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darío VIllaNueVa PrIeTo, Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada

“La lengua es un sistema de equilibrios ecológicos”

{ Vilalba 1950 } Considerado como uno de los grandes expertos españoles en su especialidad e investigador de prestigio internacional, fue elegido en diciembre de 2014 trigésimo director de la Real Academia de la Lengua Española, cargo al que renunció después de modernizar y abrir a la sociedad esta importante institución.

Usted ingresó como miembro de número en la RAE en 2007. Desempeñó el cargo de secretario y el de director. ¿Podría explicarnos cuáles son las bases de esta institución?

La Academia nació en 1713 como una iniciativa pura de sociedad civil, de ocho ciudadanos ilustrados preocupados por la pureza y la fijación de la lengua castellana que en aquel momento estaba sometida a una presión muy fuerte, semejante a la que tenemos hoy en día con el inglés y el francés. Creyeron imprescindible fundar un organismo que crease una normativización ortográfica y un diccionario.

Así, en 1726 comenzaron a publicar un diccionario, que fue el mejor de una lengua europea en el siglo dieciocho y se conoce vulgarmente como el Diccionario de Autoridades, en seis tomos. Se llamaba así porque cada palabra llevaba junto a su definición citas de autores clásicos que la utilizaban, para que se viera que estaba bien definida. Luego abordaron una gramática, que tuvo una importancia enorme porque cuando en el siglo diecinueve se creó el sistema de enseñanza pública general y preuniversitaria, fue la que se utilizaba para enseñar el castellano en las escuelas.

También, se ocuparon del Quijote. En el siglo XVIII existían muchas ediciones ilustradas pero ninguna por artistas españoles. Ellos pensaron que era un agravio para el país y que había que hacer uno ilustrado por artistas españoles, que apareció en 1780. A día de hoy las funciones siguen siendo las mismas.

El cargo de director comporta el de presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española. ¿Con qué objetivo se creó?

Fue por iniciativa de un presidente de los Estados Unidos de México, Miguel Alemán Valdés, en 1951, que interpretó lo que en el siglo diecinueve la Academia Española empezó a promover. Ante el hecho de la creación de las repúblicas independientes americanas, la RAE pensó que había que luchar para el mantenimiento de la unidad del idioma y que para eso era fundamental contar con los nuevos países. De ahí surgieron las academias. Están todos los países hispanos, la última es la de Guinea Ecuatorial, el único país de África donde se habla español. Ahora está en marcha lo que es la creación de la del Judeo-español en el estado de Israel. Esta asociación recoge el espíritu del movimiento del siglo anterior.

A lo largo de la historia de la RAE solo once mujeres han sido miembros de número. ¿Qué consideración le merece esta circunstancia?

Fue un enorme error histórico que cometió cerrándole las puertas a la mujer, sobre todo en el siglo diecinueve. Curiosamente las cosas empezaron muy bien, porque en la primera etapa la academia eligió a una mujer, doña Isidra Guzmán de la Cerda, en el siglo dieciocho. Una mujer de unas dotes extraordinarias, políglota, fue académica en el siglo dieciocho, muriendo prematuramente, no pudo dar de si todo lo que se esperaba de ella, pero a partir de ahí el paso siguiente es muy negativo. En el siglo XIX, una primera mujer hispano-cubana, Gertrudis Gómez de Avellaneda, cosmopolita, escritora de creación, muy activa y bien relacionada, se postuló para ingresar en la academia, que le contestó que sus estatutos no preveían la posibilidad de que una mujer fuese académica. Una tontería, porque tampoco lo prohibía, no estaba contemplado, pero ahí fue una decisión del cuerpo totalmente equivocada. Y luego ese criterio erróneo se aplicó a otros casos posteriores, el más significativo quizás, el de Emilia Pardo Bazán. Las cosas siguieron así hasta Carmen Conde en el momento de la transición, en 1979. Lo que sí hay que decir, es que la primera mujer que ingresa en la Academia Francesa es Marguerite Yourcenar al año siguiente, con lo que incluso nuestros vecinos franceses cometieron el mismo error. Actualmente hay ocho mujeres en la academia.

¿Qué procedimientos se siguen para la incorporación de otras palabras?

Inicialmente los académicos tenían como función ser una especie de antenas que captaran estas evoluciones, pero hoy las cosas han cambiado mucho. Seguimos teniendo esa función pero ahora trabajamos con unos instrumentos muy potentes de fundamento informático. Mi compañero de la academia y la USC, Guillermo Rojo, dirige una de las líneas de trabajo fundamentales para todo esto. Una gran base de datos al que llamamos el corpus del español del siglo veintiuno, que consiste en que cada año introducimos en nuestros ordenadores veinticinco millones de formas del español, tomadas de América en un 70 % y un 30% del resto del mundo. Son realizaciones de palabras del español con indicación de donde han sido tomadas, y las fuentes son tanto orales, radio, televisión, música, cine, como escritas, periodismo, literatura, medicina, política, etc.

¿Qué opina respecto al lenguaje inclusivo?

El lenguaje inclusivo tiene puntos de conflicto evidente con la estructura gramatical del idioma. Nosotros estamos totalmente a favor del reconocimiento pleno de la igualdad de la mujer en todos los planos, y sabemos que la lengua a veces puede ser utilizada como un instrumento de discriminación, a lo que estamos absolutamente en contra. Podemos hablar con un cuidado exquisito en lo que se refiere a la utilización de términos que sean discriminatorios hacia la condición de la mujer. Otra cuestión es la estructura gramatical. Ahí hay que tener mucho cuidado, porque la lengua es un sistema de equilibrios ecológicos, diría yo. Hace años una ministra lanzó en un discurso aquello de "miembras". Si decimos "miembros y miembras" a partir de ese momento, si queremos ser coherentes, a los brazos los llamaremos "miembros", y a las piernas habrá que llamarlas "miembras", corrigiendo todo el paradigma. Luego está el asunto del masculino. En nuestra lengua y en otras es el término no marcado, el género inclusivo. Si nosotros hablando con un amigo le decimos "Paco, ¿cuántos hijos tienes?" y el contesta "Tres", entendemos que en esos tres habrá chicos y chicas. En cambio si le decimos "Paco, ¿cuántas hijas tienes?", entonces él nos dirá solo cuántas féminas tiene entre su prole. Ese es un hecho de lengua que no significa ninguna discriminación, es simplemente una cuestión de la estructura gramatical del idioma español, igual que de otras lenguas romances y no romances.

¿Cuál es su punto de vista respecto a los extranjerismos?

Hay que afirmar de entrada que no cabe una postura purista en exceso. Los idiomas están continuamente sometidos a la influencia de otras lenguas, y eso es la historia del léxico. El inglés es una lengua anglosajona, y sin embargo en el léxico inglés hay un porcentaje elevadísimo de latinismos. Visto desde esa perspectiva, casi parece una lengua románica, porque puedes utilizar muchas palabras de raíz latina, aunque a veces hay el doblete de que ese mismo concepto tiene una palabra de raíz sajona. Otra cosa es lo que está ocurriendo desde hace tiempo, una especie de expresión de papanatismo hacia el inglés, que se manifiesta en la publicidad y los medios de comunicación. Muchos de los programas de televisión en España están titulados en inglés. Ahí viene el papanatismo, una especie de manifestación de un complejo de inferioridad, las cosas si se dicen en inglés son mejores, y eso es contra lo que hay que luchar.

Ver vídeo en: www.correotv.es

01 jun 2019 / 20:27
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