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“Todos venimos a pedir a Santiago Apóstol, que fue misionero en España”

Un grupo de religiosas argentinas, una familia alemana o caminantes en busca de la superación personal y el autoconocimiento son algunos de los peregrinos que lograron ayer su compostela

Sobra decir que detrás de cada peregrino hay una experiencia completamente diferente: será que nunca se anda el mismo camino dos veces, y que una única ruta encierra mil maneras de ser recorrida. Para algunos, por ejemplo, es un espejo en el que mirarse. Otros aprecian el caminar acompañados, creando comunidad. En el primer grupo se encuentra David Núñez, madrileño que llega desde Ponferrada, en su novena y última etapa. “Yo buscaba la experiencia de reflexionar. Hoy, por ejemplo, salía con un grupo de gente, pero después ya le he metido un poco de zapatilla”, explica. Cuenta que su mejor vivencia es haber encontrado al padre Luis, un cura que conoció en la Ruta.

También Lourdes Lajara, de Alicante, peregrina sola desde Ponferrada. “Es mi segundo Camino. Lo hice también el año pasado, en pandemia, desde O Cebreiro. Fue mi primer viaje sola, y a partir de ahí me he aventurado”, explica la joven alicantina. “Te encuentras gente que merece la pena y otra con la que, tal vez, no es el momento para hablar. Y no pasa nada, sigues recto. Como la vida”, concluye.

Sin embargo, para Isabel Blanco, compartirlo con alguien con quien estás a gusto es más bonito que hacerlo sola. Tanto ella como Enrique Flórez concuerdan en que la etapa más dura es la que discurre entre Palas de Rei y Arzúa. “La gente viene a la Ruta pensando que lo hace cualquiera, pero sobre todo hay que estar preparado mentalmente”, recuerda Flórez. Y esto pueden ratificarlo Ana Padro y Virgina González, dos amigas granadinas que, tras su primera etapa, se negaron a cargar más con las mochilas. “Ni estábamos concienciadas ni entrenadas. El primer día vimos lo que era y dijimos ‘no más’. Y ya. Ahora llegamos al albergue y están ahí las mochilas intactas. Mucho mejor”, ríe Prado.

Julia Fischer y sus hijos de ocho y nueve años, Jonas y Michael, vienen desde Alemania. Empezaron a caminar en Ponferrada pero, con los niños, solo recorren de diez a catorce kilómetros por etapa. “Caminamos tres o cuatro horas al día, y el resto del tiempo pueden jugar. La experiencia con niños es diferente, pero es muy recomendable”, explica Fischer. Hoy llegan a Santiago, por fin, en su decimoséptima jornada. También hoy llegan, desde San Vicente del Raspeig, Verónica Guijarro, José Carlos Díaz y Sara Izquierdo, un grupo de amigos “de hace muchos años”. Todos disfrutan de caminar en compañía, pero el paisaje y la temperatura alicantina no invitan a hacer rutas tan largas.

Pero el grupo más grande es, sin duda, el de Lirio Angelical y sus compañeras, cinco religiosas argentinas de misión en España, cuya guitarra se escucha desde lejos. “Tenemos un grupo de jóvenes enorme, sobre 150, aunque al Camino solo pudieron venir 21. Obviamente estamos muy contentos de poder llegar en este año Xacobeo y unirnos a toda la Iglesia. Todos venimos con intenciones, para dar gracias al Apóstol, que fue misionero en España, y para pedirle”, dice. Cuenta que la peregrinación fue más llevadera entre canciones y rezos: “El ir en comunidad ayuda mucho al compañerismo, y el espíritu de alegría era constante. También les cantábamos canciones a los peregrinos”.

Vengan solos o en compañía, la filosofía de superación es compartida por la gran mayoría de peregrinos. Pues como dice Lourdes: “El Camino es un reflejo de la vida: vas superándolo. Lo que he sacado en claro es que la felicidad no es del todo real si no es compartida. Aunque vaya sola, si no tuviese a nadie con quien hablarlo no sería lo mismo”.

25 ago 2021 / 01:00
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