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Arte del exilio y el recuerdo de Arturo Souto

    El Museo Reina Sofía está reordenando sus colecciones y dando visibilidad a la producción artística del exilio; dentro del tercer episodio de la reciente reorganización se muestra en las nuevas salas de la planta 4ª del edificio Sabatini una exposición fundamentada en los fondos propios titulada El pensamiento perdido: la autarquía y el exilio, un discurso enmarcado entre los años 1936 y 1964 en el que confluyen y se muestran 300 obras y documentos correspondientes a un buen número de artistas y sus creaciones realizadas en el propio país en las siguientes décadas de postguerra y en los lugares del exilio en Latinoamérica.

    Un comienzo dirigido a la recuperación de una labor pendiente de revisión, necesaria para reconstruir ese tramo de la historia, y aunque la representación del exilio en las colecciones del museo, es todavía insuficiente, se advierte ahora el compromiso de abordar esa tarea.

    En el capitulo del exilio, Galicia tiene un papel primordial y aunque bien es cierto que significativas figuras históricas están presentes en museos y fundaciones , otras han quedado, parcialmente veladas y en tal sentido me viene a la memoria, Arturo Souto (Pontevedra, 1902-Ciudad de México, 1964) y su etapa vivida en México, todo un capitulo, que necesita mayor conocimiento y proyección.

    Arturo Souto viajaba por primera vez a México en 1942 después de breves estancias en La Habana y Nueva York. La preparación de una exposición sobre su obra y la intención de visitar a los amigos y compañeros españoles que habían arribado, a partir de 1937, amparados por el presidente Lázaro Cárdenas, le inducen al viaje.

    Cuatro años antes, Souto, había entrado en contacto en Bélgica, con el poeta y político mexicano Jaime Torres Bodet; de ese primer acercamiento nace una buena amistad y el escritor le ofrece la posibilidad de traslado a México; sentía admiración por sus gentes, por la novela de la Revolución, por la posición e influencia de los muralistas mexicanos en el arte de vanguardia, a los que conoce gracias a la información que le había proporcionado Gabriel García Maroto, y especialmente por la obra de Orozco y la fotografía de Casasola.

    Cuando sale de los Estados Unidos y cruza la frontera para entrar en México por el estado de Nuevo Laredo no es consciente de la importancia que tendrá en su vida futura un viaje que preveía temporal, y será a raíz de ese primer contacto con el país, cuando decide quedarse de un modo permanente comenzando así una renovada existencia, adaptada a una realidad de destierro, fundamentada en la evocación de un pasado reciente y las posibilidades que le ofrece la nueva situación.

    En la superficie de sus pinturas mexicanas habrá en ocasiones referencias a los seres mas desatendidos de la sociedad; anteriormente, Souto ya había expresado su compromiso político a través de ese medio; valgan de ejemplo los lienzos Milicianos en un interior y Nueva familia, fechados en 1937, actualmente en las colecciones del Museu Nacional d´Art de Catalunya, expuestos en las salas permanentes; las numerosas ilustraciones y dibujos sobre el tema de la guerra civil revelan una personalidad mordaz, certera en la descripción de las escenas; su obra, en sintonía con las corrientes artísticas de la preguerra, mantenía un eclecticismo de inquietudes contrapuestas, un realismo social compartido con Emiliano Barral, Horacio Ferrer o Modesto Ciruelos.

    Las décadas vividas en México constituyen una apasionante etapa que se desarrolla alrededor de la pintura, y en prolongada presencia en galerías de la capital: Havre, Clardecor, Proteo, Librairie Française.

    La relación con artistas, intelectuales, escritores y coleccionistas, José Moreno Villa, Miguel Prieto, Enrique Climent, León Felipe, Luis Cernuda, Alfonso Reyes, Alvar Carrillo Gil, le llevará a formar parte del desarrollo intelectual de aquel país de tan generoso recibimiento; la energía y la luz de México transforman su existencia y pensamiento haciendo posible un subjetivo mestizaje en un clima de libertad.

    Por otra parte, es destacable en aquellos años la relación de Souto con algunas de las jóvenes promesas del arte mexicano de entonces, asiduos a su taller y con el tiempo influyentes artistas: Alberto Gironella (1929-1999), Enrique Echeverria (1923-1972) y Vicente Rojo (1932-2021), pertenecientes a la Generación de la Ruptura (1950), quienes iniciaron sus trayectorias a su lado y no olvidaron la importancia de sus lecciones teóricas .

    En cuanto a la labor ilustrativa de Souto, son reseñables las colaboraciones para la revista Ultramar, las ilustraciones para la primera edición mexicana de Las Flores del Mal de Baudelaire y las Historias Mágicas de Rémy de Gourmont y desde 1959, las señales de su identidad creativa en la revista Vieiros.

    10 ago 2021 / 00:01
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