Un árbol amoroso y con flores que se comen, con sabor picante

Sus llamativas flores rosadas captan en primavera las miradas de los viandantes que pasean por la rúa de Basquiños, uno de los punto de Santiago que cuentan con los conocidos como árboles del amor o cercis siliquastrum. De hecho, se llaman así porque sus hojas tienen forma de corazón y debido a su tonalidad.

Sin embargo, esta especie también se bautizó en su día como el árbol de Judas. Y es que un antiguo mito cuenta que de este árbol se ahorcó Judas Iscariote, después de traicionar a Cristo. Otros opinan que esta denominación obedece a lo que probablemente sea una corrupción del nombre común en francés Arbre de Judée que significa árbol de Judea, refiriéndose a la región donde creció originariamente.​

Otras nomenclaturas para referirse a él son ciclamor, siclamor, arjorán o algarrobo loco.

Su llegada a Europa tuvo lugar en la época de las cruzadas, en el año 1200 y su primer destino fue Francia. Desde ese momento su extensión por el continente fue muy rápida. En la época del Imperio bizantino era uno de los árboles que en mayor número crecían en Constantinopla, en las riberas del Bósforo.

De hecho, su tonalidad púrpura era la predilecta de los emperadores bizantinos, puesto que era el color imperial, sus vestidos y tocados eran de este color, tono de uso exclusivo de la familia imperial bizantina. En la actualidad, en la antigua Constantinopla, ahora Estambul, se siguen viendo gran cantidad de algarrobos locos a lo largo de las riberas del Bósforo. Así, se convirtieron en el símbolo de la capital turca, donde se conocen como erguvan.

Procede de la zona norte y este del Mediterráneo, desde Francia hasta Oriente Próximo y se introdujo en Europa Central, Península ibérica, África tropical y Norteamérica.

En la Península ibérica, es una especie exótica introducida, que se comporta como una especie invasora, compitiendo por el hábitat con las especies autóctonas.

Al igual que el almendro, florece en primavera antes de haber echado las hojas. Sus flores se convierten en las absolutas protagonistas durante unas semanas. Crecen profusamente en ramilletes de color fucsia violáceo, cubriendo casi por completo las ramas e incluso el tronco del árbol.

SUS PÉTALOS SE UTILIZAN EN ENSALADAS O EN BUÑUELOS. Una verdadera explosión de color y aroma que lo convierten probablemente en uno de los árboles más bellos en flor. Además, de ser muy vistoso, el algarrobo loco tienen otra peculiaridad y es que las flores tienen un agradable gusto picante, y pueden comerse en ensalada mixta, o en buñuelos. Incluso, en algunas zonas se escabechaban con vinagre los brotes florales.

Además, los frutos se han utilizado tradicionalmente en la medicina popular como astringentes. Son unas vainas pequeñas, ya que curiosamente, es una leguminosa, al igual que el algarrobo. Éstas permanecen en el árbol hasta la siguiente floración, de forma que son un elemento perfecto para identificar el árbol cuando ha perdido sus hojas en invierno.

Junto con el cicloamor otras especies como cerezos, tilos o rododendros comparten en estos días protagonismo en las calles y jardines de la capital gallega. No obstante, en Santiago hay más de 25.000 árboles, que se convierten en los pulmones de la ciudad del Apóstol.

Solamente, entre la Alameda y el casco histórico, el lugar en el que están estos algarrobos locos, hay 1.330 árboles.

Y es que si hay algo por lo que destaca la capital gallega, además de por su Catedral, es por la riqueza de sus zonas verdes, que en muchos casos cuentan con ejemplares muy especiales, como puede ser la sequoia gigante que hay en la entrada principal de la Alameda o el Ginko Biloba, del jardín del Pazo de Fonseca. Joyas vivas, que deleitan con su belleza a los compostelanos en estos tiempos marcados por la plaga del coronavirus. santiago@elcorreogallego.es