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Valió la pena la espera para salsear con Marc Anthony en el Monte do Gozo

Cuarenta mil personas disfrutaron del artista puertorriqueño a ritmo de temas clásicos y nuevos, del ‘Qué precio tiene el cielo’ al ‘P’allá voy’ // El momento más emotivo de la noche fueron las miles de linternas de los móviles que convirtieron la noche en día

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“Valió la pena, lo que era necesario para estar contigo, amor”. Así arrancó Marc Anthony su espectacular concierto en el Monte do Gozo de Santiago este domingo, que puso el broche de oro a una semana de música inolvidable para la capital gallega. Y tanto que valió la pena. Dos años de espera, una interminable cola de personas que rodeaba el monte do Gozo más allá del Hotel Santiago Apóstol, y una lluvia intermitente que, de vez en cuando, dejaba algún chaparrón del que no se safaban ni los más previsores, que llevaban chubasqueros y plásticos para cubrirse. Todo valió la pena para ver al rey de la salsa en vivo y en directo.

Ataviado con una bufanda y con una chaqueta de traje saltó al escenario el artista puertorriqueño. Se notaba que el frío había vuelto a Galicia en la noche de ayer, cuando no se superaron los 12 grados. “¿Cómo se quita el frío?”, insinuó con sonrisa pícara Marc, a lo que se autorespondió: “Bailando salsa”. Dicho y hecho. Unas 40.000 personas se fueron a casa con los pies hirviendo después de darlo todo bailando temas como ‘Qué precio tiene el cielo’ o ‘P’allá voy’ (que da nombre a la gira).

Un Marc grandioso cuya prodigiosa voz se escuchaba, de seguro, en San Lázaro y en demás alrededores del Monte do Gozo. Y es que, aunque pasen los años, el cantante no pierde fuelle y demuestra que el ritmo se lleva en las venas, que no hay edad que valga. Acompañado de su inseparable banda, dio un buen protagonismo a todos y cada uno de sus músicos e incluso se animó a subir a tocar la batería. Momento en el que todo el auditorio se vino abajo entre gritos y suspiros.

Y no solo las canciones más movidas, perfectas para bailar, calaron en el público, sino también las baladas. En las gradas la gente se abrazaba, parejas se besaban, amigos se cogían de las manos moviéndose de un lado a otro y... El momento más bonito: de manera espontánea, las luces de las linternas de los móviles comenzaron a encenderse y a brillar en una noche oscura, hasta que pareció que había vuelto a ser de día. El propio artista se quedó perplejo ante la imagen de un auditorio a rebosar donde cada pequeña bombilla mostraba la gratitud de poder disfrutar de una voz como pocas en el mundo de la música.

Entre las canciones más coreadas por el público se escuchaban los estribillos: “Mala, mala y cara”, con cientos de manos haciendo el gesto de dinero al unísono; “se te olvidó decirme adiós, y hubo alguien”, con giros de cadera al ritmo del compás que marcaba la banda; o “yo trato, trato, trato, pero no te olvido”, con manos levantadas marcando el énfasis de cada palabra. Y es que si algo le gusta a este cantante es mantener el contacto directo con su público, algo que se dejó sentir especialmente con los que estaban más cerca del escenario, aquellos a los que veía en primera línea, para los que hubo guiños y dedicatorias incluidas. Para todos los demás, un agradecimiento eterno por semejante recibimiento.

A Santiago, sin duda, le costó despedirse del puertorriqueño, y es que, como dice su canción, “contigo todos los lunes parecen viernes”, y, en este caso, todos los domingos parecen viernes. Ya que, a pesar de ser una jornada poco habitual para un concierto, con gran cantidad de público que trabajaba al día siguiente, lo cierto es que cuando el reloj dió las doce y Marc empezó la despedida, todo el mundo pedía más. Tal fue la insistencia que al puertorriqueño no le quedó más remedio que volver a salir y, viendo a un público tan entregado que hasta le emocionó, decidió incluso cantar otra más, la bien conocida ‘Vivir mi vida’, como colofón a la noche. “Voy a reír, voy a bailar, vivir mi vida... La, la, lalala. ¡Qué dios me los bendiga!”

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20 jun 2022 / 17:09
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