Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h
Condenadas al olvido por la invasión de los teléfonos móviles, las que en tiempos fueron imprescindibles para la comunicación, hoy en día languidecen víctimas de una legislación que obliga a mantenerlas aunque ya nadie las use. TEXTO C. Deaño

Triste agonía para las cabinas

Pasaron de ser un servicio público de primera necesidad a un simple objeto de deseo para coleccionistas, porque si algún nostálgico quiere hacerse con una de ellas, hay varios portales de venta online que las ofrecen, no solo las típicas inglesas de color rojo, sino también las tradicionales españolas como la que protagonizó aquella famosa película de terror, La Cabina.

Y es que la invasión del teléfono móvil ha provocado la muerte, pero no la desaparición de estas históricas instalaciones, hasta el punto de que la mitad de las que todavía existen en el país no registran ni una sola llamada al año. Ni siquiera después de que las históricas fichas dieran paso a las monedas, y éstas fueran sustituidas por tarjetas prepago. Hoy en incluso están muchas de ellas no están operativas, mantienen la estructura exterior, pero algunas ni el teléfono.

En Compostela, a pesar de la proliferación de estudiantes en las épocas premóvil, no tenían demasiado uso, porque los universitarios preferían la seguridad de los locutorios de telefónica, o pagar los “pasos” en los bares, que afrontar el riesgo de que tragara la moneda indebidamente y se cortara la comunicación. Eso sí, ante la noticia de una avería que permitía llamar sin coste, las colas ante la cabina se formaban al momento gracias al boca-oreja.

Tampoco faltaban los trucos más o menos efectivos, y que pasaron a formar parte de las leyendas urbanas, como el de la moneda con agujerito y alambre para tirar de ella y reciclarla, o el recurso a los impulsos eléctricos con un mechero de cocina, que algunos expertos aseguraban que funcionaba para conseguir engañar a la máquina.

Pero el hecho es que de unos años a esta parte la imagen de una persona utilizando una cabina es sino infrecuente, insólita, y lo habitual es encontrarse la instalación en un estado lamentable, y la mayor parte de las veces, inutilizable para los pocos que estuvieran dispuestos a recurrir a sus servicios.

Así las cosas, la lógica indicaría que lo más razonable era proceder a su retirada, lo que sin duda contribuiría a ganar espacio y mejorar la imagen, porque salvo para depósito de residuos y lugar de pintadas, para poco más sirven, y para muestra baste la imagen superior, que es la más habitual en todo los puntos en los que aún perviven.

Su poco uso hace que ni siquiera sean muy utilizadas como antaño para pegar anuncios en ellas, porque tendrían muy poca audiencia, y los nuevos diseños hacen que tampoco sean muy prácticas como refugio contra la lluvia, que era otra de sus utilidades históricas.

El problema es que sigue vigente la normativa que establece la obligación de que haya al menos una en los núcleos con más de mil habitantes, y otras más en función de la población, aunque ya casi hay más teléfonos móviles que vecinos.

Y así seguirá por lo menos este año, hasta que se apruebe una prevista Ley General de Telecomunicaciones que se espera que ponga fin a la situación. De hecho, año tras año, se convocó el concurso para el mantenimiento de las cabinas, y fue quedando desierto porque la rentabilidad brilla por su ausencia.

Este desierto, y que las cabinas se siguen considerando un servicio básico, han provocado que el Gobierno encargue a Telefónica su mantenimiento, y así seguirá durante el presente ejercicio.

REUTILIZACIÓN. Tampoco han faltado propuestas para tratar de encontrar una utilidad a estas instalaciones, toda vez que para llamar ya no son requeridas por nadie. Desde puntos wifi, hasta servicios para la recarga de los móviles, como llegaron a funcionar en alguna ciudad, pero tampoco encontraron una respuesta en forma de demanda ciudadana que justificase el desembolso que suponía dotarlas de la nueva instalación.

El resultado es que el número de cabinas se ha ido reduciendo de forma radical hasta las mínimas imprescindibles que marca la Ley, y el mantenimiento a lo imprescindible para que la instalación no se desplome, aunque sea con el metacrilato roto y los cables pelados.

En otros países de la Unión Europea, como la vecina Francia ya se ha optado por la supresión de la obligación, para que solo quedaran aquellos casos excepcionales en los que sí tienen algún uso, pero en España está pendiente la aprobación de la nueva normativa. Telefónica ya intentó librarse el pasado año de esta pesada carga, pero aunque la justicia le dio la razón en la poca utilidad de las mismas, no suprimió la normativa vigente que permite su existencia, y por lo menos hasta finales del año que acaba de comenzar seguirán instaladas.

De esta forma, en espacios como el casco histórico compostelano, la supervivencia, aunque en estado comatoso de algunas cabinas, convive con el rápido proceso de despliegue de fibra óptica que permitirá disponer de Internet sin las interferencias provocadas por los muros macizos de granito.

Unos muros que fueron los que provocaron el fracaso del primer intento municipal de dotar de wifi a la zona, que se saldó con un elevado coste y un muy reducido número de usuarios. Ahora, a través de cables desplegados bajo la cornisa de las fachadas, se conseguirá una mejor cobertura que se espera que esté completada para la próxima primavera en todo el ámbito del casco histórico compostelano.

Apenas quedan quince mil en todo el país

··· De las más de 50.000 que existían en toda España actualmente solo quedan unas 15.500, de las que muchas no registran ni una sola llamada al año. La normativa establece que tiene que haber una en núcleos con más de 1.000 habitantes y otra por cada 3.000 vecinos más. En Compostela rondan la treintena, algo que contrasta con el crecimiento urbanístico de la ciudad en la primera década de este siglo.

··· El coste anual del mantenimiento ronda los dos millones de euros. El concurso convocado por el Gobierno para realizar este servicio quedó varias veces desierto y de él se encarga la empresa Telefóni- ca hasta el momento. Se prevé que con la nueva Ley General de Telecomunicacio- nes se pueda encontrar por fin una solución que permita aclarar su destino.

01 feb 2021 / 20:45
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito