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Las aplicaciones para conocer gente, una “jungla” llena de peligros

Las ‘apps’ de citas se han convertido en algo habitual hoy en día, pero no sin sus detractores. Honestidad, respeto y saber los riesgos que conllevan son claves para evitar una mala experiencia

Las aplicaciones para conocer gente son cada vez más habituales, pero tienen sus peligros

Las aplicaciones para conocer gente son cada vez más habituales, pero tienen sus peligros / Freepik

Diego G. Carballo

Diego G. Carballo

Santiago

Las aplicaciones de citas como Tinder o Badoo se han convertido en el pan de cada día para muchas personas que buscan pareja. Tener a todo un mundo de gente que se adaptan a tus gustos y preferencias a golpe de un clic ha ayudado a muchos a encontrar a esa persona especial. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce.

Y es que las apps de citas también vienen con sus inconvenientes, según denuncian expertos y usuarios, especialmente relacionados con la despersonalización y la mercantilización del individuo, llevándonos a vivir una experiencia poco humana y en la que lo primero que se valora es el aspecto físico.

Lucía Álvarez López, sexóloga y psicóloga general sanitaria, cree que las aplicaciones de citas tienen mucho en común con otras redes sociales y el mundo virtual, pero también con el mundo presencial: “Siempre me gusta decir que las redes y las aplicaciones de citas representan parte de la sociedad en la que vivimos. Entonces, los problemas que se trasladan también son violencias que se dan en la sociedad, como fijarnos sólo en el físico de una persona, en su delgadez... elementos normativos”. Al mismo tiempo, la sexóloga asegura que también se puede ver como un mercado en el que se “capitaliza” a las personas, accediendo a una gran cantidad de gente “sin pararnos a veces a pensar o a sentir”.

La gratificación y el algoritmo

Una de las características más conocidas de las redes sociales, y que también se puede extender a las aplicaciones de citas, es la conocida como gratificación instantánea; es decir, conseguir algo que queremos rápidamente y que nos llene. “Creo que muchas veces se pone el foco en el placer o en una valoración personal externa. No es lo mismo si mi autoestima se basa en como yo me veo y me aprecio que si se basa en los números de matches que recibo”, explica Álvarez.

Lucía Álvarez López, sexóloga y psicóloga general sanitaria

Lucía Álvarez López, sexóloga y psicóloga general sanitaria / Cedida

El anonimato y el 'ghosting', una pareja peligrosa

Desde hace unos años, el ghosting se ha convertido en una palabra de moda, principalmente relacionada con los contactos con gente a través de la red. Es una expresión en inglés referida a cuando alguien deja de hablar con nosotros de forma súbita, sin dar explicación, desapareciendo como un fantasma (ghost en inglés). Otros comportamientos negativos que vienen del anonimato o de no ver a la otra persona cara a cara también pueden ser los insultos o el desprecio, que pueden hacer mella en la autoestima del usuario. 

“Cuando conectamos con otras personas a través de las redes sociales, o de las aplicaciones de ligues, creo que se nos olvida que hay una persona detrás de esa pantalla. Es importante entender que el mundo en línea es tan real como el offline, si yo estoy hablando con alguien a través de Tinder, es una persona real, y aunque no la vea, las consecuencias pueden ser las mismas que si la tuviese delante”, explica Álvarez. 

La sexóloga asegura que el ghosting se ha convertido en un fenómeno muy frecuente, y que tiene consecuencias “tanto a nivel psicológico como sexológico”: “Una cosa muy interesante es analizar porque las personas lo hacen. Yo creo que muchas veces la razón es una falta de habilidades para decir que no quieres seguir viendo a esa persona, pero también un miedo a la reacción, ya que puede haber malas contestaciones o situaciones violentas. Es una dinámica que se retroalimenta y si las personas tuviésemos más responsabilidad se darían menos estas situaciones, porque hay veces que se dan después de haber quedado en persona y esto genera muchas inseguridades o una sensación de menor validez”.

Esta gratificación también puede dar la vuelta y convertirse en una caída de la autoestima si no recibimos los suficientes matches, porque se tiene demasiado en cuenta la valoración que los demás hacen de la persona: “Al final es poner todo tu valor en un único posicionamiento que no depende de ti, sino de otras personas, y también de una sociedad que es muy diversofóbica”, comenta la sexóloga.

El algoritmo que utilizan estas aplicaciones no suele ser conocido por sus usuarios, y utiliza una serie de valores y posicionamientos que Álvarez considera problemáticos: “En Tinder, si hay una persona que es mujer y tiene unos estudios, la puntúa menos que un hombre que tiene los mismos, porque se la considera como menos valiosa. Hace un montón de cosas de las que tú no puedes escapar si quieres estar en la aplicación, y el algoritmo al final contribuye a mantener el racismo, el machismo, el clasismo, la transfobia y la gordofobia, y no permite que todas las personas nos aparezcan por igual. Hay muchísimo desconocimiento de cómo funciona, porque refuerza como te sientes y como te ves a ti misma y basamos mucho lo que nos valoramos en factores externos, creando una autoestima que depende totalmente de otros”.

"El algoritmo (de Tinder) al final contribuye a mantener el racismo, el machismo, el clasismo, la transfobia y la gordofobia, y no permite que todas las personas nos aparezcan por igual"

Lucía Álvarez López

— Sexóloga y psicóloga general sanitaria

La psicóloga sanitaria cree que, al tratarse de un negocio con el que las aplicaciones ganan dinero, buscan que estemos en ellas el mayor tiempo posible, favoreciendo la búsqueda de algo rápido y continuo: “El hecho de que en la mayoría de las aplicaciones lo primero que vemos es una foto, y para acceder a la descripción que escribimos tenemos que dar más pasos, lo que dice mucho de donde ponen el foco”.

La construcción de vínculos

Álvarez cree que la forma de crear vínculos entre personas está cambiando gracias a estas aplicaciones: “Cambia también lo que entendemos por intimidad y por privacidad, por las cosas que subimos a ellas, genera unos nuevos espacios y creo que puede generar a veces más dificultades a la hora de ligar en persona”. Sin embargo, también considera que tiene cosas positivas, como que le damos más valor a comunicar algo en persona que por escrito o que nos ayuda a comunicar cosas difíciles por escrito antes de conocerse en persona.

También son plataformas con un impacto positivo para gente que quiera buscar a otros con sus mismos gustos, preferencias o sexualidad, como por ejemplo personas no monógamas, o para saber que ese alguien con el que estás hablando está realmente interesado en una relación o un “rollo” pasajero.

El socializar entre iguales permite también que la comunidad LGTBIQA+ tenga un lugar donde encontrar a gente que comparten su identidad u orientación, lo que facilita la creación de comunidad y no sentirse solos: “Creo que en ese sentido si pueden ayudar al apoyo social”, comenta la sexóloga, aunque también advierte que muchas veces, para las personas con orientaciones diversas, es difícil utilizar estas aplicaciones por miedo a la exposición pública a conocidos u otra gente.

Para realizar un uso adecuado de estas aplicaciones, Álvarez recomienda aplicar las mismas recomendaciones que se deben tomar en una relación presencial, trasladándolas a este nuevo modo de conocer gente: “Poner el foco en los cuidados, el respeto, la empatía, la responsabilidad afectiva, asumir que buscas, que es lo que quieres y que no, poder poner límites y trasladarlos y respetar cuando alguien los ponga, respetar sus tiempos, no insistir y tener una buena afección emocional”.

La sexóloga también recomienda buscar relaciones de buen trato y no hacer cosas que no queramos que nos hagan a nosotros, además de poner el foco en la comunicación, haciéndola más honesta. “También es buena idea pararnos antes de entrar en la aplicación y reflexionar sobre que buscas, que quieres encontrar o que te apetece. Creo que a veces hay un uso de las aplicaciones muy consumista, porque a veces tampoco tenemos claros los objetivos. Parémonos a pensar qué queremos de ellas”, aconseja Álvarez.

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