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Claudia Piñeiro: Iglesia y mujer

Desde un pasado ya de muchos siglos la visión de la mujer ofrecida por la Iglesia católica, a partir de una posición generalizada de rechazo, ha consistido –por lo general– en el repudio y la denigración; todo lo cual determinó la doctrina del misoginismo. La mujer como tentación carnal, como potencial transmisora del pecado y hasta como ser de condición inferior al hombre, ha sido la deplorable imagen transmitida. A tal respecto, una magistral novela como La Regenta (1883), de Leopoldo Alas, Clarín, ilustra, con fuerza y autenticidad extraordinaria en ámbitos de lo individual y colectivo, de lo sagrado y lo profano, esta temática.

A ella acaba de volver en su novela Catedrales (Alfaguara, 2020) la destacada narradora argentina Claudia Piñeiro, cuya ascendencia familiar gallega va explícita en el apellido y cuya citada novela se abre y cierra en cuanto a su historia con sendas referencias a Santiago y a su catedral, que ha visitado en más de una ocasión. Con Las viudas de los jueves (2005), premio de novela del bonaerense diario Clarín, Claudia Piñeiro iniciaba con singular éxito una carrera literaria centrada en personajes femeninos, línea en la que la protagonista de Elena sabe (2007), marca, a nuestro entender, un hito memorable.

En Catedrales lo primero que advertimos es la eficacia del montaje de la historia, del esquema estructural en el que van rotando, en forma multiperspectivística, un total de siete voces para enfocar un suceso-eje: la muerte (no sin cierto perfil macabro) de la poco más que adolescente Ana Sardá, suceso a cuya investigación asistimos. Entre los componentes de la bien ceñida trama destaca un ámbito familiar erizado de tensiones, especialmente la vivencia de la religión, cargada de discordancias y generadora de rencores. Anotemos también la pervivencia de la honda huella de la Iglesia con su poder de penetración en la intimidad individual y en el rumbo familiar y social.

La tragedia narrada, traumática y obsesiva para los personajes, se da por la conjugación entre la libertad de la mujer inmadura frente a su maternidad y por la condenación del aborto por la Iglesia católica, con el añadido de la sanción al sacerdote por su transgresión del voto de castidad. La narración profundiza, socava radicalmente las zonas más profundas e irrenunciables de sus personajes y la trama adquiere una deriva policíaca limitada a la esfera familiar. El misterio es acaso la constante de más peso en la trama, donde las posiciones feministas y heterodoxas en materia religiosa tienen clara presencia. La escritura es fuertemente interrogante y está poblada de dolorosa conflictividad. El tema no es hoy tendencia, pero la novela lo recrea con una humanidad a flor de piel.

26 mar 2021 / 01:00
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