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A Raíña da Gaita Galega

Si tuviéramos que representar a Galicia con un instrumento musical, sin ningún lugar a dudas todos elegiríamos a la gaita. Sin embargo, la historia de este símbolo de las melodías más recordadas desde hace siglos mantuvo parcialmente olvidada a María Aurea Rodríguez, la primera mujer gaitera profesional de la que se tienen registros y además pionera entre las representantes artísticas. Antes de ella, el protagonismo en los ámbitos escénicos y sobre todo la organización de los eventos estaba a cargo exclusivamente de hombres: esta es la vida de ourensana reina de la gaita gallega.

María Áurea Rodríguez Rodríguez nació en la pequeña aldea de Muntián del concello de Cartelle en Ourense el 16 de noviembre de 1897, hija del matrimonio José Rodríguez y Hermelinda Rodríguez, una familia que se dedicaba a la agricultura y la ganadería, al igual que la mayoría de los pobladores rurales de entonces. La biografía de su vida, recuperada en el Álbum de Mujeres Destacadas de la Cultura Gallega, indica que María comenzó a tocar la gaita en 1907, con solo 10 años, destacándose muy rápidamente. Tenía una habilidad innata y pasión por la música: sus primeros acordes sonaron en cumpleaños y fiestas familiares, pero pronto las necesidades económicas iban a influir en una decisión que lograría difundir su arte por toda Galicia y Sudamérica.

El fallecimiento de su padre cambió definitivamente su futuro; a los 11 años, huérfana y carente de recursos, formó un conjunto musical junto a sus hermanos como medio de trabajo para enfrentar la pobreza: así nació el grupo “Os Maravillas”, acompañada por sus hermanos Eliseo, Felisindo, Manuel y Castor Rodríguez. El nombre de la agrupación de gaiteros se tomó como homenaje a la población de Nosa Señora das Marabillas, una parroquia muy cercana a Muntían. Lentamente comenzaron a hacerse conocidos primero en su pueblo natal y luego en el resto de Ourense, pero la sorpresa era mayúscula al verlos en vivo con una primera gaita que estaba a cargo de una mujer.

Para entonces, principios del siglo XX, el término gaiteira era prácticamente sinónimo de prostitución. El diccionario gallego de Juan Piñol, publicado dos décadas antes, definía a gaiteiro como a quien tocaba la gaita pero en su forma femenina la definición remitía a una “mujer casquivana”. Esta relación errónea entre el significado escrito y la descripción real de su trabajo no iban a frenar el desempeño de María sino todo lo contrario: a partir de ella ser gaiteira sería el inicio de un cambio de paradigma para todas las mujeres que se acercaban al ambiente musical, dejando en el pasado dicho término como algo despectivo.

Siendo la hermana mayor y quien tenía las mayores aptitudes para desenvolverse con el instrumento, también se convirtió, además de respetada mujer gaitera, en la directora y poco tiempo después también representante artística de la agrupación. La agrupación, que estaba formada por María en la gaita y su tres hermanos tocando el tambor y el bombo y el requinto, concretaron el éxito paulatinamente desde su pueblo hasta llegar en grandes fiestas provinciales. En Pontevedra, hacia el año 1920 luego de un concierto, su presentación fue definida como “la primera vez que se ve una moza - y guapa - tocando el enxebre instrumento”.

En un ámbito tan machista, María desde luego siempre era el centro de atención pero no tenía reparos en expresar sus exigencias. Personalmente definía los salarios que cobrarían Os Maravillas por los conciertos y elegía cada uno de los temas a interpretar por la banda. De esa manera no era de extrañar para nada que algunos comentarios hacia ella estuvieran cargados de sorpresa y bastante ironía, como el expresado por un semanario de Ponteareas a fines de julio de 1921: “resultó muy brillante la fiesta del Carmen que el 16 se celebró en Troncoso. Lo mejor de la fiesta, lo que más llamó la atención, fue una mujer que tocaba la gaita en público. La gaitera de Orense”.

Más allá de su talento y su delicada figura, vale remarcar también la lucidez con la que sus hermanos se desempeñaban con cada uno de los instrumentos. Paso a paso dejaron de ser considerados como los “cuatro humildes huerfanitos que paseaban su música por Muntían” a hacerse de un prestigio muy importante que los llevó a ocupar los escenarios de las más grandes fiestas populares y romerías de toda Galicia. Además de las cuatro provincias gallegas, se presentaron en Barcelona, Sevilla y llegaron a la capital, Madrid, donde la prensa de la época no dudó en calificarla como “la gran reina de la gaita gallega”. Hacia fines de la década de 1920 la popularidad era tal que ya cobraban 15 pesetas por actuación y por ello decidieron extender sus tradicionales conciertos del otro lado del océano, más precisamente en Buenos Aires.

El Órgano de la Colectividad Gallega en la República Argentina le dió la bienvenida difundiendo “la gratísima visita de un conjunto de arte y emoción típico de nuestra tierra, para dar a conocer a los gallegos emigrados y al público argentino bellísimos aspectos del folklore gallego. Pura tradición nativa de cuatro hermanos que cantan maravillosos alalás y “plapuntean” la tradicional muiñeira. Una nota de belleza y originalidad ofrece el simpático conjunto. Es dirigido por una mujer, la señorita Áurea Rodríguez, que toca la primera gaita con tal emoción que mereció en Galicia y en Madrid el dictado de la «Reina de la gaita gallega»; es una recia moza gallega, de pureza racial magnífica y con esa suave simpatía que nuestras santas mujeres copian del paisaje.”

Os Maravillas, que residieron momentáneamente en la calle Montes de Oca número 2222 de la Capital Federal recibieron numerosas propuestas laborales y se presentaron con repetido éxito en varios teatros porteños. Luego del regreso a Galicia, Eliseo abandona la banda para iniciar su carrera militar en el Ejército y se instala definitivamente en A Coruña en 1930. Por su parte María Áurea Rodríguez junto a sus otros dos hermanos Benigno y Castor forman un nuevo grupo llamado Os Menores y como tantos otros miles de gallegos emigraron hacia Argentina. Según Milagros Bará Viñas, su biógrafa, hasta ese momento María era soltera, apoyándose en los conceptos periodísticos que siempre la trataban de señorita o muchacha cuando se referían a ella. Y algo que también es notable para considerarla soltera y define la época es que se desplazaba con libertad para viajar, lo que daría por descontado que no estaba casada.

Desde su desembarco final en Argentina, se conoce muy poco más sobre su vida. Solo se tiene noticia de una presentación en Caracas, Venezuela varios años después, en 1945, lo que indica que mantuvo su carrera musical pero con menor difusión o frecuencia. El resto es un misterio: sus vecinos de Cartelle aseguran que nunca regresó al pueblo y hasta la fecha no se han hallado registros de su fallecimiento ni en Buenos Aires ni en Galicia. Obligada a obtener un medio de subsistencia por el fallecimiento de su padre, se convirtió en la pionera olvidada entre las intérpretes de la música gallega y a su vez fue la primera mujer documentada como artista y representante al mismo tiempo. Un ejemplo de talento y esfuerzo que forjó las bases para tantas otras mujeres que siguieron el camino de las inolvidables muiñeiras de María Áurea Rodríguez, “A Raíña da Gaita Galega”.

11 sep 2022 / 01:00
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