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ENTREVISTA
Gloria Martín García. Catedrática de Lengua y Literatura. Cervantista. Conferenciante. Presidenta de Ascemi

“El Quijote es como la Biblia, en cualquier momento puedes leerlo, y nunca se cansa uno”

{Vitalista} No todos sentimos una querencia especial por ‘El Quijote’, pero cuando la profesión te pone en contacto con una cervantista entusiasta y humilde, a la que las palabras le salen del corazón, no queda otra que darle una nueva oportunidad al ingenioso hidalgo. Ojalá hubiese sido su alumna.

Empecemos por el principio, Gloria: Maestra de Primera Enseñanza, con Premio Extraordinario, y profesora de Fisiología y Anatomía para los alumnos de Magisterio...

Así es. Daba clases particulares y, entonces, hacíamos un Magisterio muy completo. Yo, que tenía una academia particular con mi hermana, preparaba a los alumnos en Física, Química, Fisiología, Higiene y Anatomía. Luego hice la licenciatura en Filología Hispánica y, posteriormente, accedí a a cátedra.

¿Siempre ha tenido vocación de enseñanza?

Siempre, pero después de hacer Magisterio y tener la academia, a mí lo que me interesaba era tener una cosa oficial, pero me casé con un portugués y entonces me fui a Lisboa. Y entonces –es muy curioso, porque no ejercí en España–, cuando regresé, ya con dos hijos y con la misma vocación de estudio de siempre, tuve la suerte de que se implantó aquí el colegio universitario, en Cáceres, que luego ascendió a la categoría de facultad. Fui la primera promoción de Filología Hispánica y, a continuación, entré en la Universidad Laboral, que es donde ejercí mi ministerio como profesora de Lengua y Literatura.

No sé ahora, pero antes, al menos había una asignatura dedicada a Cervantes... Y, por lo que me han dicho, usted es una gran experta en el autor y, sobre todo, en El Quijote, obra que leyó muchísimas veces.

María, yo ta tengo 84 años, y yo leo el Quijote cada año –a veces dos– desde hace mucho, y he tenido contacto con cervantistas excepcionales, como José Rosell Villasevil. Siempre he tenido muchísima afición a Cervantes, a toda su obra (que la he leído), pero especialmente El Quijote. Porque es como la Biblia, ¿sabes? En cualquier momento puedes leerlo y nunca se cansa uno. Termino de leerlo y comienzo otra vez, y siempre me dice algo nuevo.

Como cuando uno lee otro libro o ve una película de niño, luego de adolescente y más tarde, de adulto. Siempre aporta algo diferente.

En efecto, María, has dado en el clavo, porque cada edad trae sus inquietudes, su manera y su visión de la vida. Y entonces, El Quijote te ayuda a ver la vida desde todas las perspectivas.

Lo que pasa, si me permite, es que obligar a leerlo desde muy jóvenes no ayuda a valorarlo, comprenderlo y tenerle aprecio.

Qué razón tienes tan enorme. Jamás obligué a mis alumnos, que tenían más de 15 años, a leerlo. Yo leía con ellos capítulos, los más atractivos, los más lúdicos, los más graciosos, porque la ironía y la gracia del Quijote es inconmensurable. Incluso lo dramatizábamos. Y total, que cogieron verdaderamente entusiasmo por la obra.

Todo lo que es impuesto es antipático.

¿Cuándo tuvo su primer contacto con El Quijote?

Qué pregunta más interesante. Como te he dicho, me casé con un portugués, tenía 24 años, e hice la diplomatura en portugués por la Universidad de Lisboa. Yo me llevé todos mis libros –siempre he tenido una biblioteca muy extensa–, y entre ellos El Quijote, pero no lo había leído, María. Y entonces allí, como me encontraba fuera de mi sitio, mira por dónde, entre otros libros que empecé a leer –la literatura portuguesa es una maravilla–, me cogí mi Quijote y empecé a ver la maravilla que era aquello. El estar fuera de mi patria me acercó mucho más a todo lo mío. Y ahí surgió un amor a primera vista.

Y cuando me vine a España –enviudó prematuramente–, me matriculé con 34 años en el colegio universitario. Y sin nadie que me ayudara, ¡me puse a estudiar una carrera con un estusiasmo...!, pero tenía que llevar mi casa. Como grababa las lecciones, las escuchaba mientras hacía las labores.

Cuando hacía la compra, tenía que esperar, y desguacé un libro de Historia, un mamotreco (risas), y me llevaba unas páginas. Luego estudiaba hasta las cuatro de la madrugada y me levantaba para llevar a mis hijos al colegio. Y nunca estaba cansada. ¡Hasta les hacía la ropa a los chicos! Hice una carrera con un expediente extraordinario, todo sobresaliente.

¿Cómo sacaba tanta energía?

Pues sí, mira, María. Eso le tengo que dar gracias a Dios, sencillamente. Porque nada se hace si Dios no te acompaña. Y a mí me dio una fuerza colosal. He tenido siempre una energía y una salud extraordinarias, como que mis hijos nunca me han visto en cama. Ahora mismo tengo 84 años y tengo una vitalidad extraordinaria.

¿Y cuando se jubiló, qué hizo?

Mi afán era seguir comunicando y entonces me fui al Ateneo y vi que las reuniones eran un poquito light, y empecé a organizar aquello y dije: ‘Aquí hay que hablar, pero seriamente’. Y empecé a preparar conferencias y, hasta ahora, llevo 58.

¡Madre mía! ¿Y cuáles son los temas qué le gusta tratar?

Sobre todo giran en torno a la mujer ninguneada, como las académicas de la Real Academia Española, como tú sabes. En la Generación del 27, las hay maravillosas y no se habla de ellas (Maruja Mallo, María Zambrano, Rosa Chacel, Concha Méndez...).

Y ya no solo en literatura, sino enciencia. Me viene ahora a la mente el efecto Matilda...

¡En efecto! De hecho, he dado varias conferencias sobre mujeres científicas y, concretamente. Y esto nos lleva a Rosalind Franklin, quien averiguó la estructura helicoidal del ADN. ¿Y quién se llevó el gato al agua? Pues Watson y los otros, que prácticamente le robaron lo que había conseguido. Con el efecto Matilda se le daba la autoría a sus compañeros de investigación.

O incluso a sus maridos.

Eso, desde todos los puntos de vista, incluso literario, como le sucedió a María de la O Lejárraga, cuyo marido dijo que sus obras eran suyas. Marie Curie en su momento también fue ninguneada y cuando le dieron el Nobel a su marido, Pierre, exigió para aceptarlo que reconocieran los logros de su mujer.

Y volviendo a su salud de hierro, ¿cómo es que tiene relación con el Centro de Cirugía de Mínima Invasión Jesús Usón?

Soy presidenta de Ascemi (Asociación de Amigos del Centro de Cirugía de Mínima Invasión) y desde que dieron a conocer el centro, como soy muy inquieta y me gusta ir a todos los sitios, fui e inmediatamente me hice socia. En un momento dado, Antonio Bueno (que fue presidente) me propuso ser vocal de Cultura. Así estuve hasta que me dijo que querían que fuera la presidenta. Y ahí dije que no, pero me convencieron con 82 años.

Me he incorporado a esta actividad con muchísimo entusiasmo y admiración porque el centro es una referencia mundial, único, excepcional. Estamos en la cima de la robótica. Tenemos más de 1.000 socios y pretendemos dar a conocer a la sociedad sus excelencias. Cada año vienen 24.000 sanitarios de 76 países.

Amor platónico

¿Y si pudiera hablar con Cervantes, qué le diría? “María, eres una delicia, me haces unas preguntas tan oportunas... Porque si tú vieras... Yo hablo con Cervantes, porque para mí es como un amor platónico en la distancia. Tengo una empatía increíble con él. Es una maravilla y le he captado el espíritu. Creo que ha sido una de las personas más excepcionales que han existido.

Tanto es así, que una de mis conferencias es sobre la justicia en ‘El Quijote’. Él padeció tanto toda su vida, que parece increíble que fuera capaz de escribir una obra tan maravillosa, tan extraordinaria, tan fuera de sentido.

En mis charlas, hablo de la gastronomía, de la medicina, de las mujeres en ‘El Quijote (donde no son seres adocenados, sino que tienen una personalidad excepcional), también de los atuendos y tipos sociales, de la importancia de la segunda parte, la música, la religiosidad, el antisemitismo...”.

12 oct 2020 / 00:00
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