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Los ebanistas, tapiceros y modistas mantienen su oficio transformándolo

Las necesidades de los nuevos tiempos les abocan al mercado
del lujo o a la extinción

A Coruña. Algunos de los oficios imprescindibles para todos los hogares hasta los albores del siglo XXI, como los ebanistas, los tapiceros o las modistas, se encuentran en plena transformación para adaptarse a las necesidades de los nuevos tiempos que los abocan a la extinción o, en algunos casos, reducidos a un mercado casi de lujo.

“Hay mercado para todos los públicos e ingresos”, explica a Efe Manuel Argimiro Leis, propietario de una tapicería en el barrio coruñés de Elviña que ya no se dedica tanto al tapizado de sofás, butacas, sillas de comedor, mobiliario de bares o sillones de oficinas, sino a la reparación de asientos y tapizado de coches. “Muchos coches”, dice.

Nació en Brión hace 64 años y en este medio siglo de oficio ha tapizado “de todo”. Autónomo desde el Mundial del 82, en su taller Rali hace tapicería mixta y siempre ha ido bien, “con sus momentos, como la crisis de 2008 en la que hubo un bajón”.

Tiene un hijo de 28 años que trabaja con él y que heredará un negocio para el que, como cualquier otro oficio, solo se necesita “ir haciendo cosas y coger experiencia”.

Como en el caso de Manuel, estos oficios en vías de extinción están rediseñando su futuro para sobrevivir buscando aquellos huecos donde hay menos competencia, pues en el caso de los muebles las grandes marcas venden más barato y al instante.

El ebanista Paulino Montes, 37 años en el taller que antes fue de su suegro en el barrio coruñés de la Sagrada Familia, piensa alquilar o traspasar su negocio porque “de esto no hay mucho relevo”.

“Ahora se fabrican muebles en serie que no son lo mismo que antes, salen las cosas como churros, bajan los precios y aunque no sean las mismas calidades la gente va a eso”, sostiene a Efe.

Paulino tiene 61 años y fue oficinista ante de dedicarse a la ebanistería en sus ratos libres y convertir este entretenimiento en su profesión.

Tamara Mosquera tiene 31 años y arregla ropa. En su pequeña tienda de la Ciudad Vieja de A Coruña, La casita de los arreglos, da nueva vida a ropa antigua que la gente saca de los trasteros. “Mucha gente tira la ropa barata”.

“Con la pandemia la gente estuvo más en casa e hizo limpieza en casa, arreglé muchas chaquetas y cosas de abuelos y padres”, dice. elizabeth lópez

23 ene 2022 / 01:00
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