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Cuando lo normal se convierte en rareza

Pudiera parecer un cuento o fábula de las que dejan bellos recuerdos. Sin embargo, es un hecho real, considerado a veces normal, sobre todo en el pasado, y atípico o ilusorio en escenarios más actuales y entre gentes que viven en esferas diferentes a las de simples y currantes mortales.

Este hecho se remonta a hace más de dos décadas, como poco. No recuerdo exactamente cada uno de sus episodios. Solo los datos que, en este caso concreto, son lo que ahora importan.

Una señora, digamos que “de toda la vida de Santiago”, pese a que partió de su tierra con otro acento bien distinto al gallego, contactó conmigo para que fuese a recogerle algunas bolsas y carpetas que contenían “música”, sin más precisiones.

Así lo hice y realmente vi que no era poco ni fácil valorar aquello a simple vista. Me llevé todo y quedé sorprendida al ver tanto batiburrillo junto, con partituras impresas del entonces siglo XX, copias del XIX, manuales de solfeo, etc.

Revisé, separé y archivé aquellos materiales, a los que entonces dediqué no mucho tiempo. Y ahí quedó todo pues no era el momento propicio para meterse de lleno en averiguaciones que me distraerían de otros quehaceres más urgentes.

Años después, pasé parte de ese legado a una buena amiga, con la intención de que los custodiase o hiciese el uso que quisiera de ellos. En sus manos están y sé que, cuando pueda, les sacará buen brillo y rendimiento, salvo a una partitura que quedó conmigo.

Hace no mucho, releí uno de esos libros que por la información que aporta y por el rigor de la investigación musicológica llevada a cabo, hay que tener al alcance de la mano, al menos a quienes gustamos de eso.

Reparé en que la autora, con cierta perplejidad y con algo de pesar o culpa, al abordar una breve pieza musical que analiza en profundidad, en una nota a pie de página, incluye este texto: Copia do meu arquivo particular. Procedente, hai máis de vinte anos, dun orixinal de non lembro que persoa. Feito que sinto moito por non saber a quen agradecerlle que me facilitase a copia.

De pronto me vi en esa cita reflejada. En efecto, como ella indica, en algún momento le di personalmente una partitura que ella incorporó legítimamente a su archivo.

El libro al que me refiero se titula Melodías galegas de José Baldomir Rodríguez. Su artífice es Margarita Viso Soto, bien conocida por sus múltiples facetas en el ámbito musical (compositora, pianista, profesora...), dentro y fuera de nuestras fronteras.

Sucede no pocas veces leer estudios de personas que, sin malicia o por olvido o desconocimiento, no citan las fuentes que utilizan en sus trabajos. Por otra parte, nadie duda que la honradez no es virtud muy extendida, ni siquiera al tratarse de cosas pequeñas. Y, si menos es ser agradecido en el día a día, en el tú a tú, más aún a distancia o en público. Casi parecen soniquetes del decimonónico siglo o actos de un ignoto marciano caído en nuestro planeta.

Por eso, aunque ya me puse en contacto con ella para mostrarle mi grata sorpresa y recordar aquellos tiempos, cuento esta curiosa y entrañable historia, por si de algo -o a alguien- sirve en algún instante o faceta de su vida.

Quizás se pregunten de qué “copia” se trata. Ahí van algunos datos y, con ella, una sugerencia musical, por si les gusta la “música gallega” o la melodía “en galego”, que tan de moda tenemos.

Es copia de una pieza musical editada ahora en esa documentada monografía sobre un compositor gallego que, como otros, no está aún valorado en su justa medida. Incluso el todopoderoso señor Google solo se hace eco de la calle a él dedicada en la ciudad herculina, y de un sinfín de inmuebles en alquiler o venta entorno a ella. Menos es nada, aunque ciertamente desconcierta.

Es una melodía, para canto y piano, con texto de C. Enríquez, A Rosalía. Fue realizada por el director de orfeones y coros, pianista, profesor y académico José Baldomir Rodríguez (A Coruña, 1865-1947). Compuso otras piezas de este género, a veces reconvertidas en partituras para otras formaciones instrumentales y vocales. Las letras son de poetas o personas inspiradas de nuestra tierra. En concreto, Baldomir tuvo especial debilidad por las de Rosalía de Castro. Quizás conozcan algunas: Porque?, Mayo longo, A un batido, Cava lixeiro...

Un músico casi olvidado, una melodía traspapelada y una persona eficiente y honrada que constata abiertamente algo tan nimio. Todo sumado casi parece ensoñamiento o milagro de algún santo o de nuestra musa universal, Rosalía de Castro, subida a los altares sin habernos enterado.

Y sí, ralla la rareza, más aún cuando el plagio, con sofisticados métodos y modos de hacer copias o réplicas exactas, está a la orden del día. No es exclusivo de vendedores de las Ramblas ni de los chinos. Bien lo sabemos.

Como ella hizo, merecidas gracias le devuelvo -también ahora escritas en letras de imprenta- a la autora de ese libro, cabal profesional y mejor amiga.

14 may 2022 / 01:00
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