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ENTREVISTA
VIRUCA YEBRA // Escritora

“La Marbella de los años 60 era como una burbuja en la España de la dictadura”

“Clotilde von Havel es un personaje real que nace de las muchas ‘clotildes’ que he entrevistado”/ Viruca Yebra publica ‘La última condesa nazi’, en Espasa

Viruca Yebra (Sarria, Lugo) acaba de publicar su segunda novela, La última condesa nazi (Espasa), una larga historia de casi seiscientas páginas en la que se nos narra la trayectoria personal de Clotilde von Havel, una aristócrata alemana de madre británica que, en 1945, se ve obligada a abandonar su castillo familiar en Alemania, con la llegada de las tropas soviéticas, y ha de acometer un largo exilio, huyendo primero en carro, en muy penosas circunstancias, hacia el hogar de algunos parientes en Baviera, y, más tarde, acometiendo un itinerario complejo a través de Londres, Nueva York, y, finalmente, España.

La novela combina el espíritu y el estilo de las historias realistas decimonónicas, el devenir de las sagas familiares que tienen que enfrentarse a los cambios formidables de la Historia, que se reinventan para sobrevivir, con cierta atmósfera intimista y romántica, en la que el amor se abre camino en medio del horror, pero también la sorpresa y los giros imprevistos de guion. Yebra demuestra un amplio conocimiento de la Europa y la América de los años 50, que describe a lo largo de muchas páginas, y, sobre todo, como ella misma dice en esta entrevista, gracias a una documentación profusa conseguida a través de numerosas conversaciones con representantes de la Marbella de los años sesenta, lo que se llamó entonces la edad dorada. Una ciudad que, en medio de la España franquista, desarrolló una especie de burbuja, se convirtió en un territorio propicio para artistas, famosos, aristócratas, bohemios y trasgresores, y, dice Viruca Yebra, también “nazis camuflados”.

Hay un salto notable de ‘El fuego del flamboyán’, tu obra anterior, a esta nueva novela.

Sí, son dos libros muy diferentes. El anterior tenía que ver con Galicia, con mis ancestros, con un mundo que yo conozco bien y que me toca de cerca. ‘La última condesa nazi’ discurre en una época y un lugar completamente distintos, es una historia alejada de mí, una historia que yo no he vivido. Hablamos de los años cincuenta en Europa y de los sesenta y setenta en Marbella. Para ello tuve que crear a Clotilde von Havel, que no es un personaje real, que en realidad no es ni siquiera un personaje nazi (ni lo era su marido), más bien se trata de un compendio de mujeres que se le parecen, que salieron de sus países, y que yo he conocido y entrevistado a lo largo de mucho tiempo, y que forman parte de la documentación de la novela. Son, como yo digo, mis clotildes.

Sí, es tal el grado de detalle de la vida doméstica de Clotilde von Havel que llegué a pensar que se trataba de una recreación de un personaje histórico.

Mucha gente me lo pregunta. Hay numerosos personajes reales detrás de la protagonista de esta novela, desde luego. Ahora mismo, una de mis ‘clotildes’ más decisivas se me está apagando en el hospital, está mal en este momento... y pienso que, si no hubiera escrito este libro, todo lo que me contó, todos los matices de aquellas vidas que me explicó, se habrían perdido, quizás, para siempre. Esta mujer, cuyo nombre aparece en la novela, fue una gran fuente de información para mí. Vivencias suyas aparecen en esta historia, como las de la hija de Clotilde. Yo no tenía ni idea, y la conozco de toda la vida, de que había sido la amante de un importante personaje del franquismo... Y como tal aparece. La verdad es que la novela tiene muchos elementos tomados de la realidad, tal y como me los contaron.

El episodio en el que Clotilde y parte de su familia se escapan en 1945 ante la llegada de la avanzadilla rusa, abandonan su castillo con apenas unos baúles y se dirigen huyendo hacia el sur, está muy bien contado.

Esto le pasó a muchísima gente en Alemania. Y los que pudieron huir, de Polonia, de Checoslovaquia, de la zona del Rhin, lo hicieron. Era una nobleza que tenía, más que castillos, granjas y casas grandes, una especie de pazos, si lo asimilamos a la cultura de Galicia. Muchos, como pasa en el libro, habían sido confiscados por el régimen nazi para la producción y como campo de trabajo de los prisioneros. Las personas que huyeron se desperdigaron por el mundo y algunas, bastantes, vinieron a Marbella. Me han contado numerosas historias, como te digo, pero piensa que en aquella época algunas de esas personas eran casi niños y lo recuerdan de un modo fragmentario. Con todos los retazos fui tejiendo este libro. En realidad, lo que pretendo es responder a la pregunta “¿qué hizo de verdad la gente después de la Segunda Guerra Mundial?”.

Es cierto que aquella Marbella, digámoslo así, aparece mucho en tu novela, pero no es ni mucho menos lo fundamental en ella. Hay otras muchas cosas, como estamos diciendo. Y ahora que lo pienso, todas aquellas celebridades marbellíes aparecieron mucho en prensa, pero no tanto como sujetos de ficciones literarias, que es lo que tú has hecho.

Creo que la prensa estaba muy al tanto, pero también creo que los conocía de una manera superficial. Yo no estuve metida dentro, pero desde mis crónicas de ABC me dediqué a conocer a estos personajes a fondo. Me dediqué a las fiestas privadas y allí tuve la oportunidad de acercarme mucho a todos ellos. También es verdad que me casé con alguien de Marbella que conocía a la mayoría... Todo ayuda. Por eso he podido contactar con muchísima gente de entonces, como te digo, y coincidir, por ejemplo en alguna cena, con exnazis, que hablaban una y otra vez sobre todo aquello. Yo allí tomaba nota y me callaba.

Tú conociste a la secretaria de Marlene Dietrich, ¿no?

Sí, claro. Ayer mismo me llamó... Yo conocía a esta señora de origen sueco, que hablaba muchos idiomas, lo que le había permitido trabajar en relaciones internacionales de algún hotel, pero no tenía ni idea de que había sido la secretaria de Marlene Dietrich. Una vez había ido allí, para hablar con varias ‘clotildes’, cuando estaba trabajando en la novela, y me lo contaron. Me quedé alucinada, porque ella no me había dicho absolutamente nada, nunca. Es muy discreta, pero seguro que sintió de cerca esa forma de ser de la actriz.

La documentación, por tanto, dependió de todas esas entrevistas. Y de muchos libros y archivos periodísticos, supongo.

Hice una labor de documentación amplia. Tengo muchísimas libretas con personajes, con datos históricos, con datos sobre la moda... Yo siempre me interesaba por los vestidos, las marcas, las joyas... A mis clotildes se lo preguntaba expresamente, porque ellas suponían que yo lo conocía, pero en realidad no era así: era su mundo, no el mío. Por eso yo insistía en que me explicaran los detalles, por más que les pareciera redundante. He conseguido sacarles el jugo de cosas que a ellas les parecía algo normal y corriente. Sólo así el lector se puede meter de lleno en el tiempo ya lejano del que yo hablo.

¿Sabían que estabas haciendo un libro de todas ellas?

Sí, yo siempre soy muy clara en eso. Pero, de la misma forma, saben que pueden confiar en mí, y que nunca revelo el nombre de las personas... por eso me cuentan cosas. A veces me llama alguien que ha leído el libro y me dice “¿fulanito es menganito?”, y cosas así... Pero siempre les digo que no quiero hablar de eso, y les pido a ellos que no lo hagan.

A pesar de la guerra y de las grandes dificultades, todos estos personajes se movían muchísimo en aquella Europa.

Era lo normal en este tipo de gente. Bueno, y lo siguen haciendo. Van de una propiedad a otra, por ejemplo, o por otras razones. Tengo una conocida que tiene una islita pequeña en la costa de Suecia, donde se pasa todo el verano. Es una forma de vida [característica]. Nuestra Clotilde von Havel se mueve igualmente, y no sólo cuando no le queda más remedio. Lo de ir a Londres, en su caso, tiene que ver con su familia materna, que pertenecía a la nobleza británica, y ya ves cómo se mueve en Londres. Toda su obsesión es ponerse a salvo en Inglaterra. Esta forma de vivir, tan itinerante, te permite recrear todos esos escenarios al detalle. Ella llega allí, se va a casa de su tía Violeta Stone, dedica tiempo a su amiga Bárbara, en fin, quién no querría que le estuvieran esperando personajes así.

En el despertar de la pesadilla de la guerra, vuelve cierto glamur, y la tradición, tan pegada a lo británico. Fortnum and Mason, ese lugar que tanto amamos algunos, ese paraíso de los ‘scones’, sirve de escenario para un momento revelador en la novela...

Sí, desde luego. Fortnum and Mason es emblemático en Londres por muchas cosas. ¡Me acuerdo que la primera vez lo descubrí por pura casualidad!

La gastronomía y la moda mueven también, aunque en otro plano, el argumento de la novela.

Son elementos reveladores del cambio social tras la guerra. La vida se hizo diferente, otra cosa, después de todo aquello. Todo tuvo que simplificarse por las circunstancias, y por eso la moda liberó a la mujer. Empieza a haber peinados que ofrecían la posibilidad de arreglarse en casa, aparece la melena corta, los bigudíes, lo que permite mantener el estilo y la forma, así que de ninguna manera se sabía de dónde procedían estas mujeres cuando iban al trabajo. Los vestidos también se hacen más sencillos, como el de Emilio Pucci que yo nombro, en comparación con las vestimentas rimbombantes de antes de la guerra. En realidad, los cambios sociales fueron profundos y la vida de la mujer cambió drásticamente. Y el avance de las mujeres de hoy tiene que ver con lo mucho que trabajaron otras a lo largo del tiempo para permitirnos llegar hasta aquí, de eso no tengo duda.

Los viajes transatlánticos en barco también caracterizan esta época, y en tu novela, el viaje de Clotilde a América va a tener una significación especial, aunque no podemos contar aquí la razón, evidentemente.

Sí, allí sucede algo, sobre todo al final de la travesía. Estos viajes solían durar unos quince días y se preparaban de manera muy concienzuda. Clotilde venía de la nobleza rural, aunque era hija de diplomático, y su segundo marido, que venía de la más absoluta exquisitez, estaba preocupado por organizar bien el viaje..., por mantener, digamos, esa necesaria dosis de glamur. Pero Clotilde era muy elegante. El viaje en barco provoca un cambio total en la novela, la vuelca en otra dirección de manera sorpresiva.

La homosexualidad fue un aspecto importante en la época, por más que permaneciera a menudo oculto. Al menos, así aparece en tu historia.

Sí, era así. Marbella fue un buen ejemplo de cómo lo que sucedía en la sociedad en general podía ser diferente en algún lugar en concreto. Muchos llegaron, digamos, rebotados del Tánger internacional y tuvieron la suerte de que aquí vivieran cómodamente, sin estar perseguidos por el régimen que, evidentemente, no lo veía bien. La sociedad en torno al Marbella Club tenía ideas avanzadas, recibía a estar personas, y además estaba el cura, no lo olvidemos, que en mi novela es un personaje real, alguien muy abierto y tolerante, que no preguntaba nunca sobre cómo se comportaba la gente allí.

En medio de un régimen dictatorial, una especie de isla con mucha más libertad y un notable sentido de la modernidad. ¿Era así?

Hay muchas anécdotas, que me han referido a mí personas como Luis Escobar, y otros, que así lo corroboran. El cura fue a sacar más de una vez a gente que, por su condición sexual, había sido conducida a la cárcel por las autoridades de entonces. Decía que a los de su parroquia se les dejara en paz.

Está la influencia poderosa de la generación ‘beat’ en aquel momento.

Sí, claro, y la presencia de Tánger, absolutamente de moda, y todo eso que hemos hablado.

Franco sale en primera persona, Clotilde lo conoce en Arroyovil, hablan de cine, de la Dietrich... y de alguna cosa más. Hay un momento en el que dices: “Clotilde se dio cuenta del carácter escurridizo del personaje y comprendió por qué aquel dictador llevaba ya más de veinticinco años en el poder...”

Sí, todo esto me lo contaron directamente. Fue así... No quiero adelantar nada, pero ella se da cuenta de que no va a conseguir lo que pretende de él...

¿Cómo está siendo la reacción de todas estas personas? Me refiero, claro está, a las que hayan podido leer la novela.

Están encantadas. Nadie me ha llamado para decir que está en desacuerdo. Yo no voy buscando perjudicar a nadie, ni mucho menos. Sólo me limito a contar una historia, construida, es cierto, con el apoyo de todos los testimonios que he ido conociendo.

07 dic 2021 / 01:00
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