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La memoria, escarnecida

como en otras ocasiones, el equipo gubernamental se dedica a contrarrestar situaciones difíciles o de fracaso saliéndose por la tangente. Ahora, tras el arrase electoral infligido por el equipo Ayuso (apoyado, cierto es, por ciudadanos de tercera, cofrades de Baco y clientes de bares y garitos tabernarios: Tezanos dixit) se acuerdan de la cultura y la enseñanza y, entre reformas de diverso tipo pero todas ellas facilonas, encaminadas a bajar el listón y a machacar todo lo que suene a esfuerzo y meritoriaje, se dirigen a acabar de una vez con la memoria. Con ese nefasto vestigio que a modo de espectáculo nacional, y en connivencia con ‘absurdas’ pruebas como las oposiciones, han hecho de este país un lugar atrasado e intelectualmente subdesarrollado.

Como sucede en tantos otros casos, algunos de nuestros cerebros han opuesto con éxito, la inteligencia a la memoria para denostar esta última. Han hecho fortuna entre el sector de la progresía, pese a que algunos –gentes conservadoras de pocas luces– siguen empeñados en conservar la nefasta práctica del papagayo repetidor que prescinde del uso del intelecto, del raciocinio, del discurrir que, ya se sabe, la derecha desprecia. Sobre este debate terció Fernando Lázaro Carreter con su habitual lucidez, creo que en uno de sus aleccionadores artículos publicados en El País a finales de los noventa y luego recogidos en libro con el título mismo de su serie El dardo en la palabra. Decía don Fernando: “Conozco a mucha gente que presume de mala memoria, pero a ninguno que lo haga de mala inteligencia”. La frase sigue vigente salvo para quienes tratan de adquirir un conocimiento profundo y sólido de los conceptos y de las cosas, y es un dardo envenenado contra quienes defienden las virtudes del estudio que necesita, quiérase o no, de la activación de la memoria.

Para mí lo más verdadero y contundente al respecto es la creencia de que nada que en esta vida merezca la pena puede adquirirse sin esfuerzo y sacrificio. En esto creo. Es más, puede afirmarse sin exageración alguna que gran parte de la literatura universal nace como un enriquecedor ejercicio de la memoria, de la exploración honda y creativa en ella por los escritores. Utilizada con cordura la memoria es, pues, creadora y con su ayuda reconstruimos el mundo que hemos vivido o soñado a través de las palabras. Es, asimismo, la memoria una eficacísima forma de conocimiento.

Se acercan nuevos planes “de cambio”, reformistas sobre planificación de estudios, selección del profesorado, acceso a cargos docentes y destierro radical de la memoria. Viniendo la iniciativa de quien viene bueno será andar con mucho ojo, al quite. La preocupación del profesorado universitario empieza a percibirse. De los desafueros y manipulaciones de no pocos políticos de todos los sectores en el ámbito de la enseñanza tenemos acreditada constancia. También sabemos que cuando la justicia amaga con actuar o actúa en algún caso, el grosor de los expedientes de méritos de sus señorías disminuye de forma alarmante. Está claro: les falló la memoria, que es a veces infiel... o interesada. Pero no se preocupen, no pasa nada. Nunca pasa nada.

28 may 2021 / 01:00
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