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Amparo Dávila: en el terror fantástico

La modalidad narrativa de lo fantástico, que conoció décadas de esplendor en la cuentística hispanoamericana del pasado siglo y también –aunque menos– en la novela, parece estar en franco declive, desaparecidos cultivadores como García Márquez entre otros. En este caso diremos otras para referirnos en particular a Amparo Dávila (1928 .2020), mexicana de Zacatecas cuya obra, iniciada primero en la lírica con Salmos bajo la luna (1950), pasó pronto al terreno del cuento, donde dejó cuatro poemarios; uno de ellos, Muerte en el bosque (FCE, 1977), logró el importante Premio Xavier Villaurrutia. Contrasta, en todo caso, el alto reconocimiento del que gozó en su país con la escasa difusión que tuvo entre nosotros, donde sobre todo su poesía pasó desapercibida.

La primacía del cuento en su literatura se ahonda y, si cabe, se justifica con la suma de sus Cuentos reunidos (Ed. FCE/ Ed. Páginas de Espuma, 2022), que incorpora, con el título de Con los ojos abiertos, cinco textos datados en 2008 e inéditos hasta ahora. La edición de estos cuentos “reunidos” y seguramente completos lleva un estudio prologal de la argentina Mariana Enríquez, también notabilísima cultivadora del género, que traza una ordenada y útil panorámica de este conjunto de casi cuarenta piezas que el lector hará bien en leer y que esclarecen estas modestas líneas que les propongo aquí.

Amparo Dávila, en un tiempo y lugar y un país más que difíciles para que una mujer, desde un inhóspito pueblo, se enfrente a una temática áspera y problemática, acepte tal desafío y lo enfoque a modo de un núcleo recurrente con variaciones, esquema que ensaya una y otra vez y que, dentro de una referencialidad hondamente autobiográfica, se deja habitar por “Una desolación inexplicable, una soledad tan vasta como los grandes espacios de su país..., con seres extraños, intimidad arrasada, casas, jardines, estanques, familias burguesas: la ciudad y, frente a ella los asfixiantes espacios desérticos”, escribe la protagonista.

La mujer, concreta y singular, figura protagónica, víctima de circunstancias de naturaleza diversa, se enfrenta a sus demonios: soledad, terror, misterio, locura, delirio, fracaso, factores oníricos y visionarios: el engranaje fantástico en un contexto de cotidianeidad que se manifiesta en un proceso de crecimiento y cuyo final guarda no poco de inquietud y estremecimiento psíquico desquiciante hasta grados de locura e invasión virulenta de la realidad. El terror emana de la nocturnidad y el viento del desierto del Gran Tunal en su casa familiar, de niña, refugiada en la lectura de la Divina Comedia de Dante. Lo fantástico se enraíza en sus lecturas e imaginación y en lo onírico. Hay otras circunstancias de signo funebrista por la reducida y afirmada andadura de sus ficciones: la amenaza latente, vaga, inquietante, la muerte y la compañía –que declaraba a su amiga Elena Poniatowska– de “Un mundo de sombras que camina siempre a mi lado”, que cita Mariana Enríquez.

La primacía de la mujer no solo está en su condición protagónica en las historias, sino también en que encabeza (a veces suplida por el hombre) los títulos de numerosos relatos. En fin, estos son ajenos al ámbito prehispánico y temporalmente pertenecen a la cronología biográfica de la escritora, figura que fue de la vida literaria mexicana, distinguida por la sociedad de Bellas Artes de la capital del país, por la Universidad de Guanajuato y porque la primera puso el nombre de “Amparo Dávila” al concurso de cuentos fantásticos que patrocina. No es poco, no señor.

22 abr 2022 / 00:00
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