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Laxeiro, intemporal

    siempre estuvo vigente en el mundo del arte en Galicia y el sentimiento de cercanía hacia su persona sigue igualmente vivo, al igual que su obra entendida como símbolo de actualidad y de ligazón con las raíces; Laxeiro, nacido José Otero Abeledo en Donramiro, Lalín, en 1908, fue el más próximo, el que representó con mayor vistosidad la esencia quimérica de la Galicia interior, de toda su generación, la de los Renovadores, que creyeron firmemente en los valores de la estética autóctona y secular, en las tradiciones, elevándolas a rango de modernidad. Los homenajes que se le brindan este año se pueden entender como celebraciones de lo que fue su existencia, unidos a la invitación de efectuar una nueva mirada hacia su legado. Sobresalía en todo momento en Laxeiro la persona generosa y cuidadosa de sus amigos, de los artistas que le acompañaron hasta el final, a los que nunca negó atención.

    Un conjunto de cualidades creativas y humanas, estrechamente unidas, definieron su personalidad, y se manifestaron desde el descubrimiento temprano de su vocación; la obstinada decisión de ser pintor comienza a consolidarse hacia mediados de la década de los veinte, al regreso de Cuba, obtenida allá una incipiente formación y capacidad para dibujar con soltura y especificidad. Por aquellos meses, alterna el trabajo de barbero ambulante con la pintura, llevando su silla y caballete a la par, por las ferias de Lalín, Bandeira o Silleda, dibujando la individualidad psicológica, rostros y gestos de las gentes del lugar, sus verdaderos modelos. Y llegarán en esas fechas las oportunidades para una mejor formación; el traslado a Madrid, en 1931, con el motivo de acudir a clases como alumno libre, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con el soporte económico de una primera beca otorgada por el concello de Lalín.

    Su aprendizaje se completó con otro tipo de conocimientos, los adquiridos gracias a la amistad, al compañerismo entre artistas e intelectuales, al lado de los hermanos Rafael y Eduardo Dieste, García Lorca, Castelao, Blanco Amor, Valle Inclán; en las tertulias del café La Granja del Henar y en las visitas frecuentes al Museo del Prado, en donde pudo acercarse a la pintura histórica, a la obra de Rubens, El Greco, El Bosco, Velázquez, Tiziano, Goya..., asimismo a otros autores mas próximos en el tiempo, como serían Picasso y Gutierrez Solana.

    Fueron años determinantes y favorables para Laxeiro, cuando la indagación en torno a la cultura popular, a sus manifestaciones seculares, y los hallazgos y resultados suponían el enlace natural con determinados posicionamientos de vanguardia en la literatura y en el arte.

    Más tarde vendrían otros ciclos: el regreso a Galicia, la creación del Hospitalillo, su taller en Lalín, las primeras exposiciones en Compostela, en la Barraca Resol, la relación con Maside, Colmeiro, los años de postguerra en Vigo, la elaboración de murales: El Manantial de la vida, 1940, ubicado en el Café Moderno de Pontevedra y los realizados en 1941 para el Cine Balado de Lalín.

    El traslado a Buenos Aires en 1951, con el objeto de exponer en la Sala Velázquez, propicia la decisión de continuar en la capital en la que se sentirá perfectamente acogido e integrado en los círculos del exilio bonaerense, del arte argentino. En los comienzos de la década de los setenta cerrará esa etapa, y volverá a encontrarse con los lugares que serán en adelante sus puntos de residencia: Lalín, Vigo y Madrid.

    El universo de Laxeiro ya estaba conformado en las obras de la primera etapa, y los signos de identidad definidos. En sus creaciones abundan los seres vigorosos, de formas redondeadas, toscos o emotivos; la pincelada gruesa, negra, los tonos ocres o rosados; en las escenas, una verdad conocida, interiorizada y transformada que adquiere condición de realidad mágica, intemporal.

    Toda una particular visión del mundo que le acompañará desde la niñez, y el ingenio creativo que recoge del expresionismo ciertas virtudes y hace posible que las figuras de su invención se muestren dramáticas, carnavalescas y teatrales. Identidad y procedencia circunscrita a un espacio geográfico: las tierras del Deza, donde se asienta el utópico e inspirador marquesado de Romea.

    21 mar 2022 / 01:00
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