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ENTREVISTA
Gloria Solé Romeo. Historiadora del feminismo y vocal de la junta directiva de la Asociación Galega de Bioética (Agabi)

“En la persona, sexo y género no son conceptos idénticos, pero tampoco son independientes”

{Para reflexionar} “La sexualidad es un elemento básico de la personalidad, un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los demás, de sentir, de expresar y vivir el amor humano, que afecta a toda la persona”. Por eso no comparte ciertos “proyectos e ideas culturales que multiplican la confusión sexual y dificultan un desarrollo saludable de personas, familias y sociedades”.

Gloria ¿qué ocurre con la ideología de género? ¿Por qué levanta tanta polémica?

La llamada ideología de género es un concepto que se ha extendido socialmente para identificar planteamientos que cuestionan la realidad natural hombre-mujer y promueven la libre elección de identidad y orientación sexual.

Según esta ideología, la masculinidad y la feminidad no estarían determinadas fundamentalmente por el sexo biológico sino por la cultura. Es lógico que surjan polémicas, pues la identidad personal es un tema relevante, que influye decisivamente en nuestra vida. Relacionar bien naturaleza y cultura es imprescindible para cada persona y para toda la sociedad. Es por tanto un tema importante, individual y social.

Niega la diferencia y reciprocidad natural de hombres y mujeres y vacía el fundamento antropológico de la familia. La identidad humana vendría determinada por una opción individualista, que cambia con el tiempo. Esos planteamientos afectan mucho a las personas.

La sexualidad es un elemento básico de la personalidad, un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los demás, de sentir, de expresar y vivir el amor humano, que afecta a toda la persona.

Creo que siempre hay que ponerse en el lugar de la persona que sufre y que no se siente a gusto consigo misma. La justicia deja de ser justicia cuando llega tarde...

Siempre hay que ayudar a cada persona a resolver los problemas que sufre, pues todos tenemos igual dignidad. Desde que nacemos vamos afianzando nuestro desarrollo recibiendo influencias familiares, sociales, educativas, culturales, etc. Si se presentan problemas de identidad de género en la infancia o adolescencia, es preciso analizarlos con prudencia. Hay que ver cada caso, actuar con prudencia y dar tiempo al propio desarrollo. Analizar cada caso y decidir lo mejor para esa persona. Hoy la ciencia avanza muy rápido y aporta información muy valiosa sobre los procesos de desarrollo cerebral y la incongruencia de género, y conviene tener en cuenta esos datos y no las presiones ideológicas. Me consta que los profesionales se implican activamente para ayudar, pues comprenden que está por medio el sufrimiento y la felicidad de esas personas, que suelen sentir un gran malestar al no considerarse identificadas con su sexo biológico.

A veces pienso que se mezclan conceptos y se usan como sinónimos. Por ejemplo, sexo y género.

Son dos realidades distintas, interrelacionadas y que deben armonizarse. El término sexo hace referencia a la naturaleza biológica (varón y mujer) y el género es un término que se refiere a la cultura y a las características/roles que la sociedad atribuye a cada sexo. En la persona, el sexo y el género –el fundamento biológico y la expresión cultural– no son idénticos, pero tampoco completamente independientes.

Efectivamente a veces algunas personas o entidades hablan de géneros y se refieren a sexos. Recuerdo que en la conferencia de la ONU de Pekín algunas ponentes y ONG pedían que las estadísticas distinguieran géneros, y se referían a separar datos de hombres y mujeres para analizar mejor las diferencias. Desde entonces se ha utilizado mucho de esa forma, también en documentos internacionales y en otros ámbitos sociales, en parte por influencia feminista.

En el lenguaje común el sexo biológico suele denominarse simplemente sexo, mientras que el sexo psicológico y social están unidos en el término género.

Hay quien se pregunta si el género de una persona no tiene relación con su anatomía.

La naturaleza de cada persona es un factor esencial de su propia identidad y, por tanto, de su plena realización, y no resulta prudente ignorar o minusvalorar la identidad de género, porque puede sufrir graves consecuencias. Si existe disforia, habrá que ver a qué se debe y aplicar los medios necesarios para, hasta donde sea posible, encontrar solución. Pero por los grandes y profundos cambios que sufre el cerebro durante la adolescencia, se recomienda retrasar al máximo cualquier intervención hormonal o quirúrgica.

Pero es que además, la filósofa judía Judith Butler sostiene que “el género es un puro rol que la persona adopta y puede cambiar a voluntad, incluso saliendo del esquema binario masculino/femenino”.

Butler es una profesora norteamericana que sigue las teorías de Foucault, Freud y Lacan. A finales del siglo pasado promovió el feminismo queer (significa identidad ‘extraña’, ‘poco usual’), según el que la definición de género, sexo y sexualidad depende de las relaciones de poder y de la sociedad, y no son naturales. Al independizar sexo y género, se multiplicó el número de géneros de forma arbitraria y subjetiva, y cualquier orientación sexual se consideró legítima.

Estos estudios queer se incluyeron en algunas universidades como Estudios de Diversidad Sexual, o estudios LGBTQ, y están en el origen del concepto “ideología de género” que se ha difundido por el mundo. Esta corriente ideológica rechaza la diversidad natural de ambos sexos.

Algunas personas y grupos, a partir de los principios de Yogyakarta del año 2007, presionan a Gobiernos e instituciones para implantar leyes en relación con la libre orientación sexual e identidad de género, siguiendo esas ideas, que se apoyan en una antropología individualista del neoliberalismo radical, en teorías marxistas y estructuralistas, así como en postulados de algunos representantes de la “revolución sexual”, como Reich, Marcuse, y del influjo existencialista de Simone de Beauvoir.

Hay que decir que –al margen de Butler– hubo también un giro revisionista en varias feministas, que modificaron sus posiciones anteriores y rechazaron la llamada “politización de las relaciones personales”, que formaba el núcleo radical del feminismo de los años setenta: Betty Friedan, Germaine Greer, Susan Brownmiller, Gloria Steinem...

Estuve con alguna de ellas en la Conferencia de la ONU sobre la Mujer en Pekín y explicaban que era necesario redescubrir la identidad femenina y sus grandes aportaciones sociales. Algunas nórdicas defendían también con entusiasmo la propuesta de prohibir la prostitución, por ser contraria a la dignidad humana y han ido ganando a varios países para esa causa, también España. Jean B. Elshtain, filósofa y profesora de Ética Social y Política en Estados Unidos como Butler, hizo una crítica profunda a diversos feminismos a partir de 1981, propugnando un neofeminismo que prime el cuidado de las personas y el servicio a la vida: las mujeres podían enseñar esa ética de responsabilidad social al mundo público, pues eran expertas en atención a las personas.

Me parece interesante citar esas otras feministas, y no solamente Butler, para comprender que hay distintos feminismos.

Tengo que mencionarle a Audrey Tang, primera ministra transgénero de Taiwán, y la más joven. Ella se considera ‘posgénero’.

Solo conozco los datos de la prensa. Parece que nació chico, y luego en Estados Unidos decidió cambiar a chica, siguiendo quizá la ideología queer. Ahora rechaza ambas identificaciones y se declara posgénero. No tengo datos de su identidad real ni de su situación actual. Solo que es ministra digital sin cartera, experta en software libre y programación.

Este año hay muchas iniciativas para visibilizar a las personas trans, en diversos países. Es necesario estudiar bien la situación de quien sufra esas y otras dificultades, sin presiones ideológicas.

Personas que decidieron cambiar de sexo a veces al cabo de unos años se sienten insatisfechas y quieren volver a su situación anterior, o sufren nuevas crisis de identidad.

Asimismo, existe la opinión de que la teoría ‘queer’ es “ misógina y engañosa, que no conduce a la revolución feminista”. ¿Qué me puede contar?

Efectivamente, el movimiento queer no pretende llegar a la revolución feminista, sino promover la libre elección de identidades cambiantes.

Ya decía Giovanna Nocelli hace años que aceptar la ideología de género es, para el feminismo, una forma de suicidio. Es una nueva revolución sexual, más profunda que la del 68.

los géneros
Revolución

El arte es un medio fundamental para expresar ideas, valores y sentimientos de sus creadores. Hay artistas que desean hoy “repensar los géneros”, y se han propuesto “deshacer” el género a través del arte. Ven el género como una jaula, en lugar de un medio de desarrollo personal y social saludable, si se armonizan bien sexo y género, equilibrando igualdad y diferencia. Desean promover una revolución social, “deconstruyendo” la realidad natural, familiar y social.

Por mi parte respeto a todas las personas y las propuestas artísticas valiosas, pero no comparto ideas y proyectos así, que multiplican la confusión sexual y dificultan un desarrollo saludable de personas, familias y sociedades.

29 sep 2020 / 00:00
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