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El sacrificio: nuestra raíz común

Se han dado diferentes definiciones de lo que significa ser humano. Unas veces se nos define como animales sociales, otras como seres racionales, es decir, como los únicos animales capaces de pensar, pero hay una definición muy curiosa de nuestra especie, del Homo Sapiens, que ha cambiado ese término por el de Homo Necans, el hombre que mata o asesina. Esto es así en diferentes teorías defendidas desde ya hace algunos años por antropólogos, historiadores de las religiones y filósofos.

Nosotros como animales somos a la vez cazadores y recolectores, o bien agricultores y ganaderos, porque necesitamos de las plantas y los animales para alimentarnos. Los prehistoriadores definen una época, el Paleolítico, como aquella en que éramos cazadores, o mejor, en la que los hombres cazaban, aunque hoy sabemos que la mayor parte de los alimentos provenía del trabajo de las mujeres, ya fuese en la recolección o en la captura de pequeños animales. Sin embargo, el prestigio social provenía de la actividad del cazador, cuya autoridad emanaba de su capacidad de ejercer la violencia y ser el señor de la vida y la muerte.

Los hombres, como los animales, pueden cazar en solitario o en grupo, pero lo importante es que el consumo de la caza siempre se ha hecho en comunidad. A veces en el reparto del animal determinadas piezas estaban asignadas a los hombres, otras a las mujeres y a los niños. Pero ese reparto formaba parte de un rito, de una ceremonia en la que consumir juntos al animal cazado creaba la solidaridad del grupo. La comida crea una comunión, una comunidad de personas. Y si esa comida es la de un animal cazado, o criado más adelante en la historia, esa comida llevará consigo ritos, que pueden ir desde los gestos y las fórmulas, o plegarias, que se hacen antes de dar caza a la presa, a prescripciones sobre cómo se debe despiezar el animal y cómo consumir cada una de sus partes. Prescripciones que explican que hoy en día judíos y musulmanes, por ejemplo, tienen sus propias carnicerías para garantizar la pureza de la carne consumida.

Para matar es necesario ejercer la violencia de modo organizado y esa organización solo es posible creando un grupo, que será la parte más privilegiada de la comunidad que consuma ritualmente la carne en la comida festiva o sacrificial. Ese grupo puede ejercer la violencia con los animales, contra otros grupos humanos en esa forma de caza que es la guerra, o sacrificar como ofrenda a uno de sus miembros: el hijo primogénito unas veces, otras el chivo expiatorio, que se lleva con su muerte los pecados, y otras al propio hijo de Dios, como ocurre en el cristianismo.

El sacrificio sangriento fue un elemento fundamental en las religiones del mundo desde la prehistoria. Se remonta a la época en que la religión surgió en la vida de las personas, junto con la cultura. Sus orígenes se encuentran incluso antes del momento en que las religiones de los pueblos primitivos evolucionaron en diferentes formas, por ejemplo, en el Antiguo Oriente. El Antiguo Testamento comienza la historia de la humanidad con su expulsión del paraíso. Y uno de sus primeros episodios es el sacrificio ofrecido a Dios por los primeros hermanos, Caín y Abel. Uno de ellos consigue agradar a Dios, suscitando en el otro un odio que desemboca en el primer asesinato. El sacrificio es un acto de culto esencial, en las tres religiones abrahámicas, junto con la oración, la peregrinación y la creencia en un salvador. Ya sea este Jesús para los cristianos, el Mahdi para los musulmanes, o el Mesías para los judíos. Todos ellos vendrán al mundo para redimir a la humanidad, o al pueblo de los creyentes, que se reconciliará con su creador al final de la historia.

Los sacrificios judío, musulmán y cristiano tienen muchos puntos en común, así como el mismo origen. Todas estas religiones sitúan el inicio de la práctica del sacrificio en el momento en que Dios ordena al profeta Abraham que sacrifique a su hijo (Isaac para judaísmo y cristianismo, Ismael en el islam), con lo que el primer sacrificio sería un sacrificio humano.

La principal explicación religiosa para realizar el sacrificio en las tres religiones fue probar la fe en Dios. Dios quiso probar la fe de Abraham ordenándole sacrificar a su joven hijo: “Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé” (Salmo 4: 6). O como dice el Corán: “Y cuando tuvo [Ismael] edad de trabajar con él, le dijo: ¡Oh, hijo mío!, he visto en un sueño que te sacrificaba, así que considera tu parecer. Él dijo: Padre, haz lo que se te ha ordenado. Me encontrarás, si Alá quiere, entre los firmes” (Corán, 37: 103).

Cuando Abraham demostró la fortaleza de su fe llevando a su hijo a lo alto de la montaña, y hubo alcanzado el punto donde iba a sacrificarlo, Dios le envió un cordero para que fuese sacrificado en su lugar, y fue entonces cuando Abraham y sus descendientes fueron bendecidos. El ángel de Yahvé llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo, y le dijo: “Por mí mismo juro, oráculo de Yahvé, que por haber hecho esto, y por no haberme negado a tu único hijo, yo te colmaré de bendiciones, y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, se adueñará tu descendencia de la puerta de sus enemigos. Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido tú mi voz.” (Génesis 22: 15-18). La misma historia de la bendición de Dios sobre Abraham y sus descendientes se narra en el Corán, una vez que hubo probado que su fe era fuerte: “Te haré Imán para las naciones” (Corán, 2: 124).

El ritual del sacrificio todavía sigue existiendo en las tres religiones, por supuesto con algunas diferencias. Judíos y musulmanes sacrifican un cordero en la Pascua, y luego lo consumen en común con la familia y amigos. Ambos creen que la comida pascual simboliza y da sentido a la comunidad. Los cristianos también celebran su Pascua, intentando históricamente que no coincidiese en el calendario con la Pascua judía. En ella celebran un sacrificio que asume el sentido del sacrificio de Abraham, pero que a su vez lo supera. Para los cristianos, Jesús, hombre y Dios a la vez, es también el cordero del nuevo sacrificio, de la nueva Alianza, que es el acta de nacimiento de su nueva comunidad.

En la última cena de los Evangelios, Jesús ofrece a sus discípulos simbólicamente su carne y su sangre, a través del consumo del pan y del vino. Es ese sacrificio simbólico del cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo, al igual que ocurre con el sacrificio del cordero en La Meca. Pero en el cristianismo ese sacrificio real de Jesús definido como cordero de Dios solo tuvo lugar una vez en la historia, cuando para la humanidad comenzó una nueva era, que prometía paz en la Tierra para los hombres de buena voluntad.

Dicen los católicos en la misa: “Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, danos la paz”. Los musulmanes se saludan diciendo Asalam Aleikum, que la paz sea contigo, y los judíos diciendo Shalom Aleichem, que significa exactamente lo mismo. Sin embargo, muchas veces la guerra y el odio parecen imponerse sobre la paz. Creemos que el estudio de las religiones puede contribuir al entendimiento entre los pueblos, si somos capaces de ver en ellas lo que de bueno tienen en común y dejamos de comprenderlas como generadoras del odio entre las culturas y los pueblos.

22 dic 2020 / 00:02
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