Fue engañada

La desconocida inventora del Monopoly: una feminista que vendió la patente por 500 dólares

Un nuevo documental relata la historia del popular juego de mesa | La creadora, Lizzie Magie, quería mostrar los efectos negativos de los monopolios difundiendo las ideas del economista Henry George

Elizabeth ’Lizzie’ Magie, la verdadera inventora del Monopoly.

Elizabeth ’Lizzie’ Magie, la verdadera inventora del Monopoly. / EPE

Analía Plaza

Hasta 1985, la historia oficial del Monopoly era esta: lo inventó un señor en paro durante la Gran Depresión de Estados Unidos porque se aburría. Charles Darrow, que así se llamaba, imprimió copias con sus propios recursos y, cuando no dio más de sí, vendió los derechos a Parker Brothers, empresa que lo popularizó y convirtió en uno de los juegos más exitosos del mundo.

La realidad, sin embargo, es mucho más compleja.

En 1904, una mujer llamada Elizabeth Magie que hasta entonces trabajaba como taquígrafa registró la patente de The Landlord's Game; en español, el Juego de los Terratenientes. Magie tenía entonces 38 años, vivía en Washington y esta no era su primera invención: años antes había patentado una solución para que los folios pasaran mejor por las máquinas de escribir. Escritora y comediante en su tiempo libre, la inventora era una gran defensora del georgismo, un movimiento político que aboga por la creación de un impuesto único que grave la tierra.

The Landlord's Game fue su fórmula para difundir esta idea. Al mismo tiempo, y por paradójico que resulte, se convirtió en el germen del Monopoly. Su autoría sería descubierta y reconocida décadas más tarde, cuando el profesor Ralph Anspach investigó los orígenes del juego para defenderse ante una demanda por infracción de copyright. Anspach había creado el Anti-Monopoly y Parker Brothers quería impedirle usar el nombre. Descubrió que la patente de Magie era, a diferencia de lo que siempre había difundido la empresa, la primera versión del Monopoly. Se embarcó en una larga batalla legal. El Supremo de Estados Unidos le dio la razón: no solo podía usar el término, sino que era libre para contar la historia, el resultado de su investigación.

Un reciente documental de la televisión pública estadounidense —La historia secreta del Monopoly, disponible en español en Movistar— revisa la figura de Elizabeth Magie. Incluye una entrevista póstuma con Anspach, fallecido hace un año. "Era todo sospechoso", admite el profesor en uno de los fragmentos. "Pero me encendí aún más al saber que quienes habían robado el juego me atacaban a mí por inventar otro juego".

Monopolios vs. impuesto único

Elizabeth —Lizzie— Magie nació en Illinois en 1866. Su padre fue editor de periódicos, abolicionista de la esclavitud y seguidor de las ideas del economista Henry George (esto es, el georgismo). Según detallan numerosas biografías, Lizzie Magie conoció y se empapó de dichas ideas en casa. De adulta, las defendió a través de la escritura publicando varios relatos cortos.

No solo eso: Magie llamó la atención como activista feminista cuando puso un anuncio en el periódico ofreciéndose como "joven esclava americana: inteligente, educada, refinada, honesta, justa, poética, filosófica (...) y femenina ante todo" para denunciar la desigualdad de oportunidades de mujeres y personas negras. Los únicos verdaderamente libres, decía, eran los hombres blancos.

Con su Juego de los Terratenientes, Magie pretendía que el georgismo llegara a más gente. "Henry George fue el primero que planteó el impuesto sobre el valor de la tierra. Es del s.XIX. Escribió un libro infumable, que ni sus seguidores más fanáticos se leen, sobre la pobreza", explica Eduardo González, investigador asociado de la University College of London. "Hace un análisis interesante. Hay una diferencia muy importante entre la economía clásica y la neoclásica. En la clásica, de Adam Smith, David Ricardo y el propio George, había tres elementos clave: tierra, trabajo y capital. Daban lugar a tres clases sociales: burgueses (capital), trabajadores (trabajo) y terratenientes (tierra). Pero la neoclásica se carga la distinción entre capital y tierra y lo mezcla todo. Desapareció la figura del terrateniente, que era rentismo puro".

George, continúa González, argumenta que quienes se apropian del suelo extraen las rentas del resto, tanto de los trabajadores (que pagan alquiler) como de los burgueses (que si abren un comercio o montan una industria también pagan al terrateniente).

"Además, los terratenientes cobran rentas por no producir nada. Porque el suelo es una mercancía ficticia: nadie la produce. Y sus incrementos de valor no están vinculados al propietario del suelo, sino a acciones como poner una boca de metro al lado", continúa. "Él era capitalista, como Keynes, pero tenía un problema con el capitalismo: los rentistas. Por eso planteaba un impuesto al valor del suelo, el famoso land value tax". Con este impuesto revirtiendo en lo público, argumentaba el economista, podían desaparecer todos los demás.

Las ideas georgistas —aún vigentes, defendidas incluso en las páginas de opinión del Financial Times— se pusieron en marcha en Arden, una pequeño pueblo del estado de Delaware fundado en 1900 en el que todo el suelo sigue siendo público. Y para allá que fue Magie a crear su juego. En una primera versión no definitiva, la inventora desarrolló un Monopoly al uso en el que todos empezaban con el mismo dinero y ganaba quien más riqueza acumulara. En la segunda, Magie incluyó la posibilidad de jugar en modo georgista, con un paquete de instrucciones distinto.

La principal diferencia: el alquiler del suelo no se pagaba al terrateniente, sino al tesoro público. Todo ese dinero se usaba para hacer mejoras públicas y no había ningún impuesto más. Un carpintero del pueblo le dibujó el tablero.

"El Juego de los Terratenientes se basa en los métodos empresariales predominantes en la actualidad. Esto lo pueden comprobar los jugadores, como también pueden comprobar el resultado lógico de este sistema: que el monopolista de la tierra tiene el control absoluto", dicen las instrucciones. "El remedio es el impuesto único".

El juego ofrecía la posibilidad de pasarse al modo georgista siempre que dos jugadores estuvieran de acuerdo. El objetivo, tal y como se observa en las normas —recogidas en una detalladísima web sobre su historia—, es demostrar que el impuesto único "beneficia a todo el mundo porque iguala las oportunidades".

Juego popular

El Juego de los Terratenientes de Lizzie Magie se popularizó más allá de Arden. En los años siguientes llegó a los campus de universidades como Columbia, Harvard y Priceton, y tuvo especial relevancia en Atlantic City, en el seno de la comunidad cuáquera. Para que el tablero reflejara mejor la realidad de esta ciudad, se le introdujeron cambios y se pusieron casillas con el nombre de sus barrios y avenidas. Todo esto, claro, al margen de su inventora. Era un juego popular.

El problema fue que, durante todo este tiempo, el mensaje antimonopolista y defensor del impuesto único georgiano se diluyó. Los jugadores, relatan las crónicas e investigaciones sobre el juego, veían más divertido que uno aplastara al resto (versión monopolista) que cooperar (versión georgista). Fue una de las versiones monopolistas (llamada Monopoly) la que llegó a Charles Darrow, el señor desempleado que se apropió la idea, la fabricó por su cuenta y acudió a vendérsela a Parker Brothers, que por aquel entonces ya era una importante empresa de juegos de mesa.

Consciente de que se extendía ajeno a su control, Lizzie Magie registró una nueva patente en 1924 (la original venció en 1920). En 1932 lanzó una versión basada en esta patente. Esta edición se llamó The Landlord's Game and Prosperity: El Juego de los Terratenientes y Prosperidad, reflejando ambas posibilidades de juego.

Para cubrirse ante eventuales demandas y consciente de que necesitaba los derechos del Monopoly para seguir reproduciéndolo, Parker Brothers se interesó por su historia real más allá de lo que contaba el desempleado Charles Darrow. Según explica el documental, la compañía supo a través de la prensa de la existencia de Magie. Y, tal y como ella misma contó en una entrevista en el periódico The Evening Star, el CEO fue a visitarla en noviembre de 1935 para convencerla de ceder los derechos. Le ofreció 500 dólares por su segunda patente.

¿Por qué aceptó? Magie seguía empeñada en difundir las ideas georgistas y consideró una oportunidad que una gran empresa comercializara su creación. Parker Brothers, sin embargo, imprimió unos pocos cientos de copias con ambas posibilidades de juego —la monopolista y la georgista— y dejó caer esta versión en el olvido para centrarse solo en la del monopolio, Monopoly. A nivel de marketing, mantuvieron la versión de Charles Darrow y vendieron millones de copias. Un hombre en paro que se había hecho rico con su invención era una muy buena historia para promocionar un juego de acumulación de riqueza.

Magie murió en 1948. En el censo aparecía registrada como "fabricante de juegos". Su figura estuvo desaparecida hasta que el creador del Anti-Monopoly, Ralph Anspach, la rescató. Cuenta el documental que la empresa llegó a ofrecerle una importante cantidad de dinero por renunciar al nombre de Monopoly y por callarse y no contar la historia real. "La gente me decía que estaba loco, que cogiera el dinero y me fuera", dice en la entrevista póstuma. Cuando el Supremo le dio la razón, Anspach sintió "que había hecho justicia" y que "a veces, la Historia puede cambiar".

Las ideas georgistas, por su parte, siguen difundiéndose hoy en día. "Hay un instituto georgiano: el Lincoln Institute of Land Policy. Según me contaron, es de uno de los herederos de Henry George que quería probar si sus tesis eran correctas. Tienen un informe sobre en qué países se han aplicado sus ideas", remacha González. Algunos de estos países son Francia, Dinamarca, Estonia, Australia, Sudáfrica... "Pero esto es como lo de la renta básica: la idea pura, pura, nunca se ha aplicado, solo versiones suavizadas. En el mundo anglosajón es muy frecuente, pero a España nunca ha llegado".