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Las peregrinaciones en el islam. Aspectos morales y religiosos

A lo largo de la historia las personas y los pueblos se han desplazado por muy diferentes razones: en busca de nuevos territorios donde poder vivir y asentarse, por razones militares, en expediciones de conquista y colonización, por motivos económicos y comerciales y por motivaciones de carácter religioso, que les han llevado a veces a realizar largos trayectos por tierra o por mar en pos de la visita a un santuario en el que se han de cumplir determinados ritos y preceptos, que solo pueden ser llevados a buen término en esos lugares en concreto.

En todas las religiones abrahámicas, o monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam, junto a la oración, que es el la práctica religiosa fundamental, es muy importante la peregrinación. En el Antiguo Testamento Moisés y su pueblo recibieron el mandato de llevar a cabo las peregrinaciones (Éxodo, 34: 23-24). En el islam, la peregrinación, denominada Hajj, es considerada uno de sus cinco pilares. Todos los musulmanes que dispongan de medios económicos y gocen de buena salud están obligados, según el Corán, a llevar a cabo la peregrinación a la Meca, por lo menos una vez a lo largo de su vida. “Allí hay evidentes signos de la presencia de Abraham. Y quien allí penetre estará a salvo. Todo su pueblo debe ofrecer a Allah una peregrinación hasta su morada y todos podrán hallar el camino. Pero a los que no tienen fe, recuérdales que Allah está libre de las necesidades mundanas” (Corán, 3: 97).

Históricamente el primer intento de llevar a cabo el Hajj tuvo lugar en el año sexto de la Héjira (fecha de la emigración de Muhammad a Medina, correspondiente al año 622 de nuestra era). En el viaje Muhammad estuvo acompañado por 1.500 personas, pero ese viaje se vio abortado cuando la tribu Quraysh no permitió que los musulmanes entrasen en La Meca. Solo al llegar el noveno año de la Héjira 300 personas pudieron llevar a buen puerto el primer Hajj. Desde entonces se ha venido realizando año tras año.

Antes del viaje cada peregrino debe llevar a cabo ciertos preparativos. Así, por ejemplo, debe dejar saldadas todas sus deudas, pedir perdón por todas las ofensas que haya podido haberle hecho a su familia, a sus amigos y a sus vecinos. Debe aprender cuáles son los rituales que es obligatorio llevar a cabo, y prepararse física y mentalmente para afrontar un duro y largo viaje. Si estudiamos la historia de la peregrinación podremos comprobar cómo ese viaje suponía la realización de determinadas penitencias, que deberían llevar consigo la transformación de todos los valores de nuestra vida y guiarnos hacia el camino de la humildad y la modestia, considerados como dos valores fundamentales.

Como el ‘Hajj’ suponía llevar a cabo un muy largo y peligroso viaje, los peregrinos se desplazaban en caravanas. Antiguamente podía durar meses, e incluso años, en los que había que afrontar toda clase de peligros sin cuento. Muchos peregrinos enfermaban en el camino y eran víctimas de robos y abusos, por lo que algunos abandonaban la empresa. Sin embargo la mayoría de ellos, siempre que fuese físicamente posible, asumían todos los riesgos del viaje, porque creían que si habían llevado a cabo el Hajj les serían perdonados todos sus pecados y podrían alcanzar la gloria celestial.

Una vez en La Meca el Hajj suponía la obligación de cumplir con una serie de rituales y liturgias. Los peregrinos debían permanecer entre 25 y 40 días en La Meca, pero las liturgias fundamentales tenían lugar entre los días octavo y décimo tercero del Dhul-Hijja, que es el último mes de calendario islámico. A lo largo de esos cinco días los hombres debían vestir una túnica blanca sin costura alguna, y las mujeres debían llevar sencillos vestidos blancos y un pañuelo cubriendo la cabeza. Esta era la única ocasión en la que en el islam hombres y mujeres participaban en la misma liturgia. El hecho de que ambos fuesen vestidos de la misma forma quería dar a entender que se pretendía mostrar el valor de la igualdad y la equidad. El primer día los peregrinos daban vuelta siete veces en procesión en torno a la Kaaba. Esa procesión es conocida con el nombre de Tawaf.

El Tawaf es considerado como una liturgia que tiene como finalidad hacer que los peregrinos se sientan espiritualmente más cercanos a Dios. Una vez acabado su recorrido los peregrinos besan la piedra negra que se custodia en la Kaaba, y que es considerada como una reliquia, por ser la piedra, o el altar, en el que Abraham debería haber llevado a cabo el sacrificio de su hijo Ismael.

En ese mismo día los peregrinos recorren el camino entre dos colinas, conocidas como Safa y Marwah. Este camino litúrgico es una recreación de un acontecimiento, que está recogido a la vez en el Corán y en la Biblia. Se trata de los sufrimientos de Agar y su hijo Ismael en el desierto. Se contaba que Agar vagaba entre las colinas buscando desesperadamente agua, hasta que un ángel del Señor vino en socorro de ella y su hijo Ismael, revelándole el lugar en el que estaba el pozo Zamzam. Los peregrinos beben el agua de este pozo sagrado y luego compran algo de agua para llevársela consigo de vuelta a casa.

En el segundo día de la liturgia los peregrinos deben ir a las llanuras de Arafat, en las proximidades de La Meca. Y allí deben montar sus tiendas y ofrecer sus plegarias. Se cree que al rezar entre las llanuras de Arafat y las colinas que las rodean, el fiel puede experimentar una íntima comunión con Dios, que lleva a transformar totalmente el sentido de su vida.

En los tres últimos días los peregrinos deben ir a Mina, a unos pocos kilómetros de La Meca. En Mina los peregrinos llevan a cabo el ritual de la Jamarat, o ‘lapidación del siablo’, que consiste en arrojar piedras contra un pilar con el fin de simbolizar la superación de la tentación de Satán por parte del patriarca Abraham. De acuerdo con la tradición islámica Abraham recibió de Dios la orden de sacrificar a su hijo Ismael, pero justo en el lugar en el que ahora está situado el altar del sacrificio, Satán se le apareció a Abraham y trató de convencerlo de que no sacrificase a su hijo. Como respuesta a la tentación Abraham le arrojó piedras, hasta que consiguió alejarlo del lugar.

Los peregrinos vuelven a arrojar de nuevo las piedras al pilar en conmemoración de ese hecho y para poner de manifiesto que ellos son los sucesores de Abraham y que, como él, obedecen a Dios y rechazan a Satán. Este ritual, sin embargo, muchas veces llega a ser peligroso, porque los peregrinos se amontonan en una área muy reducida y algunos pueden ser alcanzados por las piedras que los otros van arrojando con excesivo celo durante la ceremonia.

Imitando de nuevo a Abraham, los peregrinos deben realizar un sacrificio. Aquellos que disponen de los medios económicos suficientes deben sacrificar un cordero el mismo día en el que se supone que Abraham iba a sacrificar a Ismael, para cumplir el mandato divino ,y en el que Dios le envió un cordero para ser sacrificado en lugar de su hijo. El festival del sacrificio del cordero es conocido como Eid-e Quran/ Ein-al Adha. Ese día los varones deben afeitarse la cabeza, como parte esencial de la liturgia de la Sunnah del mismo modo en el que se supone que así lo hizo el Profeta.

Tras ese día los peregrinos inician el viaje de retorno a su hogares. Los regalos y recuerdos que los peregrinos se llevan de La Meca son piedras de suelo y puñados de arena de la llanura de Arafat, así como rosarios, alfombras para la oración y agua del pozo Zamza. Pero eso no será lo más importante de ese viaje, lo más importante será su recuerdo de esa experiencia espiritual, que contarán una y otra vez a su familia y a sus amigos.

03 dic 2020 / 00:00
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