguridad. “Si se expone en algún espacio público, siempre estará vigilado por un guardia y en una vitrina”, apunta Buide del Real.

TRES ALARMAS. La cámara que custodia el manuscrito medieval cuenta con un moderno sistema de control de humedad y temperatura; y también de prevención de incendios. De detectarse humo en la cápsula, saltarían hasta tres alarmas sonoras: la de la Catedral, la del Archivo y la del control de seguridad. Además, se activaría de inmediato el sistema de extinción, un mecanismo que no emplea ni agua ni vapor para evitar daños en los volúmenes. “Es el que se utiliza habitualmente en los archivos”, concluye el responsable de las instalaciones de la Catedral de Santiago.

06 oct 2021 / 01:00
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