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Aires que corren y vuelan... o se quedan

Al margen de Tanxugueiras (¡cuesta tanto escribir como pronunciar su nombre!) el panorama musical se barrunta variado e incierto.

No es extraño. El comercio se renueva constantemente y no da tiempo a escuchar los discos ni saber las andanzas de las nuevas formaciones, salvo quienes son sus incondicionales seguidores. Sucede en gran medida con los géneros más recientes (rock, pop, indie, reguetón, hip hop, electropop, punk rock, dancehall...) y con otros que mezclan de todo un poco, acabando por ser incalificables por su estilo, que no por su trabajo.

Algunos vienen con fuerza y ni rondan los 40: Yung Beef, Luzenzo, Beéle, Maikel Delacalle, Ayax y Prok, Baiuca, La M.O.D.A., Mastodonte, Funzo & Baby Loud, León Benavente, Ilegales, Cápsula, Veintiuno, Los estanques, Padro Pastor, Travis Birds, Ñu, Marta Soto, Belako, Adam Green o Laura Cox.

La música clásica, la considerada de élites, avanza a otro ritmo. Aun sufriendo cancelaciones y bailes de fechas, por lo general, apuesta por melodías que bastantes “académicos” -¡gente rara!- conocen de antemano. Varían los montajes, escenarios y escenificaciones, directores de batuta, etc., pero su público sabe a qué atenerse, al menos en algunos aspectos.

En el Teatro Real de Madrid, que conmemora sus 100 temporadas, sonarán, entre otros, Wagner y Rossini. En el Liceu de Barcelona, en su 175 aniversario, se oirá desde Monteverdi a Ligeti. En las puertas de otros teatros nacionales resuenan los slogans de inesperados invitados: técnicos que se niegan a examinar para seguir cobrando por un trabajo que ya hacían sin título debajo del brazo.

En el panorama gallego escucharemos de todo un poco. Sin irnos a los clásicos, estarán desde la veterana Marta Sánchez en Ourense, al pianista y polifacético James Rhodes en Ferrol, pasando por la cantautora Sés o por Cepeda en Santiago.

El parón de los últimos años ha distanciado a los intérpretes con su público. Ahora, cual setas o margaritas, surgen nombres y formaciones que conviven con otras algo desarticuladas o desmembradas. Renovación o acomodación son fenómenos que afectaron a todos de alguna manera.

Aun así, la música -o el show que aporten con la misma o a través de ella- tienen igualmente valor. Los aspectos sociológicos en torno a estos artistas y espectáculos merecen ser estudiados y ser tenidos en cuenta porque todo -o casi todo- lo que hacen tiene interés, guste más o menos. Y de ahí se pueden extraer algunas impresiones.

No obstante, es el paso del tiempo quien mejor juzga la cultura y la música de una era. Nosotros somos como espectadores de una primera fila de butacas, tan preocupados por la expectación que despierta lo que acontece en el escenario, como por el dolorido cuello torturado de tanto levantar la cabeza para no perder ripio de nada.

Lo que deseamos todos no es solo rentabilizar el coste de una entrada, sino que haya un mínimo de estabilidad y que la flor marchita de un día -o tiempo- poco agraciado no quede sepultada entre otras de más fortuna.

Dicen que las dificultades activan el ingenio, pero la creatividad y la productividad no dependen solo de eso. De igual modo, se reitera constantemente que originalidad y crisis van unidas y que son caldo de cultivo para generar nuevos cambios y propuestas.

Algo hay de cierto. Basta ver el notorio aumento de múltiples actividades de personas anónimas, de todas partes y edades. Sin embargo, sin esfuerzo y sin poner empeño, tienen breve recorrido. Poner esfuerzo está poco valorado. Poner empeño (o elevar el ánimo cabizbajo) con el goteo constante de “síndromes” de nueva aparición -algunos reales- esto va camino de convertirse en otro escollo de difícil remedio.

Estudiar o contemplar una obra sin conocer sus antecedentes, su autor o su entorno, es como hacer cábalas en el aire. La interrelación entre el artífice, la obra y el público, no termina nunca totalmente. Escribe el compositor estadounidense R. Sessions, refiriéndose a una sonata de Beethoven: La inspiración no adopta la forma de un súbito destello musical, sino de un impulso claramente encaminado hacia un objetivo que el compositor debe esforzarse por alcanzar. No obstante... cuando se ha logrado esta comprensión perfecta, ya no cabrá ninguna duda, sólo la íntima certeza de que eso era exactamente lo que él quería.

Beethoven, al igual que otros, no “crea” obras, si no que va “descubriendo” nuevas formas y estilos, bebiendo de su propia formación y la de quienes le precedieron. Pasa lo mismo con escultores que tallan piedra o madera hasta moldear algo antes inexistente.

Encantados de que el panorama musical, en sus variados ámbitos, vaya emergiendo con brío y renovadas ideas.

Queda por señalar que las integrantes de Tanxugueiras son de Teo. A ver si, además de dar el cante, sitúan a su municipio en el globo terráqueo. “Terra” xa teñen... Y seguidores no les faltan...

15 feb 2022 / 01:00
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