Meirás, lugar de memorias: de Pardo Bazán a residencia veraniega de un dictador

Manuel Pérez Lorenzo acerca la historia del Pazo en las jornadas "Pasado Arrincado: Espazos da memoria democrática na Galicia do franquismo e da Transición"

Fachada del Pazo de Meirás / opc

Fachada del Pazo de Meirás / opc / rodrigo paz

Para el historiador y profesor de enseñanza secundaria Manuel Pérez Lorenzo [Sada, 1987] un lugar de memoria es “cualquier lugar”. “Todos los lugares tienen memoria, un pasado que, por algún motivo, se recuerda. Memoria existe en la medida en que ese pasado se vincula a ese lugar”, añade. En el caso del Pazo de Meirás se habla, en palabras de Pérez, de un lugar de memoria histórica y democrática muy complejo, ya que se trata de un espacio vinculado en un primer momento a la escritora coruñesa Emilia Pardo Bazán y, más tarde, a la residencia de verano de un dictador, un sitio desde el que todos los años, durante al menos un mes, Franco dirigía España a través de una dictadura personalista en la que aglutinaba todo el poder. Una historia, la del Pazo de Meirás, que acerca Manuel Pérez este martes a las 12.30 horas en la Facultade de Xeografía e Historia de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) durante las jornadas tituladas "Pasado Arrincado: Espazos da memoria democrática na Galicia do franquismo e da Transición".

El historiador Manuel Pérez Lorenzo

El historiador Manuel Pérez Lorenzo / Meirás, lugar de memorias

La historia del pazo de Meirás comienza en 1893, momento en el que Emilia Pardo Bazán mandó construir el pazo, diseñado por ella misma y su madre, en unos terrenos de la familia conocidos como la granja de Meirás. “A finales del S. XIX Emilia Pardo Bazán decide construir una residencia que considera más acorde con su personalidad, de modo que construye un edificio más grande, con unas características arquitectónicas que proyecten de puertas hacia fuera quién es ella”, destaca Pérez.

A su muerte, sus hijos heredan sus posesiones, la mayoría de ellas vendidas, pero el Pazo de Meirás lo hace con una característica especial, como mejora de herencia para su nieto Jaime Quiroga, quien fallece, al igual que su padre, Jaime Quiroga y Pardo Bazán, al comienzo de la Guerra Civil. Tras ello, el Pazo de Meirás pasa a manos de la viuda del hijo de Emilia Pardo Bazán, Manuela Esteban Collantes y Sandoval.

Ya en 1938, en plena Guerra Civil, una serie de personas en la ciudad de A Coruña, élites políticas y económicas del nuevo régimen entre las que se encuentran Pedro Barrié de la Maza, deciden regalar a Franco un pazo para que se convierta en su residencia. El escogido finalmente no fue otro que el Pazo de Meirás. “A partir de ahí inicia el proceso de compraventa, eso tenía un coste. También había que sumar el precio de las reformas que se realizan para adaptar el Pazo de Meirás a Franco, eso multiplicaba el valor y, para hacer frente al coste, se recurrió a una suscripción popular, algo muy habitual en ese momento para financiar al ejército sublevado, que era de carácter forzoso. Se obligó a los concellos de la provincia de A Coruña a reunir una cantidad concreta y estos, a su vez, exigieron a sus vecinos una cantidad en concreto. Además hay que sumar que se ampliaron los terrenos del pazo en torno a 6 hectáreas por medio de compraventas forzosas”, señala Pérez.

No les fue mal a los promotores de la idea, quienes querían tener cerca al dictador todos los veranos. “Tener cerca a Franco durante una dictadura militar en la que concentraba todos los poderes, significaba tener cerca el poder, es la mejor garantía posible de consolidar el poder de esas élites políticas-económicas bajo el nuevo régimen y si analizamos las trayectorias de las personas que participaron vemos como fueron sobradamente recompensadas”, declara Pérez.

Pazo de Meiras

Pazo de Meiras con el balcón de las musas en la torre de la fachada principal / Enrique Dans

Residencia de Franco

Durante el régimen franquista el Pazo de Meirás funciona como un edificio público, las administraciones así lo consideraban, por lo que se encargaban de su gestión y de sufragar todos los gastos que ocasionaba el uso de una residencia que se convirtió en todo un símbolo del poder. Una buena muestra tuvo lugar en el verano de 1943, en medio de la Segunda Guerra Mundial, cuando el embajador inglés en España, Samuel Hoare, mantuvo una reunión de urgencia con Franco en la localidad coruñesa de Sada. En ella, los británicos le dieron al dictador un ultimátum: o cedía en cuestiones como el tráfico de wolframio, el espionaje alemán, la utilización de los puertos por los barcos italianos y alemanes y dejaba de ayudar a las potencias del Eje o podía enfrentarse a una invasión que muy posiblemente tenía previsto producirse en Galicia.

No es la única curiosidad que dejó la estancia de Franco en Meirás. Según revela Pérez, el dictador puso en marcha una explotación agropecuaria en la que se cultivaron patatas y millo entre otras cosas, incluso se criaban animales. Esta estaba gestionada por el Ministerio del Ejército y la persona que se encargaba de ella era un guardia civil que tenía una categoría especial, el de guardia civil hortelano. “Es algo bastante inaudito. Estamos hablando de una explotación agropecuaria que era gestionada por el Estado, gestionada además por organismos tan dispares y tan disparatados que se dediquen a esto como era el Ministerio del Ejército, pero no acababa aquí la cosa, eran trabajadores públicos los encargados de la comercialización de los productos que generaba esa explotación, que en su mayoría eran comprados por el propio Estado, y sus beneficios se los llevaba Franco a título particular, quien los declaraba en su declaración de la renta”, señala Pérez.

Franco, al fondo, preside un consejo de ministros en el pazo de Meirás

Franco, al fondo, preside un consejo de ministros en el pazo de Meirás

De gestión pública a manos de los Franco

A la muerte de Franco en 1975, España entra en una nueva etapa que pasaría a la historia como la Transición. Con el inicio de la democracia el Pazo de Meirás se percibe como un símbolo de impunidad, pues a pesar de que durante el régimen el edificio era considerado un edificio público, este pasó a la propiedad de la familia Franco. Esto se debió en base a varias cuestiones. La primera fue una artimaña legal del propio Franco, que en 1941 lleva a cabo una operación fraudulenta tras la donación del Pazo de Meirás al jefe del Estado. Esto para el dictador fue un problema años más tarde, al tratarse de una donación del Estado. Por ello, en 1941, ante notario, firma una nueva compraventa en la que Manuela Esteban Collantes –la anterior propietaria del Pazo de Meirás– vuelve a vender el edificio a Franco como particular, de forma que en el registro de la propiedad aparece a nombre del dictador. Este hecho no tuvo relevancia durante la dictadura, sí a partir de la muerte de Franco.

El paso del pazo a los descendientes de Franco fue posible gracias a dos personas, Fernando Fuertes de Villavicencio y Ricardo Catoira, dos figuras próximas al dictador que durante décadas se encargaron de la gestión del Pazo de Meirás. Con la caída del régimen franquista ambos mantuvieron puestos de gran relevancia como lo eran el de consejero delegado y de inspector de palacio en Patrimonio Nacional. Tal y como asegura Pérez, las dos personas que se encargaban de cumplir las voluntades de Franco durante la dictadura seguían teniendo capacidad de mando durante la Transición, precisamente en la institución encargada de reclamar la propiedad del Pazo de Meirás. Por si fuera poco, Fernando Fuertes de Villavicencio era una de las personas que figuraban como albaceas de Franco, tenía la responsabilidad de velar porque las disposiciones testamentarias de Franco se cumpliesen, es decir, la misma persona que tenía que velar porque el Pazo de Meirás se mantuviese en propiedad del Estado era la misma que tenía que velar para que no fuese así.

Los activistas denunciados por los Franco durante la protesta del 2017 en el Pazo de Meirás | EUROPA PRESS

Los activistas denunciados por los Franco durante la protesta del 2017 en el Pazo de Meirás | EUROPA PRESS / EP

Recuperación del Pazo de Meirás

Los Franco mantuvieron la propiedad en Meirás pero todo cambió en el año 2007, cuando el concello de Sada trasladó a la Xunta de Galicia la petición de que el edificio sea considerado Bién de Interés Cultural (BIC) –el máximo nivel de protección patrimonial en Galicia–, un hecho que se logra en 2008. “Esto no afectó a la propiedad pero añadió nuevos ingredientes. La familia Franco se vio obligada a abrir el pazo al público, los inspectores de la Xunta pudieron entrar en el edificio por primera vez...

Todo esto, unido a las movilizaciones cívicas hizo que en los años siguientes el debate sobre la propiedad del Pazo de Meirás estuviese vivo en la sociedad, sobre todo cuando en el año 2017 se anunció que la Fundación Nacional Francisco Franco gestionaría las visitas criadas y la propia organización admitió que estas se iban a utilizar para hacer apología del franquismo. Se cruzaron todas las líneas rojas y hubo una reacción tanto social como institucional que dio comienzo al proceso definitivo de recuperación del Pazo de Meirás, que se consumó a finales del 2020“, sentencia Pérez.