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|| nosotros y cía ||

¡Cuánto guarro anda suelto!

Bueno, llegó ese momento tan íntimo entre ustedes y este servidor en el que me despido con los mejores deseos para este cálido verano recién estrenado.

Pocos vaticinios o previsiones puedo hacer este año por culpa del coronavirus este de la puñeta. Y la verdad, tampoco las predicciones anteriores es que fueran muy acertadas que digamos. Ya ni les digo si me refiero a aquellos pronósticos referidos a elecciones, cuando no acerté ni una.

Sí desearía que al regreso de esta sección dominical, allá a mediados de septiembre, la covid-19 se haya convertido en un suceso pretérito, un desgraciado y trágico suceso que se llevó miles y miles de vidas por delante, pero de la que ya nos recuperamos.

Ahora quiero compartir con ustedes una esperanza, que a la vuelta del verano, nosotros, las personas, hayamos vuelto a la normalidad, hayamos recuperado el sentido común y la sensatez.

Que por qué digo esto.

¿Saben qué es lo que más me irrita estos días, qué me llevan los demonios? Pues lo guarros que podemos llegar a ser, la poca educación de que hacemos gala y el incivismo que aflora a la primera de cambio, en cuanto nos abren la mano o nos dan un poco de manga ancha.

Estoy harto de ver las calles llenas de guantes de plástico, me es igual si son de nitrilo, látex o caucho. A las puertas de los supermercados, de las tiendas, en cunetas y alcantarillas se pueden ver ingentes cantidades de estos utensilios, que además, por si no se dieron cuenta esos impresentables que los tiran, pueden estar contaminados con el puñetero virus.

Eso sí, luego van por la calle, el monte o solos en su automóvil con la mascarilla puesta, con nadie a menos de diez metros. Me pregunto si tendrán miedo a contaminarse a sí mismos.

¡Ah!, y luego eso. La cantidad de mascarillas que también están tiradas por el suelo. ¡Qué asco!

Las papeleras no es que abunden, pero tampoco son tan escasas como para deshacerse de estos protectores en el primer lugar que a uno se le ocurre.

Y lo que más me preocupa es que todavía nos quedan muchos meses por delante de esa estúpida nueva normalidad, de tener que servirnos, por el bien común, de esos útiles para protegernos y proteger al prójimo.

Con lo bien que íbamos, con lo concienciados que estábamos ya con la eliminación progresiva del plástico; qué bien llevábamos eso de utilizar cada vez menos las bolsas, de cambiarlas por materiales reciclables y medioambientalmente sostenibles.

Ahora, de pronto, volvemos al Salvaje Oeste, a ser de nuevos unos bestias pardas, unos guarros, en definitiva. Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, que pocos se salvarían de esta merecida quema.

Eso sí, me queda la esperanza de que mis lectores como este autor estamos concienciados, nos gusta nuestro medio, procuramos cuidar de nuestra atmósfera y entorno.

Sin embargo, para una buena parte de la sociedad es indiferente si enferma el medio ambiente, se nos muere la naturaleza o si arruinamos el planeta. Nos da igual y nos importa un auténtico comino.

Lo peor de todo es que en esto no podemos culpar, como es habitual, a nuestros políticos, a ninguno de ellos, militen en este o aquel partido que sean de esta o la otra ideología. Esto es una labor nuestra, como individuos que formamos parte de una sociedad que debe dar ejemplo.

¿A quién?

A nosotros mismos, a nuestros hijos, a nuestros vecinos o nuestros amigos.

Yo les rogaría que no dejen correr el agua innecesariamente mientras se lavan los dientes o friegan los platos; que apaguen el motor de su coche en lugar de tenerlo al ralentí escupiendo dióxido de carbono y óxidos nitrosos; que reciclen y luego no tiren la bolsa del plástico en el contenedor para materia orgánica y viceversa; recojan los residuos después de un día de playa o campo; utilicen las papeleras y sean medioambientalmente responsables.

Son pautas, son costumbres, es civismo, es educación, es inteligencia, es querer dejar para el futuro un buen medio, una Tierra en la que durante miles y miles de años puedan vivir sin peligro de cambios climáticos las generaciones venideras.

También está la opción de ser un puñetero egoísta, un cerdo, un asqueroso, un inmundo y seguir contaminando y tirando de todo.

Y usted, ¿de quién viene siendo?

|| las claves una a una ||

1 Adiós. En qué mundo vivimos que ya no se respeta ni el pasado. Desde hace una década o década y media parece que el objetivo principal es cambiar la historia, reconducir el pasado y olvidar arremetiendo, además, contra los protagonistas de tiempos pretéritos, personajes que en su tiempo fueron fundamentales para construir y pensa el mundo que hoy disfrutamos y vivimos.

2 Estatuas. Y esta moda no es de ayer, como les dije. Porque a mí me parece que la dramática muerte de George Floyd en la ciudad de Minneapolis está siendo utilizada para disfrutar con la barbarie y el salvajismo. Solo así se explica que decenas de estatuas de personajes históricos estén siendo vandalizadas en todo el mundo tras la muerte de este hombre de color a manos de un policía indigno de tal empleo.

3 No lo entiendo. ¿Qué tiene que ver Cristóbal Colón o Fray Junípero Serra con la muerte de Floyd, y George Washington, Theodore Roosvelt o Winston Churchill con este trágico suceso? A qué viene vandalizar sus estatuas. ¿Es que nos hemos dado cuenta ahora, así, de pronto, de que estaban ahí; no sabíamos quiénes eran hasta hace quince días?

4 A dónde vamos. La verdad, no lo entiendo. No sé hacia dónde vamos, qué es lo que mueve a la masa, en qué se basa, a quién escucha para actuar de la forma que lo hace. ¿Se lo digo yo o ya se contestan ustedes mismos? Pues las redes sociales, ese populismo de smartphone que va a acabar con nuestra sociedad. ¡Qué lástima!

|| Lo mejor ||

se lo merece. A ver si la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Economía, Nadia Calviño, pueda alcanzar finalmente la presidencia del Eurogrupo, un puesto de enorme relevancia que acaba de dejar el portugués Mario Centeno. Tal es la capacidad de la economista y política coruñesa que parece que aúna todas las voluntades y apoyos para que la propuesta realizada por el Ejecutivo español salga adelante sin mayores problemas. Estoy convencido de que tiene muchísimo que aportar, tanto a España como a toda Europa.

|| Lo peor ||

todavía será peor. La que se nos viene encima si es que están en lo cierto los nefastos análisis económicos que apuntan a que España va a encabezar el hundimiento tras la pandemia del coronavirus. Y no es ni uno, ni dos, ni tres; son varios los organismos cuyos estudios aseguran que el batacazo para los españoles va a ser de los que hacen historia. Yo, sinceramente, en esta ocasión prefiero mantener cierto grado de optimismo y confiar en que los cálculos realizados hasta el momento son erróneos y equivocados. ¡Ojalá!

¡Al agua!, patos y patas

Mire qué bien están, qué bien se lo pasan, cuánto deporte hacen y de cuánta salud. Cada uno en su kayak, manteniendo la preceptiva distancia de seguridad de metro y medio que imponen las preceptivas normas dictadas tras la pandemia del coronavirus. El caso es que con piragua o sin piragua, hagan ejercicio físico, cada uno lo que le pida el cuerpo, pero que les pida algo. No se me sienten en el sofá a ver cómo otros sudan la camiseta, como corren la banda o como devuelven la bola con un revés de derecha. Cálcense las zapatillas, pónganse las mallas, una camiseta fresquita y ¡hala! a hacer millas, kilómetros o sentadillas, lo que gusten.

27 jun 2020 / 01:30
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