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Hay que ver cómo tengo la tez con esta coenzima q10 (I)

    EL OBJETO DE ESTE ARTÍCULO ES SÓLO ORIENTATIVO. CONSULTA CON TU MÉDICO

    Y/O ESPECIALISTA CUALQUIER CAMBIO EN TU DIETA O ENTRENAMIENTO

    salvo el caso de los glóbulos rojos que viajan en tropel por la sangre -¡PRO-POOM-POO!- todas y cada una de nuestras células tienen dispersas en su citoplasma unas pequeñas fábricas de energía llamadas mitocondrias, donde tanto la glucosa y los lípidos como los aminoácidos confluyen para desguazarse y proporcionar dos cosas básicas para nuestro body: energía y calor. Todo ello es posible gracias a que las mitocondrias poseen ensambladas en su membrana interna -sujetas a modo de tornillos biológicos- un montón de proteínas en su superficie, que juntitas y en estrecha colaboración funcionan a modo de reactor energético-calórico..., y la famosa coenzima Q10 es la llave que enciende ese motor, queridos amiguitos.

    ¡Ah, la coenzima-Q10! Uno de los ingredientes predilectos en la industria cosmética, verdad, donde legiones de cremas, lociones, tónicos y ungüentos se valen de las propiedades antioxidantes de la coenzima para revertir el envejecimiento prematuro. Cara de culito de bebé, te dicen en la etiqueta. ¡Ja! Asimismo, las marcas de suplementos nutricionales hacen también su agosto con la ubiquinona (el otro nombrecito de la coenzima) promocionando a bombo y platillo esta sustancia antioxidante-energizante para hacer más fáciles los trabajos mitocondriales y prevenir el ataque furibundo de los oxidantes del cuerpo. De facto, pocos suplementos nutricionales han conseguido calar más profundo entre los consumidores healthy que la Q-10, más teniendo en cuenta que entre los años 2000 y 2016 la cantidad de acólitos coenzimáticos aumentó de 2... ¡¡¡a 24 millones!!!

    Al estar dispersa por todos lados –o recovecos-, y por tanto en casi todos los alimentos (es decir, al ser ubicua), a la coenzima-Q10 también se la conoce como ubiquinona, debido precisamente a tan prolífica distribución. Pero también es cierto que las cantidades presentes en los alimentos son más bien testimoniales; es decir, tendría usted que tomarse un palé entero de sardinas (una de las mejores fuentes coenzimáticas) para pertrecharse de la misma cantidad que en una sola cápsula de 100 miligramos. Por esto mismo, y con más razón que un Santo, el cuerpo es capaz de producir el mínimo exigido de CoQ10, cada día, para que las mitocondrias se pertrechen adecuadamente.

    En su aspecto químico, la ubiquinona es un isoprenoide; es decir, está hecho a base de ensamblar varias unidades de 5 carbonos llamados isoprenos, consistiendo su estructura molecular en un anillo hexagonal replegado –CREEK-CREEEK!- el cual tiene unido, a modo de cadena de presidiario (y aquí viene lo interesante) una larga ristra de carbonos compuesta de varias unidades de isopreno... ¿adivina cuántas? Pues 10 exactamente, al caso que nos ocupa, ¡¡¡de ahí el apelativo Q10!!! ¿Te da cuén?

    Gracias a esta larga cadena de carbonos, la coenzima logra anclarse a la membrana interna de la mitocondria –¡CLINCH!- para participar en el juego de la patata caliente; es decir, transportar electrones de un lado a otro de la membrana los cuales, al parecer, queman en las manos y deben pasarse presto a otro jugadores (llamados citocromos). Pero la coenzima no sólo pasa electrones a lo loco, sino que vigila que los oxidantes que se generan en el proceso –los radicales libres- no se vengan arriba, neutralizando cualquier exceso. En fin, todo este alarde de habilidades acrobáticas facultan a la coenzima para luchar contra la oxidación, a la vez que permite el flujo de energía de la célula de una manera eficiente.

    Ahora bien, cuando la ubiquinona lleva unos cuantos ciclos de oxidación-reducción por haber estado pasando electrones y neutralizando un porrón de radicales libres (oxidantes), lógicamente se agota; es por ello que a menos que se reponga a través de la síntesis endógena –propia- o merced a la ingesta de comida, los oxidantes se acumulan y aparece el llamado estrés oxidativo. Si el cuerpo es joven y lozano, está bien nutrido y esas cosas, las mitocondrias trabajarán bien generando pocos subproductos oxidantes y, además, contarán con coenzimas suficientes para currar a gustico. El problema viene cuando rondamos los 40, nos pasamos todo el santo día sentados en la silla, fumando y tragando refrescos... y si encima devoramos estatinas para bajar el colesterol –las cuales bloquean la síntesis endógena de CoQ10- ya ni le cuento (Continuará al próximo domingo con un artículo especial).

    Centrobenestarsantiago.com

    23 ago 2020 / 01:00
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