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La bomba del verano: la NASA española

¡Cuánto se nos ha acusado a los españoles de imprevisión, de llegar a todo tarde, mal y a rastro!, y si no que se lo pregunten a Hacienda, donde todos (todos es un decir) nos apelotonamos para pagar el último día, en espera acaso de una benévola prórroga que finalmente no llega, pero, ¿y si llega y nosotros no estamos? El caso es que nuestro ministro–astronauta, el señor Pedro Duque, ha querido animar las expectativas veraniegas del año en curso con el anuncio (no sé cómo calificarlo, tal vez clamoroso o interespacial) de la creación de una Agencia Española Aeroespacial destinada a la fabricación y lanzamiento de cohetes, a arreglar potenciales averías (aquí dos modalidades: la estática , en tierra firme, y la dinámica, al aire libre; esta con el consiguiente suplemento de peligrosidad), a vigilar el tráfico cósmico–interespacial, a espiar a norteamericanos y rusos (sobre todo a Putin, un retorcido falsario), a colocar sucursales en la Luna (luego en otros planetas y satélites) con fines turísticos y, cómo no, para que tomen nota los descreídos de siempre, los enemigos del cambio y del progreso y, consecuentemente, del Gobierno.

Entérense pues, de lo que es verdaderamente un salto cualitativo, trascendente de alcance. De un plumazo, España pasa de tener en la canción del verano su único atractivo estacional, que por cierto con puntualidad suiza nos traía Georgie Dann y sus animosas pupilas, estas con gráciles movimientos de cadera, glúteos y otras zonas anatómicas de interés... a revelar un poderío científico que, por prudencia y estrategia teníamos oculto, sin que pudiese decir esta boca es mía. Ello se debió sin duda a aquella desafortunada expresión de Unamuno –“¡Que inventen ellos!”– que por cierto llovía sobre mojado: como esperasen por nosotros iban apañados.

Iniciativa de tan elevado mérito sembró en mí la desconfianza aumentada esta por la siguiente frase con la que el ministro Duque quiso redondear la faena del acontecimiento: “Llega esta NASA en el mejor momento posible”. Ahí sí que me pilló desprevenido y hasta acusé un leve mareo o calambre, pues siempre creí que para crear estas instituciones es menester mucho capital y aquí y ahora el sector de cuentas y números está en situación entre comatosa y aterradora; dicho en términos médicos, con el electroencefalograma plano. ¿Dispone acaso el Gobierno de algún secreto pero caudaloso “fondo de reptiles”? No sería la primera vez, pero no lo creo.

No. Yo creo más bien que el espantoso ridículo de nuestro último cohete, que pidió papas a los ocho kilómetros de agitado recorrido, debió irritar a algún miembro/miembra del Consejo de Ministros o incluso al jefe supremo del mismo. En contra, he oído también la versión en clave feminista, pues carecemos de personal femenino de tripulaciones/tripulacionas y la proporcionalidad de género quedaría gravemente afectada con el consiguiente en la ejecución del proyecto. Ya saben, habría que nombrar una comisión de control y con la misma iría todo al garete.

Una tercera versión me parece un pelín aventurada, novelesca si me apuran. ¿Saben ustedes quién tripulaba nuestro finado cohete? Yo no, desde luego. La cuestión ha pasado a considerarse top secret y a ella no tiene acceso este provinciano gacetillero. Bien que lo siento. Seguramente lo tuvo en su momento el controlator alfa de la coleta/ moño (ya suprimidos la una y el otro), actualmente en paradero desconocido. ¿Se dedicará ahora a la compraventa de chatarra espacial? ¿A la producción de series de conflictos bélicos planetarios? No tardaremos mucho en saberlo. Servidor, a fuer de sincero, les confieso que me he quedado en aquella rotunda exclamación: “¡Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad!”.

Por cierto: mi corresponsal en la Villa y Corte, de quien más adelante les hablaré, me informa de que doña Yolanda, la ministra de trabajo y vicepresidenta, está henchida de gozo, pues tiene a la firma un convenio poliédrico de colaboración con su colega don Pedro para que la mujer no quede fuera de este acontecimiento interestelar. Esperamos que fructifique tan universal alianza, a mayor honra y gloria de la Ciencia española.

04 jun 2021 / 01:00
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